Como profesor dedicado a dialogar y negociar constantemente con personas de diversas idiosincrasias, recuerdo que tuve estudiantes, sobre todo los más desfavorecidos de las clases, firmando para echarme de la universidad. Nunca me incomodó. Los escuché y fortalecí dramáticamente mis debilidades pedagógicas, por lo que siempre estoy muy agradecido con ellos. Sus protestas hicieron de mí un profesor más comprometido.
En ese sentido, las protestas sociales en el Perú y en cualquier parte del mundo son un llamado pedagógico a la conciencia de los gobernantes desde la voz de los excluidos, que siempre son la inmensa mayoría. Aunque la clase gobernante fatalmente los ignora y hace lo posible por reprimirlos (como ahora vemos horrorizados), deben escucharlos y agradecerles. Estas protestas muestran al gobierno sus falencias y desaciertos, lo cual sirve para optimizar su gestión y realmente hacer que esta sea para todos.
Por otro lado, según la Real Academia de la Lengua, protestar es un acto de inconformidad. Además, es un derecho humano y natural, amparado en la constitución de nuestro país y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Todos tenemos el derecho a la libre expresión y a ser escuchados. También, tenemos el derecho de tener una vida plena y es precisamente esa aspiración a una vida mejor la que ha desatado estas justas protestas en el Perú contra un enceguecido gobierno condenadamente centralizado en la capital.
Sin embargo, protestar no significa vandalizar ni denigrar con ridículos adjetivos que alejen las negociaciones y generen resentimiento y rencor, como decir “Dina asesina” en alusión a la presidenta o tildar de “terroristas” a los manifestantes que reclaman justicia en calles y plazas. Protestar debe ser un acto de marcha democrática con propuestas para mejorar la vida de la ciudadanía, respetando la dignidad humana, las vidas de las personas, los bienes públicos y privados, así como lo hizo nuestro mayor pedagogo de la protesta, Mahatma Gandhi.
Y es en las escuelas, así no aparezca en los planes curriculares como tema, son los maestros y maestras los grandes tribunos para educar a las sociedades. Es tiempo de reemplazar a las marchas clasistas que escinde a la sociedad por las marchas de convivencia, que es lo que el mundo de hoy necesita. ¿Acaso solamente debemos reclamar con marchas al gobierno central?, ¿por qué no reclamar y hacerle las marchas a las autoridades inmediatas, como a los alcaldes y gobiernos regionales, quienes fueron elegidos democráticamente y son quienes deben liderar y gestionar el desarrollo de sus territorios como lo hace cualquier alcalde de los países desarrollados?
Finalmente, en las escuelas deben debatirse con rigor académico la importancia de protestar con respeto como nuestro derecho fundamental e inculcar a los estudiantes, futuros padres y madres, la predisposición a negociar anteponiendo las razones sobre los intereses particulares. Esto para una armoniosa convivencia, buscando un bien común y así evitar la intransigencia de los protagonistas, que muchas veces ocultan intereses políticos perjudicando a las personas más vulnerables como ya lo estamos viendo.