Conocí a Pedro Alejandro Ríos, en Bucaramanga, en un conversatorio sobre literatura clásica. Fue el único invitado que se mantuvo callado durante todo el evento.
Me pareció un joven serio, ensimismado y, sobre todo, de mirada rápida. Llevo años en la literatura y nunca me había dado cuenta de que me identifico con los callados, así que me acerqué e intercambiamos un par de palabras sobre el conversatorio y eso fue todo aquel día.
Luego, el dios de la literatura nos juntó nuevamente y supe el nombre de ese joven: Pedro Alejandro Ríos. Él es un joven boyacense y un escritor profundo, cuyos ojos son andantes y profundos.
Ha publicado dos libros, escribe periódicamente para El Espectador y de cuando en vez pública para otras revistas nacionales.
Me recuerda a Gabo, es así, de un territorio ido y tan propio, crudo y del corazón. Es un escritor del pueblo, creció en un pueblo panelero, San José de Pare (Boyacá), y ama profundamente la escritura.
A Pedro, ojalá que los dioses literarios nos crucen en un Premio Nobel.