Hace 10 años tuve el gozoso privilegio de acompañar al Teatro La Candelaria en sus presentaciones en México, en Chiapas, en las tierras mayas del sur. Presentaron NaYra, una creación colectiva, dirigida por el maestro Santiago García y con la asistencia de la maestra Patricia Ariza, obra sobre el roto espejo de la memoria y los mitos que habitan nuestro cuerpo y nuestra alma corporal mestiza: nuestro mestizaje sagrado.
Ahora tengo el gozo de ver a La Candelaria en su retorno a México, tras diez años de ausencia. Presentaron la obra Soma Mnemosine: el Cuerpo de la Memoria, una creación colectiva, con la dirección inspirada de Patricia Ariza. Es una conmovedora pieza sobre el cuerpo escrito por la memoria del dolor de los ausentes. Pero también por la memoria resistente de la fiesta. Se presentó primero en el Teatro Orientación, de Ciudad de México. Y luego en Ciudad Juárez, en la frontera norte, la tierra tarahumara rarámuri, tierra que guarda la memoria de las herencias de Pancho Villa y sus dorados, memorias épicas que algunas gentes desearían olvidar y borrar del legado común: es un bandido, nos decían hace unos años que estuvimos en Chihuahua, haciendo la performance Pasarela. Pero otras gentes, como el altísimo conductor de botas texanas y ancho cinturón de hebilla de plata que nos llevaba de uno a otro lugar, se emocionaban al oírnos cantar los corridos que guardan para siempre esa memoria de desmesura y rebeldía: “Estos colombianos se saben los corridos que aquí ya los esquincles ni recuerdan ni cantan”.
La frontera norte sigue siendo un territorio atormentado por la guerra. Ahora por la mal llamada guerra de las drogas, que es también una guerra de despojo de tierras, de ejidos, de propiedades comunales. Y de explotación de las maquilas en que trabajan en jornadas dobles miles de mujeres. Muchas de ellas, luego de su extenuante trabajo, camino de casa, son víctimas casi invisibles del horror incesante de los feminicidios. Crímenes atroces que llevan a las madres a deambular por los estrados judiciales en busca de sus hijas, en demanda de justicia, sin otra respuesta que el silencio: la justicia negada. Justicia negada llamó el grupo Telón de Arena a su conmovedora obra sobre las muertas de Juárez. Telón de Arena y su directora Perla de la Rosa organizan el Festival internacional Teatro sin Fronteras, donde se presentó en esta bella tierra norteña La Candelaria, con Soma Mnemosine: el Cuerpo de la Memoria.
En NaYra el espacio teatral era una escena octogonal que emula la forma interna de una maloca y sitúa al público en rededor de la acción escénica. En Soma Mnemosine La Candelaria se sale del escenario para tejer, en toda la casa del teatro, el mito y los lenguajes que conforman la obra: la casa como símbolo de la memoria. La casa como mito que contiene la memoria. Y los lenguajes que relatan los cuerpos que la habitan. Los cuerpos escritos por la vida vivida. Los cuerpos escritos por el dolor y por la fiesta. Una investigación sobre el cuerpo en estado de júbilo y de duelo -dijo Patricia Ariza, su directora- es la fuente de este poema teatral multifónico y luminoso.
Soma Mnemosine es un viaje por el cuerpo de la casa: los espacios de la casa, del teatro. Y, al mismo tiempo, un viaje por los cuerpos del dolor: la memoria de la guerra colombiana escrita en los cuerpos de los ausentes y en el cuerpo de las actrices y los actores que la reescriben en el corazón y la piel del público presente. Y un viaje por la fiesta como resistencia y memoria. Memoria poética de múltiples lenguajes: instalaciones de objetos que guardan la historia privada del amor y de la muerte violenta del ausente, historia que es también la historia colectiva, compartida y silenciada, invisibilizada, negada. Canto vivo: voz y acordeón: homenaje a Brecht y a Kurt Weill: Die Moritat von Mackie Messer: La copla de Mackie Navaja. Y canción vallenata de la partida: “si acaso yo no regreso más por aquí, díganle a Diana, si viene, por qué me fui…” Vallenato cuyo motivo musical se vuelve leitmotiv de la secreta estructura musical de esta obra de amor y desgarramiento del alma memoriosa que canta. Canto y voces de la memoria del espanto que resuenan en parlantes portátiles que portan los ejecutantes: la propia directora y actriz, Patricia Ariza. Y César Amézquita, el actor, que representa a un muerto que ha despertado de la muerte para contarnos que está muerto y se ha puesto aceites esenciales para hacerse presente, ante nosotros, en la casa: ¿cuál es la pregunta? El cuerpo es la respuesta, nos dice. La poesía verbal de los parlamentos de sus personajes, es otro de los lenguajes de esta obra. Y los personajes que dejan de ser personajes para ser los ejecutantes mismos que los representan: teatro de la presentación, de la memoria personal del actor y de la actriz: auto-referencias que usan pantallas de video y la presencia viva del actor y las actrices que desnudan su alma ante cada espectador que les acompaña al lado, de pie, con su corazón en la mano. Danzas inspiradas en el Butho y en la danza contemporánea. Proyecciones de video sobre los muros en los que el propio maestro Santiago García nos da la bienvenida. Y luego el video que se proyecta ante nuestros ojos en la sala del teatro a la que entramos y nos sentamos después de recorrer el teatro-casa: el teatro vuelto casa y cuerpo en este viaje a pie por el cuerpo de la memoria, la memoria antes silenciada y ahora viva y resonando en el corazón del público y en sus cerebros como poema visual, performativo, plástico, actoral, escénico, dancístico, videográfico, musical.
Un viaje compuesto de diversos cuadros que nos ponen ante los ojos y ante la respiración de nuestros cuerpos, todo el cuerpo de la nación escrito por la guerra y por las pérdidas de la guerra: los familiares, los amigos, los proyectos políticos, el sueño de otro país posible: justo, digno, en paz. Pero escrito también por la resistencia y la fiesta. La obra misma es una fiesta poética de la resistencia. Una fiesta de la memoria viva. Un amoroso grito en todos los lenguajes de la poesía.
Originalmente la obra fue compuesta sobre los espacios de la casa misma del grupo de Teatro La Candelaria, en el tradicional barrio de La Candelaria, en Bogotá. Ahora, en México, la directora con su grupo encuentra las equivalencias entre los espacios originales de la casa de La Candelaria y cada lugar donde se presentan, sea un teatro a la italiana como el teatro Orientación en Ciudad de México o una casa vuelta teatro como el Teatro Telón de Arena en Ciudad Juárez. En el Orientación la obra empezó en el foyer del teatro. Allí instalaron en un muro la ropa, las fotografías y los objetos personales del personaje que nos presenta la actriz Carmiña Martínez. En otro muro hicieron las proyecciones de video en las cuales nos saluda el maestro Santiago y el actor Fernando Mendoza presenta sus preguntas: ¿cuál es la razón para que yo esté aquí? Y el personaje silencioso de Poli Hernando Forero nos habla desde su camilla de muerto. Y el foyer todo, el espacio en el que luego la actriz Nhora González, entre el público, hace su escena de cabaret brechtiano cantando Mackie Messe, acompañada por el acordeón de Poli y la danza de César Amézquita y por la directora Patricia que levanta cerca de nuestros oídos su parlante portátil y nos hace escuchar su voz grabada y los testimonios vivos y la música de resistencia y memoria de cruentos hechos de nuestra vida colectiva.
En la conversación con el público, luego de una de las presentaciones de Soma Mnemosine en el Teatro Telón de Arena, en Ciudad Juárez, el actor César Amézquita reveló que el desafío para el grupo en la creación de esta obra era acosar el teatro con múltiples dispositivos escénicos y técnicos como videoproyecciones, pantallas de televisión, parlantes personales de audio y el uso de otros lenguajes como la performance, la instalación, el cabaret, la danza butho o las telas de circo, así como trabajar en el espacio de toda la casa. Ese desafío fue una propuesta de la directora al grupo, para trabajar colectivamente en su exploración del cuerpo en estado de júbilo y de dolor. Y para hacer, al mismo tiempo, un homenaje al maestro Santiago García. Con el maestro García la directora graba un bellísimo y conmovedor video que cierra esta innovadora creación. Un video que muestra el inmenso actor y poeta de la escena que es el maestro García. Los textos del maestro en este video, escritos por la directora para él, para su iluminada actuación ante la cámara, condensan la poesía verbal y temática de la obra: las memorias de la guerra y de la fiesta como resistencia a la guerra están escritas en nuestros cuerpos. Desde el comienzo de la obra fragmentos de los parlamentos del maestro en este video son citados en uno u otro momento por los actores y las actrices: esas citas anticipadas funcionan como otro leit motiv dramatúrgico que, al modo musical de la anticipación y de la reiteración del tema con variaciones, es otro hilo de oro de la unidad de este fresco poético renovador del lenguaje teatral y de nuestro amor por la paz y por este cielo y estos suelos atormentados y felices.
La conversación al final de la obra giró también sobre los temas de la obra. Y llevó al público a hablar de la realidad actual de México. Dijo una joven: “aquí, en Juárez, el gobernador dice que no pasa nada, pero la semana pasada aparecieron los cuerpos de otras dos jóvenes asesinadas. Y esto no es sólo aquí, en la frontera. En Jalisco, en el centro del país, las noticias mostraron ayer dos trailers refrigerados con 400 cadáveres sin identificar. Ya no cabían en las morgues de Jalisco y entonces los funcionarios contrataron esos trailers para guardarlos. Pero esos dos trailers se vuelven para muchos, inmediatamente, solo una noticia más. Es como si dijéramos: Ah, otros muertos. Nos hemos vuelto insensibles. El teatro de ustedes me ha hecho pensar. Y llorar.”
En Ciudad de México, luego de la presentación en el Teatro Orientación, el maestro Jaime Chabaud, admirado dramaturgo y editor teatral mexicano, y un generoso y hospitalario amigo, escribió en el diario Milenio una emotiva columna -La Candelaria en México-. Dice allí que Soma Mnemosine: “en estos momentos de guerra en México nos viene como anillo al dedo, para saber por lo que estamos pasando y no vemos y se calla, para saber lo que nos espera si no ponemos el cuerpo como acto de resistencia. El cuerpo personal y el cuerpo social unidos por el dolor y la fiesta expuestos como un mosaico fragmentario, un caleidoscopio, que teje y desteje lo que ha significado y significa la tragedia de la guerra.” (Se puede leer el texto completo del maestro Chabaud en el link: http://www.milenio.com/cultura/la-candelaria-en-mexico).
Ver Soma Mnemosine entre el público de México ha sido un privilegio que me ha hecho pensar: a México lo hermanan con Colombia tantos rasgos vitales, por ejemplo: la música popular. Como lo recuerda el maestro Vicente Mendoza en su libro La Canción Mexicana: “las canciones mexicanas son mexicanas, cubanas y colombianas.” Nos hermanan también la tragedia de la guerra. Escuchar los comentarios del público al final de esta obra de La Candelaria y sentir los corazones conmovidos, hasta el llanto, me llevó a recordar que desde La Vorágine y su memoria poética del genocidio de los pueblos indígenas en la explotación cauchera, y quizá desde antes de La Vorágine, las artes en Colombia cultivan el tiempo de la poesía persistiendo en rodear poéticamente con la ficción la cruenta vida colectiva que hemos vivido y que la historia oficial silencia o niega. Así como el gobernador mexicano que citó la joven niega los feminicidios en Juárez. O como lo hacen ahora nuestros gobernantes con el genocidio diario de líderes sociales: no hay causas comunes, dicen; no vemos ningún plan de exterminio, repiten. Pero los asesinatos no cesan. México también ha hecho antes con su memoria colectiva una poesía vital que ha influenciado nuestra América, con su cantío, con sus corridos épicos, con su literatura. Y ahora empieza a recrear poéticamente la tragedia que vive. También ahora en Colombia hacemos un arte que se pregunta por la guerra y la diaria muerte violenta, un arte que entrega su poesía a la vida: resistimos a la muerte violenta con la fiesta de la vida, porque trasformar el dolor en poesía es necesario para perseverar en la existencia, para rearmar nuestros cuerpos y levantarnos de la barbarie incesante con la fuerza profética de la poesía, una poesía rebelde y resistente que nos interpela en todos los lenguajes: en el teatro, en la literatura, en la danza, en el cine, en el video, en la canción, en la música, en la pintura, en el poema. Un gran poeta colombiano, a quien al igual que a Gabriel García Márquez en México lo sienten como suyo, Porfirio Barba Jacob, nos llama desde su canto a levantar contra la muerte coros de alegría.
Ante el silencio cómplice de la historia oficial hemos necesitado transmutar en actos de cultura, en documentos de arte y memoria poética, los hechos de la barbarie y las acciones vitales de la resistencia, para reconocer la verdad y las causas de lo que hemos vivido.
Para reconocer nuestra vitalidad y la fuerza de nuestro amor por la vida y para reinventar el sentido sagrado de la muerte, nunca como ahora necesitamos de obras como Soma Mnemosine: obras de arte que iluminen las horas tremendas y definitivas que vivimos, obras que ayuden con su poesía a fortalecer la decisión y la acción ciudadana para construir la paz con arte y amor, con educación e inteligencia, con generosidad y con fiesta, e impedir que los delirantes tejedores de la muerte nos impongan, falsamente, en nombre de la democracia de Colombia y de América Latina, una guerra fratricida.
*Director Maestría en Escrituras Creativas
Universidad Nacional de Colombia
Director Tramaluna Teatro
Teatro La Candelaria llega a México