Para nadie es un secreto que Yo soy Betty, la fea es un ícono de la televisión colombiana; lo es tanto que no solo ha sido doblada a 25 idiomas, sino que se ha adaptado un número similar de veces en países tan disímiles como Egipto, Israel, Rusia o Filipinas. Además, lo sigue demostrando hoy: en medio de la pandemia por la cual atraviesa el mundo, lleva casi 4 meses en el top diario de los diez títulos más vistos en la plataforma digital Netflix en Colombia.
Y todo eso lo sigue logrando la novela de Gaitán, que hoy, más de 20 años después de su estreno, pareciera fuera de contexto para temas tan controversiales como las relaciones laborales, el acoso laboral o la igualdad de género. Más cuando no se puede dejar de lado un personaje que lidera en redes sociales un sinnúmero de memes, que genera mucha risa entre los espectadores y cuyo nombre seguramente todos los colombianos reconocen: Patricia Fernández.
Aquella que para muchos es tan solo “la peliteñida” o la “que estudió 6 semestres en la San Marino”, es realmente un fiel reflejo de lo que una sociedad desigual e inequitativa representa. De acuerdo al Foro Económico Mundial, entre 82 países, Colombia es el número 65 en desigualdad social, en pilares tan vitales como salud, educación, acceso a tecnología, condiciones de trabajo y protección social. Esta penosa ubicación es la que permite inferir que Patricia Fernández, ese personaje que parece de ficción, no es más que un reflejo de la realidad.
Un reflejo de los estudiantes que aplazan sus estudios para nunca terminarlos por no contar con los recursos económicos para hacerlo, de la clase obrera explotada y maltratada, de las mujeres que aun hoy siguen siendo víctimas de acoso laboral y sexual, y de quienes soñando en grande pero no encuentran ninguna oportunidad para salir del abismo en el que la sociedad los ha marginado. Esa realidad de Patricia Fernández es la que los gobernantes deberían combatir.
Sigue siendo increíble que un país tan rico en biodiversidad sea tan desigual y, peor aún, que eso solo sea motivo para reírnos. Ojalá que alguien con poder de verdad comprenda que hay que hacer algo por los millones de colombianos que hoy bien podrían (o podríamos) llamarse Patricia Fernández.