Recuerdo el momento exacto en el que decidí dejar de comer animales. Sucedió mientras veía un documental llamado TheCove, en el que un grupo de activistas expone las prácticas “inhumanas” de cacería de delfines en una pequeña bahía japonesa. Recuerdo cómo lloré al ver lo que hacían estas personas. Pero lo más profundo de ese momento fue la pregunta que acompañó esa tristeza: ¿por qué me indigna ver la masacre de delfines y no la de vacas, cerdos, pollos o peces? ¿Qué hicieron unos para ganar nuestro aprecio y los otros nuestro desprecio?
Mi filosofía al respecto y la manera como reacciono ante la realidad y las prácticas culturales que me rodean han madurado bastante desde entonces. Pero aún recuerdo un incidente cuando alguien compartió las fotos de su pesca, unos pescados destripados. Sin previo aviso, y por simple curiosidad a la reacción, decidí compartir una foto que se consideró grotesca y causó indignación: unos perros destripados (delicatessen en China y Vietnam). ¿La razón? “Siempre hemos tenido perros de mascota” (se les olvidó que siempre hemos tenido peces de mascota también).Comprendo que el tema es sensible y ya no recurro a esos mecanismos cuando me siento frustrado, pero sigo preguntándome, ¿cuál es la diferencia? ¿Alguien puede darme una respuesta inteligente que no esté teñida de sentimentalismo y preferencias de especie o influenciada por algún texto primitivo? (Nota curiosa, o más bien aterradora: alguien me dijo alguna vez que los peces no son animales).
Me encuentro artículos como este, titulado “11 países donde todavía comen perro”. El sólo título tiene un aire denigrante, como si no comerlos fuera una señal inequívoca de avance moral o de desarrollo (ni qué decir de la imagen que usan para que el lector se indigne aún más). Cabe recordar que los países que “ya no” comen perros, matan cientos de miles de pollos, cerdos, vacas, peces y ovejas cada año, después de explotarlos, hacinarlos y/o maltratarlos. Este otro habla de la indignación de unos gringos porque un almacén decidió vender carne de conejo, su mascota. ¿Y quienes tienen cerdos, peces o aves como mascotas?
En esta columna, el autor critica a la religión y el relativismo cultural como excusas “podridas y peligrosas” de las matanzas de delfines en Japón, de búfalos, cabras, corderos y palomas en Nepal, y las peleas de gallos y perros en Colombia. Hay que agregar que al dios preferido de los colombianos le encanta el olor a holocausto (también humano: ver por ejemplo Lev 10:1-3; Num 11:01; Num 16:35; Jos 7:24-26; Jg 9:23-57). Ni hablar de las corridas y la pesca deportiva (fundamentalmente la misma cosa: diversión a costa del sufrimiento de otro ser vivo). Pero se le olvida mencionar una matanza igual o más cruel que ocurre a una escala muchísimo mayor y todos los días del año, aunque esta vez no es una deidad quien quiere sangre. ¿Cuál es la diferencia entre decapitar un búfalo y darle con un mazo a una res o electrocutar a un cerdo?
El signo más evidente de la culpabilidad que siente el ser humano al maltratar a los animales es el uso constante de eufemismos, como “sacrificar” en vez de “matar” y “domesticar” en vez de “esclavizar”. Algunos se indignan ante el sufrimiento que se ve en la calle, pero no ante el que acontece detrás de cuatro muros (o uno solo, llamado “plaza de toros”). Después se impide (incluso por ley) que se denuncien casos de crueldad animal. Se admira la modernidad y eficiencia de mataderos industriales que matan cientos de miles de pollos, vacas y cerdos cada día. La estrategia de la industria alimenticia moderna es esconder y alejar este sufrimiento para que los clientes no se sientan culpables al comprar la carne empacada “higiénicamente” en una bandejita de plástico. Fácil, sin dolor. La vaca que termina en un plato nunca sintió el terror de estar enfilada hacia el matadero (video con imágenes fuertes). Algunas personas no se dan cuenta y muchas simplemente lo ignoran, porque nos enseñaron a priorizar la satisfacción de nuestras papilas gustativas.
Aunque quisiera, considero difícil un futuro en el que la comida no sea fruto de la violencia y el maltrato hacia otras especies porque considero que el simple hecho de matarlas, aunque hayan tenido una “buena vida” y una muerte sin dolor, es un acto violento (piense en un ser humano que ha vivido libre y feliz y es asesinado sin dolor, con un disparo por detrás). Pero me encantaría vivir en un mundo en el que la gente sea consciente de lo que pasa antes de que el pedazo de animal que se va a comer toque su plato y que la simple satisfacción de sus papilas gustativas no sea excusa para ignorar actos que en otro contexto consideraría crueles e “inhumanos”. Hay mucha información disponible hoy en día, otra cosa es que simplemente no le importe. ¿Lo sigue encontrando difícil? Como decía un profesor que tuve: “ante la duda, deseche”.