Pastillas azules y rojas para este mundo real de ficción: ¿cómo valorar Matrix 4?

Pastillas azules y rojas para este mundo real de ficción: ¿cómo valorar Matrix 4?

Si bien las entregas anteriores lograron consenso sobre su rol revolucionario para el cine, hoy la gente no sabe si Matrix 4 fue buena o mala ¿por qué la duda?

Por: Cristian Gutiérrez Pinzón y Juan Camilo Ospina Deaza
febrero 24, 2022
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Pastillas azules y rojas para este mundo real de ficción: ¿cómo valorar Matrix 4?
Foto: Cortesía (xataca)

“Matrix Resurrections” llegó el 28 de enero a la plataforma de streaming HBO y completó la saga de largometrajes que se estrenaron desde 1999.

Ha pasado un tiempo desde su estreno en las salas de cine, de manera que podemos hacernos una idea de cuál fue su impacto y por qué su recepción es tan dividida.

Sin querer definir la intención de la película porque ni la misma Lana Wachowski podría contarnos con exactitud el mensaje que quiso dar (parafraseando a Jorge Luis Borges “ningún autor es dueño de su obra”) lo interesante en medio de tanta polémica es preguntarnos ¿por qué aquello que molestó tanto puede ser una pastilla roja pero también azul para leer de otra manera el presente siglo?

¿Qué se ha dicho de Matrix?

Mucho se ha dicho acerca de la película; quienes la defienden afirman que es una apuesta por lo queer o lo trans, que es una metáfora del capitalismo y de nuestra sociedad saturada de medios de información, que es un homenaje a la franquicia, a la vez que una parodia de sus películas anteriores y el cine actual.

Por otro lado, quienes la critican concuerdan parcialmente, pero afirman que no generó el mismo impacto que sus antecesoras, que fue una banalización de la obra, pues tanto sus escenas de acción como la manera como fue narrada poco sorprendió, más bien terminó por mostrar lo que pasa cuando se trae a la fuerza una historia emblemática en épocas de remakes, reboots y secuelas.

Por su puesto, esto último tiene sentido cuando se conoció que esta cuarta entrega solo tenía la participación de una de las hermanas, y que los ejecutivos de Warner Bros iban a realizar la película con o sin las autoras originales, de manera que una de ellas asumió la dirección.

Esto ocasionó al principio una tranquilidad, pero también gran expectativa pues ¿qué podría contarnos Matrix de nuevo? y ¿cómo podría sorprendernos?

Con todo lo ocasionado, la desilusión por parte de unos, la admiración por parte de otros, las pérdidas millonarias y las puntuaciones medias y bajas, existe un lugar común en la crítica: “Matrix resurrections es rara”.

A pesar de que las entregas anteriores generaron consenso al ser unas películas que revolucionaron el cine, hoy el público no está seguro si Matrix 4 fue buena o mala, ¿por qué ahora las posiciones son tan divisivas?

Para esto es necesario tener una idea de lo que es la Matrix, del contexto en el cual surge la película y cómo se ha usado la misma en escenarios políticos.

La irrupción de The Matrix a finales de los 90 e inicios del 2000

Para entender Matrix es necesario recordar las palabras de Morfeo, “El mundo como era a finales del siglo XX, ahora existe sólo como parte una simulación neurointeractiva que llamamos Matrix”.

Dicha simulación es posible gracias a que los humanos son cultivados en una especie de granja, conectados por cables e inmersos en líquido amniótico, pero ¿cómo se llegó a esta situación?

Morfeo comenta que, “en algún punto del siglo XXI la humanidad se unió en una celebración, nos maravillamos de nuestra magnificencia cuando procreamos la I.A (inteligencia artificial), un singular conocimiento que produjo toda una raza de máquinas, no sabemos quién atacó primero nosotros o ellas, pero sabemos que nosotros quemamos el cielo, entonces ellas dependen de energía solar para sobrevivir”.

Es así como la humanidad es obligada a convertirse en esa batería infinita para perpetuar la existencia de las máquinas, pero así mismo las máquinas se convierten en un cuerpo extendido para darle una vida más larga a la humanidad, creando así una relación bilateral que va a ser importante en el desarrollo de la trama.

Matrix como concepto fue novedoso, sobre todo por la importancia que se le dio al lenguaje en tanto proyección y organizador de la realidad, sin embargo, las primeras entregas estuvieron siempre en resonancia con filmes de la década del 90 e inicios del 2000. Podría entenderse como la última fantasía paranoica estadounidense.

Parafraseando a Zizek, la de un individuo que vive en una pequeña ciudad idílica de California, un paraíso consumista, que de repente comienza a sospechar que el mundo en el que vive es falso, un espectáculo organizado para convencerlo de que vive en un mundo real, mientras que todas las personas a su alrededor son efectivamente actores y extras en un espectáculo gigantesco.

Junto a Matrix se encuentran, The Truman Show de Peter Weir (1998) y Fight Club (1999) de David Fincher, las cuales nos muestran trabajadores en cubículos, lo más parecido a un call center, con una vida claustrofóbica frente a un computador.

Igual que Neo, aburridos con su vida, viendo cómo entregan su tiempo para enriquecer o alimentar tanto a las élites como a estructuras que absorben toda su energía.

De manera que se hace referencia a cómo los grupos de apoyo, amigos y psicólogos adquieren un lugar importante en tanto dirigen las preocupaciones y emociones del protagonista en su rutina.

Además de lo anterior, lo común de estas películas es ver como los protagonistas se dan cuenta de la falsedad del mundo que se les presenta, por lo cual es entendible para la época “elegir” oponerse a las máquinas, al jefe, o al director, más cuando se sienten diferentes a los demás. Lo más importante, era el deseo por escapar y encontrar la verdad.

En otras palabras, estas películas eran un guiño a la desilusión del sueño americano, que ya se había tratado en filmes anteriores como Taxi driver (1970) y que ponía de manifiesto el fuerte control de las ideologías, como algo que disfraza la verdad.

Mucho se dijo de la relación de Matrix y el mito de la caverna de Platón, la diferencia importante, por supuesto, es que cuando algunos individuos escapan de su apuro en la cueva y salen a la superficie de la Tierra, lo que encuentran allí ya no es la superficie brillante iluminada por los rayos del sol, el bien supremo, sino el desolado "desierto de lo real" como lo afirmaba Morfeo.

Preguntas como ¿qué es real? y ¿cuál es la verdad? cuestionaban tanto al sistema económico y su proyección tecnológica, como a la construcción social y cultural que se venía tejiendo durante el siglo XX donde se alababan los avances tecnológicos.

Al final, liberarse o tomar la pastilla roja era un acto que te sacaba de un mundo idílico para entrar al desierto de lo real.

¿Por qué la última fue tan divisiva?

Cuando el concepto de píldora roja/píldora azul de Matrix apareció por primera vez en nuestras pantallas, las computadoras todavía eran relativamente misteriosas y la cultura hacker todavía se sentía como una contracultura vanguardista.

La noción de un fulanito promedio valiente, sin pretensiones que usa el disco duro en su habitación para derribar grandes corporaciones y gobiernos ganó mucha fuerza en los años 90; vea el clásico de culto Hackers (1995).

La idea de las computadoras como mecanismo de levantamiento social se hizo corriente. El sentimiento antisistema era sorprendentemente abundante en una época en la que el capitalismo parecía estar haciendo su trabajo maravillosamente, considerando que Matrix apareció en 1999 al final de un auge económico de una década.

Este contexto propició una visión simplista del mundo, por un lado, están los buenos y oprimidos, por otro los malos y opresores.

Así era claro una cosa, los poderosos nos dicen mentiras y solo necesitamos la verdad para liberarnos y dejar de ser engañados. Mientras que la trilogía de inicios de siglo nos ofrecía binarios claros y cómodos, lo real y lo falso, el héroe y el villano, la máquina y lo humano, enfrentamientos puntuales donde el espectador escogía uno de los bandos (normalmente el del héroe), en esta nueva entrega no es tan evidente la separación, incluso porque existen disputas que van perdiendo interés o se van transformando cuando empezamos a observar en tonos distintos al blanco y al negro, o como lo decía Trinity “me gusta la idea de pintar el cielo de muchos colores”.

¿Solo falta una pastilla roja para salir del sistema? y ¿por qué queremos salir? ¿qué es lo que imaginamos que se encuentra al otro lado? ¿la libertad?, ¿la verdad?, ¿el amor puro?, ¿el paraíso?

La indeterminación parece generar bastante molestia, sobre todo si no es narrada en los términos y en las condiciones de los espectadores, en la película se mencionaba “Matrix es solo porno intelectual” reconociendo todo el debate y la producción académica que hubo alrededor de la franquicia, los lugares comunes, esos mismos que pedían algo distinto y que se han convertido en un lugar para “sentirnos bien” como sociedad, más incluyentes, menos patriarcales, más diversos.

En esta nueva entrega lo real y lo falso, al protagonista poco le importa, lo virtual no es falso, es real en tanto lo experimentamos.

Lo que él vivió en esos 20 años tiene un estatuto de realidad muy alto, igual que nuestras vidas en las redes sociales, todo lo que está afuera de la Matrix se ve afectado por lo que pasa dentro de la misma.

Se acabaron los tiempos donde lo real podía diferenciarse claramente de lo falso, para esta nueva entrega un sueño o estar en el mundo virtual tiene tanta realidad como caminar por las calles de IO o desconectarse de la Matrix.

La película lo lleva más lejos cuando los personajes dentro de la Matrix interactúan en el mundo externo a través de una tecnología que les permite tomar cuerpo.

Así mismo, la relación héroe-villano no es tan clara, Smith y el terapeuta juegan de acuerdo con sus intereses, de la misma manera que Neo (que ya no es reconocido como héroe tan claramente).

Las máquinas no son malas per se, pues mientras que en la primera entrega la acción de Cifra, quien negocia con Smith para que tome su cuerpo en la realidad a cambio de una mejor vida en la Matrix, es vista como una traición y un espacio indigno de ser habitado, en esta cuarta parte los protagonistas deciden regresar a la Matrix.

Quedaron atrás los tiempos donde tomar la píldora azul es vista como una mala elección, recordemos como cifra fue condenado por sus colegas cuando hizo ese trato. Ahora, es el mismo Neo quien toma esa decisión constantemente.

Todo esto nos lleva a la relación máquina-humano, porque ya no se puede establecer los límites de uno y los del otro.

Las máquinas pueden entrar al mundo real en su versión de software, de ahí que Morfeo (que en griego significa forma), adquiera una forma nueva, la inteligencia artificial materializada, él puede transitar y estar en espacios intermedios.

Mientras que en las primeras entregas Smith era amenazante porque les quitaba su individualidad a las demás partes de la Matrix y las volvía como él (como buen virus), ahora podemos aceptar que el nuevo Morfeo sea producto de combinar los registros de Smith y del anterior Morfeo. La identidad no va con la individualidad.

Los humanos ahora se apoyan en máquinas y trabajan juntos para el bienestar de la alianza, pero esta no es compartida por todas las máquinas, lo que quiere decir que entre ellas también hay disensos, por eso no es fácil encontrar un villano.

Puede verse entonces cómo se crean espacios de interconexión entre máquinas y humanos, donde sus acciones no pertenecen a un bando en concreto, por lo que no hay un afuera al cual defender, más bien se entiende que el poder es que nos hace creer que estamos controlados también nos da elementos para agenciar libertades, claro siempre parciales.

En 1999 era muy cómodo señalar el lado de la verdad y el lado de la mentira, lo que cambió en estos años con la IA, los procesos democráticos y las luchas contra el poder, es que no hay una sola verdad, sino múltiples visiones que a veces están en contradicción y otras en continuidad.

La pastilla roja era solo un recurso de superioridad moral para sentir lástima por las ovejas dentro del sistema, sin embargo, hoy ¿quién está por fuera del sistema cuando la revolución y la resistencia fue engullida por el sistema?

En vez de ser una opción binaria entre liberación/opresión, esta nueva entrega muestra que tomarse la pastilla roja una vez no te libera por completo y que elegir vivir en la Matrix es una opción que requiere tomar a diario pastillas azules.

¿Por qué fue tan extraña Matrix 4 y qué puede decirnos al respecto? El filme de Lana Wachowski, se nos presenta como un bug, un error, es la sensación de un deja vu que además fue incomodo, es por eso que se vuelve tan extraño, no es algo innovador más bien es una afirmación de sus películas anteriores con un plus, nos invita repetir de nuevo el viaje del héroe pero en otros términos, pues se experimentó durante la película, como es ver dos décadas después pedazos de cinta de lo ya conocido, diálogos repetitivos y cargados de palabras políticamente correctas, vernos queriendo de nuevo ser sorprendidos por la acción, pero que lo que observamos nos parecía una mezcla entre Dragon Ball Z y Las películas de superhéroes.

No es solo Neo el que se da cuenta de la “falsedad” de la Matrix, son bastantes los que a través de repetir las experiencias una y otra vez, se percatan de las fugas, de lo inestable que es el sistema, y de manera muy sutil los personajes invitan a reflexionar sobre esto.

¿Cuántas pastillas rojas deben tomarse para darnos cuenta de lo fácil que es producir realidades? ¿cuántas pastillas azules necesitamos para sentirnos incómodos con nuestra repetitiva cotidianidad?

Quizás necesitamos tomarnos unas cuantas dosis de cada una y apreciar los mundos que se nos presentan para imaginar mundos que pensamos imposibles.

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