Raymundo Gomezcásseres es una especie de mito que se ha ido configurando con su propio rigor y seriedad. Más allá de sus historias de disciplina, propagadas con las exageraciones que acrecientan la leyenda, está esa virtud de llamar a las cosas por su nombre con una impetuosidad que marca sus esencias. Así, no lo dudo, ha llevado su vida como una perfecta manera de educar con el ejemplo. La coherencia no le cansa. No negocia aquello que considera de la más elemental pulcritud. Quizá, por eso, cuando recibí este texto tuve un ligero atisbo de querer que otros sepan lo que él piensa. Vino entonces a mi mente, la lectura de la novela titulada Liquidación, del escritor húngaro Imre Kertész. Allí encontré la más sencilla definición de editor: alguien que lee algo, le gusta y lo publica. No existen otras razones para darle esa voz hoy a Raymundo Gomezcásseres, quien con la prisa del desesperado envía un texto, que espera otros lean, más allá de los autores que se puedan mencionar o las obras que se evoquen.
Dejo el texto del maestro Raymundo Gomezcásseres como una muestra de esos pensamientos que hacen falta y que (todo parece) seguirán haciendo falta.
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Por Raymundo Gomezcásseres
Hace pocas horas recibí como ‘reenviado’ el mensaje que un escritor muy conocido dirigía a unas doscientas personas pidiéndoles el “favor especial” de escribir a un sitio web votando a favor de una novela suya como “la mejor” de las traducidas por cierta editorial alemana, de modo que pudiera completar el número de votos necesarios para “ganar” como tal en la colección que la incluye. De ser así obtendría ciertos beneficios editoriales que le garantizarían un posicionamiento privilegiado en el mercado editorial europeo. Pregunta: ¿cuántas de las personas que recibieron (o replicaron) el mensaje, han leído la susodicha novela como para votar a favor suyo en un mercado literario tan exigente como el alemán? Se necesita carecer por completo del sentido del ridículo, o encontrarse en un grado muy alto de la megalomanía delirante para cometer semejante disparate, sobre todo considerando que nuestro personaje tiene indudables méritos como persona seria, escritor, e intelectual. Tanto así que algunas de sus obras han sido publicadas por importantes editoriales nacionales y extranjeras. Sin embargo, y siendo ecuánime, también existe la posibilidad de que esa conducta sea correcta y muy ajustada a las exigencias de cierto marketing editorial tan de moda ahora, y por lo tanto mi opinión sea irrespetuosa, y provocada por mi desconocimiento de las dinámicas que privan en ese ámbito, o por mi falta de relaciones (sociales y comerciales) en tan distinguido e ilustre medio. De ser así no deja de inquietarme también el hecho de que en Europa las cosas se estén haciendo de esa manera. Que ocurra en Colombia, pase; acá ya estamos acostumbrados a eso y a cosas peores… ¿Pero allá? Por eso me viene a la sesera otra pregunta: ¿no equivale el asunto a lo que sucede en ciertos reality shows, por ejemplo, Desafío de súper humanos, o Yo me llamo, en los cuales la final se decide por los votos de los televidentes? La gran diferencia está en que en dichos casos los votantes se tomaron la molestia de seguir todos los episodios del espectáculo. Pero, ¿votar por un libro que no se ha leído, o lo que sería peor, del cual a lo mejor ni siquiera se tiene noticia? La situación también me recuerda ciertos certámenes de belleza. Sin embargo, falta lo más grave por decir; es esto: nuestro autor reconoce que su novela se encuentra en el puesto diecisiete (¡?); hay que abonarle ese tic de honestidad. Su demanda de votos es para ubicarse entre los diez primeros. Hay que estar muy desesperado por figurar para hacer algo así. ¿En arte se llega a estar entre los mejores, o a ser el mejor por votación popular? ¿Cómo sabría un eventual ‘sufragante’ que no ha leído el tal libro, que no está desconociendo los méritos de cualquiera de los que están mejor posicionados? No quiero pensar, (aunque si lo digo es así), repitiendo una palabra acuñada por el flamante expresidente del Congreso de la República, el graduado en primaria y validante de bachillerato Luis Ernesto Macías, que la “jugadita” del escritor no es más que un ‘pataleo de ahogado’ para sobrevivir en un medio que Voltaire describió hace varios siglos con estas hermosas y urticantes palabras: ‘donde florecen las artes, devoran a los hombres más envidia, cuidados e inquietudes que azotes soporta una ciudad asediada’. Valiéndome de una tal vez inusual prolepsis ante cualesquier posibles reclamos defensores, termino mi escrito diciendo que las palabras de Voltaire también aplican para mí.