En el frágil y disruptivo ámbito de las interrelaciones humanas dentro de un cosmos cada vez más pequeño, todos necesitamos desarrollar nuestras habilidades socioemocionales para tender puentes de amistad en lugar de erigir barricadas de enemistad. La amistad, entendida como el arte de relacionarse positivamente con los demás, se desarrolla tanto en el hogar como en las instituciones educativas. Este vínculo afectivo tejido como una invisible red en la vida social potencia el éxito personal.
Las constantes y absurdas guerras, el crimen y el terrorismo causan un sufrimiento e inmenso dolor que puede ser evitadas. Entre ellas, la amistad y la diplomacia son herramientas para mitigar estos flagelos al promover el entendimiento mutuo, resolver conflictos pacíficamente y construir alianzas globales que favorezcan la cooperación humana a lo largo de la vida.
Aristóteles afirmaba que la amistad es la base fundamental para una vida plena. En esta búsqueda de la armonía, cada 30 de julio celebramos el Día Internacional de la Amistad para conectar a las naciones del mundo y a las personas, con la escuela jugando un papel esencial, al empoderar el cultivo de la amistad como un modo de vida.
Para enriquecer nuestra perspectiva, Jorge Luis Borges, argumentaba que la amistad no requiere frecuencia ni confidencialidad. Prueba de ello, ahora con la tecnología han surgido amistades virtuales que comparten intereses comunes, aunque nunca tendrán la oportunidad de abrazarse en físico.
La escuela, como paradigma de buenos hábitos, ha de fomentar el valor de la amistad, desarrollando las habilidades socioemocionales (HSE) como competencia del siglo XXI, para una convivencia armoniosa. Los educadores son relevantes en este proceso, promoviendo actividades grupales centradas en el respeto, la sinceridad y la empatía, que son los fundamentos de toda amistad.
Según la Real Academia Española, “la amistad es un afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato” Aunque parezca idealista, la amistad permite construir una sociedad más feliz y solidaria en un momento donde la infelicidad y el miedo recorre el planeta.
Toda verdadera amistad supera diferencias ideológicas, sociales y culturales, porque se sostiene en la lealtad y la aceptación. No obstante, como seres muy imperfectos, esta amistad siempre estará en peligro, por ejemplo, una traición o una mentira puede socavar largas relaciones interpersonales.
La amistad es un bien común en permanente construcción social. Impulsar las relaciones armoniosas con vecinos, familiares, compañeros de trabajo y países vecinos son imprescindibles para asegurar nuestra supervivencia.