Un "Pastorcito" oriundo de Barranquilla, que promueve la religión de la prosperidad, y que tiene ganancias familiares netas mensuales de 200 millones, por cuenta del diezmo de su rebaño, se ha constituido en un verdadero problema a todos los niveles (no solo de orden público, como lo señalo Orlando Oliveros en su última columna), para la ciudad de Cartagena.
Comparto con Orlando que hablar de él es hacerle el juego, darle publicidad gratuita, darle más importancia de la que tiene. Esta es (espero y toco madera para que así sea) la única y última vez que me referiré a este señor.
Es muy fácil burlarse de él, hacerle bulling social, sacarle memes, compararlo con Regina 11, reírnos de su cara de perverso, de esa sonrisa de Guason (el malo de las películas de Batman).
Es muy fácil menospreciar su prepotencia de matón de barrio, alzar la ceja y seguir de largo ante su alianza política con la ultraderecha guerrerista de Colombia.
Es fácil, muy fácil burlarse de la multitud de pendejos que le entrega todo su sueldo.
Media ciudad se ha burlado de Arrázola.
Pero ya el chiste dejó de tener gracia.
No seamos injustos, Arrázola no es el problema, él problema son los más de 86 mil fanáticos que apoyan y aplauden su prédica homofóbica, del odio, del insulto, de la violencia, del irrespeto, de la impiedad, de la total ausencia de misericordia y amor por el prójimo.
El problema es la multitud que aplaude su predica barata de culebrero de pueblo, de ilusionista que se lleva el botín antes de que el público pestañee. El problema es el rebaño de bobo tontos que apoya sus amenazas, que tienen más un tinte de paramilitar uribestia que de pastor de almas.
¿Qué pensará Jesucristo de Arrazola? Me temo que si Jesucristo bajase en cuerpo y alma y descendiera sobre un servicio dominical de Arrazola, no habría guardaespalda "tabluo" que pudiese detener la destrucción desde los cimientos, de ese templo de vanidad, odio, hambre de poder, ambición, avaricia y codicia
Esa multitud crédula, alienada, ansiosa y necesitada de milagros, que harían cualquier cosa por Arrázola, es el problema, no él.
No hay diferencia alguna entre los seguidores de Arrázola: bien vestidos, perfumados, super chic, con la multitud de descamisados y asustados pasacaballeros que estaban seguros que un duende les tenía azotados el pueblo a pedradas, ni con la multitud histérica que hace 12 años intento linchar a una médica en San Francisco acusándola de brujería.
El cerebro es igual en todas las clases sociales, la mente cree cualquier cosa, y las neuronas acomodan la realidad a la visión de nuestros terrores y expectativas.
Las emociones filtran la realidad y la acomoda a nuestros deseos y miedos. Creer Crea. Y Arrázola lo sabe.
Parece un payaso, pero no lo es en lo absoluto, ese es el peligro. No lo menosprecien, no es tonto, no estamos ante un simple timador, estamos ante un hombre infinitamente hábil, extremadamente inteligente y peligroso, que sabe como manipular multitudes. Todos y cada uno de los miembros de su rebaño lo ven como su salvador y harán cualquier cosa por él. REALMENTE DA MIEDO.
Tan hábil es, que utiliza el evangelio del amor, para transformarlo en una espada de fuego de ira y de venganza, en baluarte de la guerra y la resistencia al proceso de paz, y en vitrina para lo más violento, cínico y corrupto de la ultraderecha del país. Nada más con eso deberíamos haber encendido todas las alarmas y habernos movilizado como sociedad para detenerlo.
PERO TODAVÍA ESTAMOS A TIEMPO DE DETENERLO.
Aplausos de pie para la valentía de Lucio Torres, en una ciudad de periodistas arrodillados, que venden el alma por las migajas de la pauta publicitaria, encontrar esta dignidad solitaria me reconcilia con el oficio más bello del mundo.