Una vez se supo, en la madrugada del 8 de octubre del 2016, que Juan Manuel Santos había obtenido el Premio Nóbel de Paz, el Presidente anunció a los cuatro vientos que donaría las 8 millones de coronas suecas –cerca de 3 mil millones de pesos- a las víctimas de Bojayá. Su compromiso fue tal que viajó, acompañado por su esposa Maria Clemencia y sus hijos Martin, Esteban y Maria Antonia, el 9 de octubre a ese lugar del Chocó en donde el 2 de mayo del 2002, en un fuego cruzado entre las Farc y las Auc, murieron más de 110 personas que estaban dentro de la iglesia buscando refugio. El Presidente posó con el cristo mutilado que quedó después de la masacre y hasta las Alabaoras y Cantaoras de Bojayá cantaron para él. Emocionado se comprometió a donar la plata. Todos le creímos, sobre todo las víctimas que llegaron ese día a presenciar el histórico suceso
Siete meses después no ha habido ceremonia alguna en donde se efectúe la donación. Hoy, cuando se cumplen 15 años de la masacre, la gente se pregunta no sólo por la reparación que merecen y necesitan, sino por la plata que iba a donar el presidente del Premio y que ahora, al parecer se ha convertido en puro humo.
¿Dónde se le empantanaría la plata? ¿Por qué no aprovecha su baja popularidad y hace populismo al menos dando lo que prometió? Ay Santos, otra vez dándole papaya al uribismo para que raje y le dé la razón a los miles de inconformes de su gestión.