Qué poco sorprendente. Ahora, cuando parece avanzar el intento de configuración de una estrategia de paz, todo lo que se realiza es, por poco, una exposición al mal, cualquiera sea la propuesta o aproximación que se realice. No se analiza, solo se desconceptualiza lo que uno y otro digan, planteen o expresen.
Y, a pesar de que el proceso es uno solo, tiene un hilo conductor que permite avanzar o detenerse, de acuerdo con que el momento se halle en un pico de guerra u otro de diálogo; pero el proceso como tal, como estrategia estatal se encuentra como única alternativa. En pocas palabras, lo realizado por un gobierno es, sin duda, lo que debe mejorar, perfeccionar o, en veces, desmontar el siguiente; pero el Estado sigue siendo el mismo, con agentes diversos y pensamientos diferentes, en ocasiones, contrapuestos. Muy normal.
Es por esa razón que la crítica sin cuartel a lo que hoy se realiza y que, por supuesto, es lo que se aproxima o se aleja del anterior no tiene sentido alguno. Digámoslo así: si no hubiese sido por el Plan Colombia, inicialmente un proyecto con gran contenido social y que se convirtió en componente de mayor potencialidad de seguridad pública, de recuperación de la fuerza pública —que se encontraba en postración—, no se hubiera podido configurar la ‘seguridad democrática’; pues con la fuerza pública en postura, nada se hubiese podido hacer. Otra cosa es que haya terminado gracias al ‘articulito’ de la reelección presidencial en fines de poca monta institucional; empero, una política colaboró a la otra. Sin duda.
El proceso, se insiste, es uno solo, pero no únicamente en pico de fuerza; es evidente, otro punto de inclinación es al diálogo, la negociación y así, no es raro —y por qué ha de serlo— que se presenten momentos para el debate; una exploración sobre la posibilidad de racionalizar el conflicto es siempre oportuna. ¿Cuál la razón para que no se presentara y, cuál para que vergonzantemente se excluya en su existencia?
¿Será acaso expediente de vergüenza que en época de López Michelsen, se actuara para concluir toda expresión de violencia, cualquiera fuera los actores, pero teniendo en cuenta que los orígenes de la noche oscura debían tener punto de no retorno? ¿O, que en el cuatrienio Betancur, el propio presidente se hubiese aproximado al M-19 fuera del país? ¿O, que en la de Barco se hubieran realizado tantas y tantas acciones de reinserción, de reincorporación, en ocasiones exitosas? ¿O, en la de Pastrana, para estar conformes con que recibió un mandato por la paz, la asumió hasta producir efectos de interés, como fueron los elementos de esencia de una posible negociación o diálogo o, el acuerdo humanitario, en donde se alcanzó la libertad de más de 380 miembros de la fuerza pública?; ¿o, la producción de encuentro para el Estado, con relación a los denominados paramilitares, en la doble posibilidad de Uribe?
Entonces, ¿qué hay de raro en que, por el contrario, quienes reflexionaron por la tranquilidad y sosiego públicos frente a la subversión, no lo hicieran con la contraparte de los mismos? ¿Será que no hubo un incentivo de inspiración en la administración Barco para estudiar los difíciles problemas con el narcotráfico y, pensar en alguna incruenta solución, que al final no llegó? ¿O, en la de Pastrana para alcanzar de forma necesaria una salida con las autodefensas? ¿Qué de raro o vergonzante? Y, menos raro que en el doble cuatrienio Uribe se hayan intentado acercamientos con las Farc? No siento estupor por ello; lo raro sí —cosa diversa—, es que se niegue o, que existieran planes de ‘convencimiento’ poco convencionales y decentes. Me niego a creerlo.
La razón es una sola, señoras y señores, todos, todos, incluidos los agentes del Estado son ‘p’artes del conflicto.
Son los riesgos del poder, dimensiones en su ejecución; fines del Estado, entre otros, la seguridad, la tranquilidad, públicas, hoy de mayor atención, pues la paz se ha erigido como un derecho y como un deber constitucionalmente obligatorio. Ninguna distracción: en el ejercicio del poder, no pueden aceptarse las patrañas[1].
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[1](De pastraña).1. f. Mentira o noticia fabulosa, de pura invención.R. A. E. derechosreservadoshttp://lema.rae.es/drae/?val=patra%C3%B1a