Como columnista, abocado a escribir temas educativos, hoy hago una excepción a causa de la coyuntura nacional, teniendo como protagonista a un astuto educador que extrañamente gobernó al Perú por un espacio de diecisiete meses, tratando de imponer su pobre liderazgo bajo un sugestivo sombrero desde el primer día de su gobierno hasta acabar enmarrocado, debido a su grotesco intento golpista.
Pedro Castillo, el maestro rural y rondero de Cajamarca, con limitada cultura enciclopédica y ambición de querer mejorar la vida de los más necesitados según su discurso, lideró a los maestros y maestras en la gran huelga a nivel nacional de 2017 que arrinconó al gobierno de Pedro Pablo Kuczynski; luego de darse a conocer a nivel nacional, como el típico peruano empezó su vida en la arena política.
A comienzos del 2021, sin ningún mérito académico y político, ya convertido en un personaje público gracias a la huelga, candidateó a la presidencia de la República por el partido Perú Libre de tendencia ultraizquierda, que según las encuestas aparentemente no aparecía, sin embargo, dado el abrumador rechazo contra el fujimorismo, en la segunda vuelta la gente eligió a un improvisado Castillo.
De tal manera que, gracias a estos inusuales votos logró convertirse en el presidente de la casualidad del destino que le encumbró a la gloria y desde ahí, sin ninguna experiencia de gestión y con extraordinario cinismo y teniendo al sistema capitalista en su contra, gobernó sin diálogo a un país dividido, donde los perdedores nunca aceptaron su triunfo y el mediocre Congreso desde el primer día de su gobierno, inició los nauseabundos caminos de su vacancia.
Con el Congreso, los viejos políticos y los influyentes medios de comunicación en su contra, sin meditar de su nueva realidad y posición, se rodeó de incompetentes ministros para los cargos. Para nuestro asombro, en su corto período llegó a tener cinco gabinetes y 78 ministros, varones casi todos en un país donde hay más mujeres que hombres, demostrando así su descomunal machismo y ahora, varios de ellos están afrontando investigaciones por casos de corrupción, incluso él mismo, antes de su risible intento golpista ya había acumulado seis investigaciones de la fiscalía por casos de corrupción, al que siempre le restó importancia, debido a que el poder le había enceguecido y solía atacar a sus enemigos tildándolos de racistas.
Ante estos duros embates, extrañamente sobrevivió a dos vacancias desde un Congreso corrupto y obstructor con 6% de aprobación que, precisamente el 7 de diciembre, Castillo iba a afrontar su tercera vacancia que seguramente una vez más saldría airoso y eso le habría fortalecido para mantenerse en el poder hasta el 2026, sin embargo, al mediodía leyó el fatal discurso de su ridículo autogolpe que desestabilizó el orden constitucional y democrático, originando así su rápida caída y posterior apresamiento.
De la aventura de Castillo, podemos sacar algunas lecciones, entre ellas, él no tiene la culpa de ser presidente, pues las leyes peruanas sólo exigen ser mayor de edad y peruano de nacimiento y el resto no importa, por lo que es necesario que estas leyes cambien y eleven los estándares para ser candidato a la presidencia y al Congreso de la República, de lo contrario, inundaremos a nuestro país con tantos mediocres presidentes y congresistas, como ahora que, en cinco años hemos logrado tener seis presidentes, todo un insólito récord mundial y de hecho, somos el epicentro de la atención mundial como tema de investigación sociológica en todas las universidades del planeta.
*Escritor, columnista y pedagogo peruano