A las 7:30 p.m. estaba viendo un partido de fútbol cuando todo empezó a moverse. La tierra se había partido en el Huila. Debo confesar que desde que soporté en carne propia el terremoto de Chile del 2010 quedé traumatizado. Estuve alerta 90 minutos, incluso pensé en esperar plácidamente el segundo capítulo de la séptima temporada de The Walking dead cuando este Whatsapp despertó mi histeria
"Atención a la ciudadanía
En las últimas horas ha estado temblando en diferentes países del mundo especial América del sur, el último recién fue en Perú y Ecuador nuestro sistema de monitoreo de sismos del Servicio Sismológico Nacional y la UNAM en combinación con el servicio Geológico de EUA nos arroja una posible estimación de sismo en Colombia y Venezuela, y que en las próximas horas podría suceder en el centro de la Cordillera Andina, este evento primero ocasionado en las costas peruanas y ecuatorianas con una magnitud de 8,6 grados, invitamos a la ciudadanía a estar pendientes y tener botiquín de primeros auxilios, así como pilas y radios en buen estado, maletin con ropa y alimentos si cuentas con algún celular o tableta mantenla cargada o con la pila por arriba del 50%. Recuerda ubicar tu centro de atención de emergencias así como los albergues que estén en tu localidad. Estén alerta y preparados????
Por favor pasa este mensaje a tus familiares ???????????????? y amigos para que estén prevenidos.
Servicio Sismológico Nacional”
Ordené inmediatamente a mi esposa y a mis hijos empacar lo que tuviera a mano: atunes, bolsas de agua, coca-cola, linternas y dejarlo listo en la puerta. Cuando a las 9:05 p.m. apareció la réplica de 5 grados en la escala de Richter no lo pensé más: vivo en el quinto piso de un edificio sin ascensor y sabía que sería el primero en morir. Además, por mi ignorancia y torpeza, no sabía que los terremotos no se pueden predecir -algo que me enteré hasta hoy-. Me fui a un parque, cerca de un CAI, soportando los reproches de mi esposa, la tos cerrada de mis hijos. Casi que quería que temblara, que todo se callera para no darle la razón a mi esposa. A las tres de la mañana, fundidos, volvimos al apartamento. Desde arriba veía, en una alucinación, como los cerros orientales se caían.
Esta mañana me enteré de que muchos, como yo, por noticias que habían hecho lo mismo. Gracias a eso no me sentí tan mal aunque dudo que vuelva a dormir bien en estos días. Los fantasmas de un cataclismo como el que viví en Chile no desaparecen tan facilmente.