Empezarás por necesidad, como un escape, una salida de emergencia a los ataques de pánico que te acechaban a pleno día, en cualquier parte. Te cansarás mucho, muy rápido. Te faltará aire y físico. Arrancarás con el calzado inadecuado, mala cosa. Después, lo sustituirás, cuando te duela.
Te sentirás entrando a un mundo inalcanzable, que jamás pensaste pisar y que te quedó grande, en un principio, largo como los senderos por tu casa. Te pondrás unos tenis y saldrás a la calle, tal cual sugirió Eric, el creador del canal de YouTube ‘Vive sin Ansiedad’. A él le obedecerás todo, en medio de tu desespero.
Entonces, te irás adentrando, sintiéndote cómoda, mejor que nunca. Experimentarás cómo el organismo, al inicio tímido, se nivela. Reacciona bien después de todo, del cigarrillo, de la anorexia, de la falta de conciencia. Te percibirás como otra. Serás testigo de la forma en que te alejas trotando de tu vieja yo.
Cuando el dolor de rodilla ataque, te lo tomarás más en serio; aunque no lo dejarás, tranquila. Irás a fisioterapia, invertirás en zapatos y volverás. Y, una mañana, en España, rumbo a la estación de buses, te la toparás: La Maratón de Sevilla, la primera que ves, justo frente a ti y a tus ganas. No podrás, siquiera, describir lo que sentirás. Te quedarás sin aliento, como si la recorrieras. Una epifanía, una verdadera premonición.
Tu oportunidad llegará alterada por las circunstancias, ya en tu ciudad, en 2021: pleno paro y pandemia. Aún no tendrás muy claros los términos “maratón” y “carrera”. Dirás “Hice una maratón”, después de completar tus primeros 5K.
La noche anterior te agarrarán los nervios. Lucirá como una verdadera prueba. A ver si sabes en qué te metiste; si es verdad tanto que haces, que hablas. Correrás 4.5K por los senderos de siempre para culminar los últimos 500 metros en un centro comercial cercano, donde estará la meta. De tal manera ganarás tu primera medalla, con tapabocas. Para la siguiente te precipitarás. Cansada correrás los 10K virtuales de la Media Maratón de Bogotá (MMB). Podrás, claro, aunque con dolor de por medio. No, esa no era la idea, pero obtendrás una certeza: sos fuerte.
Se vendrá una oleada de carreras de 5K, cual si hubieras desbloqueado un nivel inédito de dificultad en tus piernas o encendido una luz verde. Te volverás casi adicta, te empaparás de sudor. Esa será tu felicidad y, cuando menos pienses, querrás más. Habrás corrido hasta 6K, 7K. No obstante, por primera vez, vislumbrarás los 10K.
A ese punto tendrás dividida la semana entre correr y ejercitarte en casa, empero avanzarás: entrarás al gimnasio. Te meterás de cabeza en esto. Parte de la vida se resumirá en entrenar todo el año para las carreras.
Así llegará el día en que te encontrarás lista. Culminar los 10K se sentirá como una victoria, más allá de una moda o simple rutina; una verdadera revelación, como si el mundo entero pudiera verte, conocer lo que sucede en tus adentros. Se desplegará ante ti una realidad insospechada, una nueva realidad que casi te salvó de ti misma, que te consoló después de un diagnóstico de glaucoma, que te trajo un puñado de alegría que no sabías que necesitabas; que te presentó a la famosa “mejor versión de ti” de la que la gente habla, la que tanto perseguiste corriendo hasta alcanzarla. Verás a otros lograr, 21K, 30K, 42K; pero tú podrás con 10K sin que te duela y eso estará más que bien.
Subirás a un avión, correrás la MMB presencial. Se te llenarán de morados las piernas, tu madre se asustará, te hará ir al médico. Solo será la marca que dejó el oxígeno en la altura. Encontrarás a un tío desconocido en la cita. Todo gracias al running. Te sostendrás en 10K. Sufrirás de insomnio antes de las carreras. Madurarás de la mano del deporte. Conocerás Popayán por ir a correr en Semana Santa. Cambiará de aspecto tu cuerpo, tendrás más hambre que nunca. Comprobarás el poder que reservó para los treinta y tantos. Pronto habrán sido siete años. Te convertirás en runner y eso traerá aprendizaje. Ya no querrás dejarlo. Te tomarán la presión intraocular justo después de trotar para comprobar que sea lícito, tendrás un medallero en tu cuarto.
Todo inesperado, sin precedentes.
Serás tú, la misma, claro; solo que, al tiempo, a años luz de quién eras.
Y sí, parecerá real, después de todo.