Pecar es bueno

Pecar es bueno

"Si no existe el deber de comportarse de manera responsable, cualquiera de nosotros sería un perverso. No sentiría culpa"

Por: Fernán Avid Medrano Banquet
mayo 05, 2017
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Pecar es bueno
Foto: Pexels

Decir que pecar no solo es bueno, sino que además es necesario, para los religiosos puede parecer un chiste de mal gusto, o una blasfemia, o un pecado. Para los ateos, una cuestión baladí. Considero que valdría la pena que todo el mundo se detuviese a observar este asunto, tanto ateos, adiósicos y creyentes. Convoco a Raimundo y todo el mundo a mirarlo. No obstante, cada quien lee lo que más le llame la atención, y no cuento con la disposición de retener en mi texto a un lector en contra de su soberana voluntad, porque yo sí aprecio en su justo valor el derecho a la libertad. No estoy invitando a una prostitución total de la sociedad, sino a una reflexión.

Ya me imagino a más de un fanático del ateísmo o de la religión despreciando el presente artículo. A lo mejor, me estarán condenando a ser quemado en la quinta paila del infierno. Por fortuna, Dios no es ellos, ni siquiera es como ellos. Hay quienes hacen una proyección de la imagen del dios personal y luego la muestran como si ese pálido reflejo suyo fuera Dios. Le atribuyen sus defectos a Dios.

Por supuesto, Dios no es un ser aburridor. Dios debe de tener buen sentido del humor, su habilidad para crear chistes estará por encima del ingenio de los ingleses. Algunos religiosos lo presentan como a un ser amargado, cuando en realidad los desagradables son ellos. Piensan por Dios y hasta le ponen palabras en su boca. A Dios no le importará demasiado el título del presente texto.

Pero volviendo al tema central que nos atañe, se preguntarán ustedes por qué digo que pecar es bueno. Creo, con lugar a dudas, que una persona libre de culpas puede convertirse con facilidad en un peligro para la sociedad. Hablo de la culpa no patológica, es decir, la responsabilidad, que es la culpa sana.

Si no existe el deber de comportarse de manera responsable, cualquiera de nosotros sería un perverso. No sentiría culpa y es probable que no llegara nunca a experimentar remordimientos; un individuo de estos jamás buscará el arrepentimiento, ni la reparación y la no repetición del daño causado.

Cuando una persona no incurre en faltas morales, juzgará que es un súper hombre, pues está cerca de la santidad. ¿Qué le impide creerse Dios en su pueblo y su valle como el poeta Raúl Gómez Jattin? La gente muy virtuosa está próxima a la más viciosa. Entre un asceta y un perverso no hay mucha distancia, porque ambos individuos están en los extremos de la castidad y la degeneración. Y ya se sabe que los polos se atraen; en este caso se unen por la espalda. Lo ideal sería dejar de pecar, pero eso es una utopía, imposible. Así que lo mejor es no caer en el autocastigo y aprender a perdonarnos a nosotros mismos y a los demás, como decía Borges.

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