Pasto, ciudad creativa. Reconocimiento UNESCO a Pasto y sus creadores
*Se dirá que contribuimos a conformar risas y alegrías en muchas regiones de Colombia que vieron en nuestro carnaval la máxima expresión de ingenio y arte en Colombia entera. Que nuestros artesanos y artistas son únicos e inigualables. Que somos gente buena, culta, inteligente y progresista*
De Pasto se ha dicho, se dice y se dirá; es el sino de los grandes que jamás pueden pasar desapercibidos en las páginas de la historia. Se ha dicho que fue la cuna de Pastos y Quillacingas, de Tamasagra y Capusigra, de Gonzalo Rodríguez y de Sañudo. Que se opuso a la libertad, que defendió ciegamente una fe, una religión y a un lejano rey que gobernaba “allende el mar”. Que sus hijos son tercos como el que más, empecinados y obcecados cuando de defender sus ideas y principios se trata; pueblo de titanes que con un solo golpe de aco vencen cumbres y abismos. Que sus mujeres son fuertes y aguerridas para la guerra y el amor y que basta un puñado de ellas para que una causa se incline a su favor.
Se dice que están lejos de la patria. Que es una de las comarcas con mayor potencial turístico, que sus paisajes son, superlativamente, los más bellos de Colombia. Que el ingenio de su gente sobrepasa muchas veces sus propias angustias y necesidades. Que somos tenaces y que jamás damos el brazo a torcer. Que somos trabajadores y humildes, callados y reservados, analíticos y pensantes; pero también introvertidos y casi que a semejanza de su cerro tutelar, El Galeras, explosivos y temibles. Todo eso se dice.
Por supuesto que también se dice que somos simplemente un chiste en el concierto de la tragedia nacional. Una risa que se dibuja socarrona cuando se emplea el gentilicio “pastuso” para designar que algo o alguien es bobo, torpe o ingenuo. Eso se dice y se lo repite una y otra vez en los medios de comunicación que reparten maldiciones y bendiciones a los propios de cada una de las regiones colombianas. Se dice que somos creadores, artistas, artesanos, cultos, emotivos y dueños de una de las expresiones culturales más maravillosas del suelo americano. Y, ¡así es! Esta es una verdad que nada ni nadie lo puede negar. Nuestro carnaval, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, así lo demuestra.
Se dirá que contribuimos a conformar risas y alegrías en muchas regiones de Colombia que vieron en nuestro Carnaval como la máxima expresión de ingenio y arte en Colombia entera. Que nuestros artesanos y artistas son únicos e inigualables. Que somos gente buena, culta, inteligente y progresista.
Que somos dueños de una inventiva sin igual y que supimos sobreponernos a las dificultades haciendo gala de nuestro propio ingenio. Pero, por encima de todo, se dirá que somos la ciudadad carnaval de América, la ciudad encantada que cada año se da cita para hacer de la alegría el motivo principal de su gente y de quienes tienen la fortuna de visitarnos.
Que nada se parece a este carnaval —al que todos quieren parecérsele— y que somos el punto de referencia cuando se trata de invocar y evocar la risa, la alegría y el desenfreno general. Que somos dueños de esa creatividad que rebosa fronteras y pensamientos, que somos alegres y espontáneos al grito de un ¡viva Pasto, carajo! y alegres y dicharacheros al son de La Guaneña. Que nada se nos parece, que somos patria, que somos ciudad embrujo y fantasía.
Lo que siempre se ha dicho, se dice y se dirá es que nuestro carnaval no tiene parangón. Que el cachaco, el valluno, el paisa y el guajiro se sienten como en casa cuando se trata de “echarse un polvito” o de darse una “pintica”. O cuando en medio del jolgorio, con una risa dibujada en cada rostro y una dulce palabra en cada corazón se eleva una plegaria al cielo para gritar emocionados: ¡que viva Pasto, carajo! ¡Que viva el carnaval!
https://www.youtube.com/watch?v=hgcsEdSWg_4