Partido de las Farc: más allá del marxismo-leninismo y del comunismo/socialismo

Partido de las Farc: más allá del marxismo-leninismo y del comunismo/socialismo

"Con un discurso renovado de las FARC-EP, sin dejar de ser revolucionarias, se podrían disputar efectivamente los votos y la militancia de la izquierda tradicional"

Por: JULIAN CORTES
agosto 15, 2017
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Partido de las Farc: más allá del marxismo-leninismo y del comunismo/socialismo
Foto: EFE

Hay una historia muy conocida, que no sé si fue verdad o es tan solo un mito urbano, pero que podría servirnos para ilustrar un poco lo que está circulando en las mentes de la militancia Fariana previo a la realización del congreso fundacional del nuevo partido político. La historia cuenta como unos maoístas argentinos en los años sesentas le dirigen una carta a Mao Tse Tung preguntándole que actitud deberían ellos tomar frente al Peronismo, en tanto que lo ubicaban como un candidato que no era comunista, ni revolucionario, ni que abrazaba las banderas del marxismo-leninismo (M-L). La aparente respuesta de Mao fue: “si yo fuera argentino seria Peronista”.

Esta reflexión nos introduce sobre uno de los principales debates actuales que gira en torno a la pertinencia o no de asumir el M-L como marco ideológico del nuevo partido político de las FARC-EP y la búsqueda del socialismo/comunismo como modelo de desarrollo a proponer a los colombianos.

Para empezar, debemos partir de la pregunta sobre la real intensión de las FARC-EP de ser poder en Colombia. En la tesis No 50, de las tesis de abril, es claro que se plantea de manera sagaz e innovadora y para diferenciarse radicalmente del discurso tradicional de los partidos de izquierda colombiana, que el nuevo partido “no se concibe como un partido de oposición, sino como un partido para la construcción de un nuevo poder”. Es decir el nuevo partido no ha botado a la basura el sueño de la toma del poder como ha sido planteado desde la fundación de la insurgencia Fariana. Así las cosas, es claro que lo que se quiere es llegar al poder, y en este sentido y con esta misión todas las tácticas y estrategias desarrolladas desde su momento fundacional irán apuntando hacia esa toma del poder pero por la vía electoral. Sin embargo la vía electoral plantea muchos retos que de hecho son explicados a la luz del M-L y mucho más por posteriores desarrollos teóricos de otros marxistas y revolucionarios, como Antonio Gramsci, y en especial también por otros latinoamericanos que han llevado a la practica el quehacer político como Evo y García Linera y las experiencias de Chávez en Venezuela y Correa en Ecuador también dan luces de cómo llegar al poder por la vía electoral.

La orientación ideológica política de las FARC-EP tal como está en el borrador de los estatutos parecería ser una estrategia que muestra más el interés de disputar los seguidores y militantes de otras fuerzas de izquierda que la necesidad de disputar los votantes de la derecha y de aquellos sin ubicación política definida que son sustancialmente muchos más que la marginal izquierda colombiana. Con un discurso renovado de las FARC-EP, sin dejar de ser revolucionarias, se podrían disputar efectivamente los votos y la militancia de la izquierda tradicional y seguramente ganar nuevos votos y militantes de los que aún no se definen e incluso de los que votan por la derecha. Tal parece que se prefirió quedar bien con la izquierda comunista nacional e internacional que no ha ganado posiciones estratégicas recientemente en el terreno político e ideológico (salvo contadas excepciones como es el caso de Portugal, obviamente en otro contexto histórico) que crear un nuevo discurso que permita lo que los mismos estatutos promete: una fuerza alternativa.

En un momento histórico como el actual en el que los excluidos, el precariado, se ve abocado a un bombardeo de propaganda y manipulación ideológica contra cualquier tipo de propuesta alternativa y más aún contra cualquier iniciativa de orden comunista, cualquiera que dirija una campaña política en el nombre del comunismo —en Colombia principalmente— está condenado al fracaso.

Los procesos sociales que han dado una batalla fuerte y contundente contra el neoliberalismo en América Latina, con todos sus sostenidos y bemoles, no empezaron bajo la consigna del comunismo, no necesariamente por razones de diferencias o desacuerdos con el proyecto comunista, sino más bien por razones tácticas en sociedades que recibieron la propaganda anticomunista durante décadas como lo es la latinoamericana. Con el tiempo, los discursos en estos países fueron radicalizándose a la vez que se ganaba en educación política de la población y no al revés, como lo puede contar el caso de Venezuela. Por el contrario, en las etapas iniciales de estos procesos, ellos fueron muy cuidadosos con cualquier vinculación con partidos e ideologías comunistas y sus discursos que son asociados más al fracaso del bloque soviético que a los logros sociales de la Cuba de Fidel. Tanto en Ecuador y en Bolivia con el Sumak Kawsay (Buen Vivir) como la Venezuela de Hugo Chávez con el socialismo del siglo XXI, lograron ganarse a las mayorías con discursos amplios e integradores (lucha por el agua, el medio ambiente, luchas campesinas e indigenistas, soberanía en el manejo de los recursos naturales y alimentaria, educación, e incluso antiimperialismo, etc.) y con la praxis revolucionaria al momento de tomar posiciones de poder. No por eso han dejado de ser anticapitalistas o antiimperialistas, por el contrario, el manejo sosegado y prudente de sus discursos políticos, pero sobre todo el hecho de haber llegado al poder, han permitido un avance sustancial en la politización de amplias masas sin las cuales no hubiera sido posible una profundización de la democracia y las reformas sociales y estructurales que se han dado, mucho menos como para cumplir cualquier sueño comunista.

En varios países, los partidos de izquierda han dado un cambio en la redefinición de sus proyectos políticos como alternativa al capitalismo teniendo en cuenta sus situaciones concretas, izquierda Unida y Podemos en España, Partido de los trabajadores en Bélgica, PSUV en Venezuela, Revolución ciudadana en Ecuador, Movimiento al socialismo en Bolivia, etc. Aquellos que han persistido en usar tercamente la palabra Comunista y los tradicionales símbolos de la hoz y el martillo no son más que fuerzas marginales. Desde el “Para todos, todo” y “El mandar obedeciendo” de los zapatistas hasta el “prohibido olvidar” de Correa, son discursos emergentes que han permitido captar más la atención de las multitudes. Lo positivo que las FARC como movimiento político armado ha conseguido en más de 50 años de lucha ha sido precisamente por marginarse de ofrecer discursos “dogmáticos” —por decirlo de alguna manera— en su propuesta política. Tanto el programa agrario de los guerrilleros como la plataforma de un gobierno de reconstrucción y reconciliación nacional nunca incluyeron la hipótesis comunista de manera textual y fueron totalmente realistas y pragmáticos en sus demandas. Por el contrario hicieron a través de la praxis revolucionaria variados espacios con prácticas comunistas; de hecho el modo comunitario de vida de los guerrilleros que aún persiste en las zonas veredales es una demostración real de que la vida diaria en comunismo es posible. Ese discurso logró ganarse el corazón de muchos campesinos que soñaban por un pedazo de tierra sin complejizar proyectos políticos con enunciados ininteligibles y más bien vivirlos en las prácticas cotidianas. ¿Porque ahora dar ese reversazo y poner al movimiento Fariano a la altura de los partidos que se han quedado marginados por no dar ese paso de renovación?

La idea no es hacer un discurso complaciente con las élites, como unos podrían sugerir, es hacer un discurso que se acomode a los sectores empobrecidos y precariados colombianos para que ellos que son los que votan y deciden militar o no, apoyen la propuesta política del nuevo partido. A esos sectores llamados por Gramsci, clases subalternas, más preocupadas por sus necesidades diarias y prácticas que por discursos Marxistas Leninistas. No se está diciendo que hay que dejar el M-L a un lado, por el contrario, se sugiere utilizarlo en el más fino análisis de la coyuntura colombiana y de los pueblos latinoamericanos en el siglo XXI, el análisis concreto de la situación concreta, parafraseando a Lenin. Aplicar el M-L implica entre otras cosas definir y aplicar la estrategia comunicativa más adecuada para ganarse el corazón de los votantes y seguidores y así poder doblegar la voluntad política del adversario ya sea a través de la lucha electoral o a través de las luchas reivindicativas locales y nacionales del movimiento social del que las FARC-EP hacen y harán parte.

El proceso de comunicación de un mensaje político, ha sido explicado científicamente por diversos autores y básicamente requiere avanzar por una serie de etapas para lograr el objetivo propuesto. Leeuwis, C. (2007) explora las etapas que hay que anticipar para una efectiva comunicación. La primera es que el mensaje pueda salir de su fuente lo más masivamente posible, es decir que haya una infraestructura material adecuada que permita que el mensaje Fariano, —en este caso— llegue a la mayor cantidad de gente posible y eso en últimas está en el terreno meramente logístico (manejo de emisoras, espacios en canales públicos, capacidad de transmitir por las ondas electromagnéticas, etc.) y estaría parcialmente resuelto por los acuerdos de la Habana. De ahí en adelante, las otras etapas están netamente en las manos de lo que defina el nuevo partido en materia de comunicación política y se enfocan en que una vez llegue el mensaje a la audiencia objetivo, es decir a las mentes (y corazones) de las y los colombianos, estas y estos puedan ser cautivados por el discurso Fariano, en hacer que el mensaje sea entendido y esto radica en la manera como comunicarse políticamente. Si los mensajes y discursos políticos no son entendidos ni digeribles, no es posible alcanzar ni convencer a esa audiencia colombiana y por tanto se hace menos posible la llegada al poder por la vía electoral.

Para poner un simple ejemplo, los miembros de una familia de clase media, con una “mentalidad televisiva” y manipulada por los medios y que andan preocupados por el encarecimiento de la salud y la educación piensan en la posibilidad de hacer parte del nuevo partido de las FARC. ¿Qué se les puede decir cuando pregunten por el proyecto M-L del socialismo/comunismo?, ¿habrá que explicarles todo el rollo teórico o hacer sesiones de lectura del Manifiesto Comunista, o más bien se hace un acercamiento inicial para captar su atención con lo que aqueja a su diario vivir? (como lo ha hecho las FARC-EP en zonas rurales durante 50 años, solucionando problemas prácticos y concretos de las comunidades, además de hacer la guerra). Hay una tía solterona, que vota y que dice que el comunismo le va a expropiar su casa, ¿que se le dice a ella si tercamente insiste que eso es lo que hace el comunismo y no piensa cambiar de idea de la noche a la mañana?. Decía Carl Sagan que “no puedes convencer a un creyente de nada diferente, porque sus creencias no están basadas en ninguna evidencia sino en una enraizada necesidad de creer”.

En el acuerdo de la Habana se nombran 31 veces las palabras “Buen Vivir”. Este es el socialismo latinoamericano e indigenista, este es el modelo de desarrollo que tiene cavilando a los intelectuales del mundo, con éxitos relativamente fuertes en Ecuador y Bolivia. Este discurso ha ganado más adeptos en los países suramericanos y tiene un sentido más propio y auténtico en el imaginario colombiano y latinoamericano que el significante “comunista”. La táctica podría ser retomar el espíritu de lo propuesto en los acuerdos y hacer del Sumak Kawsay o Buen Vivir la propuesta de modelo de desarrollo del nuevo partido político. No haya y sea que al final termine el centro democrático hablando del Buen Vivir, como ya lo hizo al tomar las banderas contra la corrupción.

Muchos dirán que si la inspiración política del M-L y el sueño por el modelo de desarrollo del socialismo/comunismo no se coloca en los estatutos se perderá el foco y la iluminación de las ideas marxistas; pero no, a mi modo de ver, la creación del centro de pensamiento es precisamente para garantizar la línea ideológica y el crecimiento de nuevos desarrollos conceptuales y teóricos y porque no la creación de una propuesta propia inspirada en estos marcos conceptuales como lo hicieron en Bolivia y Ecuador. La idea no es dejar de ser comunistas. La idea no es dejar de dar el debate del comunismo a un lado, es más bien profundizarlo con ayuda del centro de estudios y contextualizarlo en el momento actual para volverlo, ¿porque no?, hegemónico a través de los años. Paralelamente conquistando posiciones estratégicas de poder en el estado colombiano, el nuevo partido podrá alcanzar niveles ideológicos más altos en la militancia y en la sociedad colombiana y profundizar todas las transformaciones que se vayan dando.

Así, el partido sería al inicio un “sancocho colombiano” como lo manifestó el comandante de las FARC-EP Timoleón Jiménez, para con el paso del tiempo ir refinándolo, puliéndolo y acotándolo acorde con los avances que se vayan logrando y no al revés. Recordando a Mao, pequeños saltos cuantitativos para lograr cambios cualitativos.

Sea cual fuera la decisión que tome el congreso fundacional, continio y me sumo con optimismo cramsciano y amor latinoamericano a esta nueva fuerza política por la Nueva Colombia.

Referencias.

Leeuwis, C. (2007). Communication for rural innovation: Rethinking agricultural extension. (Communication for rural innovation.) Oxford: Wiley.

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