Los acuerdos alcanzados hasta ahora por la mesa de La Habana, han desatado una ola inmensa de esperanza en el pueblo colombiano y en el continente. La posibilidad real de terminar la confrontación armada de más de 50 años entre Estado y FARC-EP, será sin duda uno de los hechos históricos más importantes de este siglo. Significará el antes y el después del conflicto armado, que no podemos dejar pasar sin hacerlo nuestro y convertirnos en los reales propietarios e interesados en que se haga realidad y termine para siempre la larga noche de horror y guerra que ha vivido esta patria.
La paz como derecho constitucional y deber de obligatorio cumplimiento por parte del Estado, es el resultado de una conquista histórica de la humanidad; de ahí que sea un deber no solo estatal su garantía, sino el imperativo ético y el deber inaplazable de todo ciudadano, constituyente primario y soberano, velar por su realización y concreción. Nos llaman los caídos y desterrados, los desaparecidos y torturados, los prisioneros y excluidos, los millones de víctimas que ha causado la guerra, a apoyar los acuerdos de La Habana para que pasemos la página del odio y el dolor.
Es nuestro deber llevar a todos los rincones de Colombia los acuerdos, por medio de una amplia y participativa pedagogía de paz, y hacer del Acuerdo general para la terminación del conflicto una realidad histórica irreversible e inaplazable, un verdadero carnaval y fiesta por la paz. Es el compromiso de todo demócrata poner su grano de arena para alcanzar la paz, por más imperfecta que sea, convenciendo a los escépticos e incrédulos y hablándoles de la importancia e impacto positivo que tendrán los acuerdos en la sociedad, la economía, la cultura, el trabajo, la vida misma de todos, porque la paz no tiene ni tendrá tintes políticos, es una conquista de la humanidad.
Estamos ante un nuevo momento político en el país, que abre una compuerta gigantesca para la apertura democrática; el fin de la guerra; el cese bilateral de fuego y hostilidades definitivo; y la firma del Acuerdo general, que rubricará el último día de guerra en Colombia.
Pero el compromiso en favor de la paz no termina con la firma del Acuerdo general, por el contrario queda un largo camino por recorrer. El desarrollo e implementación de lo acordado nos implica a todos, Estado, instituciones y ciudadanía. Lo acordado debe ser refrendado para que tengamos la legitimidad mayoritaria del constituyente primario, y poder seguir la construcción de la patria grande e incluyente, democrática y justa.
Por eso es de vital importancia lanzarnos de lleno desde cada uno, desde el colectivo, la organización, el independiente y el sin partido, hasta los partidarios y movimientos sociales, en la gran tarea de refrendar con millones de SÍ, los acuerdos de La Habana.
Sabemos que acechan los heraldos de la guerra y amenazan con hacer de los acuerdos no el anhelado triunfo de un pueblo que quiere abrazar la paz y la reconciliación, sino la derrota de una fuerza política como si el derecho a la paz fuera un asunto de partidos. No tenemos otro camino que recorrer diferente a la defensa de los acuerdos en un gran movimiento nacional en favor de la paz, por más imperfecta que sea, porque sabemos que es a ella la que más teme la extrema derecha.
@Otohiguita