Usualmente se afirma con razón que los problemas de la vida en las ciudades son “estructurales”; de ese enunciado se desprende que son tan complejas y arraigadas las afugias que solo en el largo plazo y con costosas inversiones se puede avanzar en mejorar la sostenibilidad urbana; también esa afirmación es cierta, aunque en algunos casos matizable desde el punto de vista de que muchas veces se adelantan grandes inversiones sin que necesariamente se mejoren las condiciones de hábitat y movilidad de las poblaciones.
Las problemáticas planetarias de la sostenibilidad se traducen cada vez más en afrontar la crisis urbana; asuntos como la adaptación al cambio climático, la transformación de la matriz energética, el tratamiento de las violencias, el abordaje de las migraciones crecientes, la superación de la inestabilidad económica y política en nivel de continentes y estados nacionales, son asuntos que pasan por las políticas de rehabilitación de los tejidos de ciudades. Con ese panorama ¿Cómo avanzar en la rectificación urbana?, ¿qué es lo que hay que habilitar en las ciudades?
En algunos casos, para avanzar lo que se requiere es transformar mentalidades, paradigmas muy arraigados entre las ciudadanías y las instituciones, entre las cuales se sitúa, por ejemplo, aquel referente ya manido de que hay que arreglar y ampliar las calles para que circulen más carros y de formas más rápidas. También se afirma recurrentemente en Colombia, la necesidad de ampliar la oferta de transportes colectivos, a pesar de la evidencia de su mal funcionamiento y de que casi todos los sistemas de transporte masivo, están quebrados y no son sostenibles.
Metros, trenes de cercanías, transportes articulados, son una política necesaria en la medida en que se amplían áreas metropolitanas y se configuran núcleos de regiones muy urbanizadas; sin embargo, un elemento de la vida urbana poco desarrollado, se inscribe en las alternativas de espacios públicos para la movilidad como son andenes, calles peatonales, ciclorrutas, parques e infraestructuras próximas que piensen el habitar desde el punto de vista del paradigma de encuentro ciudadano, del mejoramiento de las condiciones de salud y de la generación de una nueva ecología urbana que posibilite afrontar las radicales afectaciones y riesgos que se vinieron con el calentamiento global y los efectos de la contaminación desbordada. e
Preocupa que las agendas urbanas que se vienen promocionando por parte de los nuevos gobiernos que asumen a partir del primero de enero del 2024, están muy embelesadas con las grandes obras, pero no acusan suficiente recibo de las nuevas condiciones de sostenibilidad de la vida en las ciudades, cuando entre sus principales retos está adelantar nuevas formas de adaptación territorial a los requerimientos de subsistencia biorregional. En ese sentido, una alternativa necesaria y alcanzable en el corto plazo, con la participación de la gente como eje integrador del bienestar común, pasaría por trabajar en ampliar los andenes y calles peatonalizadas, así como construir ciclo vías y ciclo rutas que permitan una rectificación estratégica en los procesos de movilidad y ecología urbana.
El eje del bienestar común pasaría por ampliar andenes y calles peatonalizadas. construir ciclovías y ciclorrutas que permitan una rectificación estratégica en los procesos de movilidad y ecología urbana
Se trataría de darle un impulso a la industria de la movilidad por tracción humana, bicicletas y otros mecanismos, buscando disminuir la superpoblación de motocicletas y automóviles que tienen énfasis en el uso de combustibles fósiles, para darle oportunidad al transporte público para grandes tramos y a las posibilidades de encuentro cívico en el espacio común, desconcentrando y descentralizando las dinámicas de vida en la ciudad. Recordemos que si algo está afectando la existencia citadina es su falta de relatos y prácticas comunes, de encuentro y solidaridad.
Se trata de privilegiar la creación de espacios para la gente y para una habitabilidad que nos reencuentre con los ecosistemas que moramos, tan deteriorados por las malas prácticas en nuestros procesos de poblamiento, llevándonos hacia nuevas cadenas virtuosas de interacción urbana. Ya sabemos que la tendencia, un tanto ciega en el campo de la política pública, es invertir en viaductos y sistemas de alto consumo de energía. Quizás la alternativa sea ampliar la caminata por la ciudad, promover la marcha a pie en pequeñas distancias y tal vez sea necesario aprender de los movimientos urbanos de biciusuarios, sacar la bicicleta, comprarla si no se tiene; se puede, aun en medio de riesgos evidentes en las vías y en los lugares de encuentro, por accidentes, robos, estridencias; quizás si aumentan los peatones y ciclistas, no se podrá ocultar o soslayar que sí hay opciones y que siendo incluso complementarias, son menos costosas y onerosas que las fórmulas que se están proponiendo y poniendo en marcha.
Para los nuevos gobiernos es bueno recordar que las ciudades que brindan espacios para caminar y ciclovías, acaban teniendo una población más saludable y eso se puede lograr con la implementación de urbanismos menos costosos, con el plus de que se amplía el concepto de ciudadanía, de gestación y apropiacion de lo común urbano. Es cuestión de promover con persistencia una nueva agenda de peatonalizar, andenear y bicicletear.
