Pedro Sánchez es el ganador absoluto de las elecciones generales en España. Y no solo lo digo porque haya sido el candidato más votado y que en votos y curules haya duplicado al Partido Popular, el rival histórico de los socialistas durante los 40 años que ya dura la monarquía parlamentaria en la península. Ni solo porque gracias a dicha victoria tenga la reelección en el bolsillo, como suele decirse. Lo digo también porque quien es actualmente presidente de Gobierno, hace apenas dos años era un paria político. Lo habían echado de la Secretaría General de su partido y había sido forzado a abandonar su curul por negarse a acatar la orden de su partido de votar en blanco para permitir la reelección de Mariano Rajoy, líder del PP y entonces presidente de Gobierno.
Esta firmeza de carácter y esta capacidad de revertir a su favor situaciones francamente adversa, que ciertamente le distingue prácticamente del resto de los líderes políticos españoles, va ser sin embargo sometida a nuevas y seguramente más duras pruebas. En primer lugar porque como no cuenta con una mayoría parlamentaria absoluta sino simplemente con una relativa sólo podrá ser reelegido aliándose con otros partidos. Tiene eso sí la posibilidad de forjar alianzas por la izquierda o por la derecha. Las alianzas por la izquierda parecen las más obvias y son desde luego las preferidas por su propia militancia. Si Sánchez opta por esta opción contará seguramente, en la sesión de investidura, prevista para el 6 de junio, con los votos de Unidas Podemos - encabezado por Pablo Iglesias- probablemente con los del PNV- el partido de nacionalistas vascos- y los ERC – la Izquierda republicana de Cataluña- y por lo menos con la abstención de Juntos x Cataluña, la derecha del nacionalismo catalán. Pero mantener la unidad de estos apoyos va a ser una tarea difícil por dos motivos principales. El primero, la cuestión social. Unidos Podemos, a pesar de haber perdido en estas elecciones casi la mitad de sus diputados, va utilizar los 42 que le quedan para insistir en que el presupuesto de 2020 los gastos en educación y salud públicas y en seguridad social recuperen por lo menos los niveles que tenían antes de que Mariano Rajoy aplicara a rajatablas los devastadores ajustes del gasto público dictados desde Bruselas por la Comisión Europea. Algo, que dada la situación de ralentización de la economía española, solo puede conseguirse subiendo los impuestos a las grandes empresas y a las grandes fortunas. O sea a esos “poderes fácticos” que tienen muchos medios para acosar a un gobierno, entre los que sobresalen la prensa y el poder judicial. Pero si esta fuente de conflictos es preocupante lo es todavía más “la cuestión catalana”. O sea el traumatismo causado al actual régimen político español por la irrupción en los últimos años de un poderoso movimiento que en Cataluña reclama tanto la independencia como la república. Un movimiento que - pese de tener a una veintena de sus dirigentes en la cárcel o en el exilio y de ser objeto de una implacable campaña mediática en su contra- en vez de empeorar mejoró notablemente en estas elecciones sus resultados electorales. De hecho, ERC -el más consistente de los partidos que luchan por la república catalana– ha pasado de 8 diputados a 14 en estas elecciones.
Sánchez va a asumir la “cuestión catalana” desde la doble negativa previa
a realizar un referéndum sobre la independencia de Cataluña
y conceder el indulto a los líderes catalanes en juicio por rebelión y sedición
Estos son hechos y son tozudos y Pedro Sánchez va a asumirlos y encajarlos desde la doble negativa previa a realizar un referéndum sobre la independencia de Cataluña y a conceder el indulto a los líderes políticos catalanes que están siendo juzgados por los delitos de rebelión y sedición y que probablemente serán condenados. Necesitará de todo su talento político para lograr la cuadratura de este círculo. O para cambiar de opinión y convocar el referendo o al menos indultar a los políticos catalanes.
La alianza con Ciudadanos lo libraría de estos dolores de cabeza pero le traería otros. Le costaría desde luego el desafecto de muchos de sus propios votantes y de los votantes y diputados de Unidas Podemos, así como de los de ERC. Algo que disminuiría seriamente su capacidad de resistir o al menos modular las dos demandas básicas del partido liderado por Albert Rivera. La primera: echar mano de nuevo del artículo 155 de la Constitución española para disolver al gobierno catalán y respaldar las previsibles condenas que esperan a los líderes catalanes. Y la segunda: mantener la estrategia neo liberal encaminada a desmontar definitivamente al Estado de Bienestar.
Sobra añadir que de la decisión que tome Pedro Sánchez en los próximos días depende en gran medida el futuro político de España en los próximos años.