Hace unos años, varios residentes del centro de Bogotá nos opusimos a la construcción por parte de la Universidad Externado de unos edificios sobre los Cerros Orientales de Bogotá, arriba de La Candelaria. Nos resistimos por motivos sociales y ambientales. Por supuesto, perdimos y la universidad procedió a deforestar una parte de los cerros. Hoy en día, nuestra vista de bosque verde ha sido reemplazada por unos muros de cemento.
Era de esperar que una poderosísima institución ganara a un grupo de simples vecinos, pero yo no aprecié la victoria completa de la universidad hasta el otro día cuando pasé por sus edificios. Subiendo por la Avenida Circunvalar, arriba de los edificios nuevos, uno se encuentra con unos letreros anunciando el Parque Público Universidad Externado. Mirando para abajo, se ve una área verde con unas máquinas de ejercicio, generalmente desocupadas.
Veo muy difícil que algún miembro del público subiera hasta el campus del Externado para disfrutar de su "parque público". Y en caso de llegar tal persona quedaría muy frustrada, ya que la universidad mantiene las entradas al parque cerradas con alambre o bloqueadas con mayas.
Entonces me pregunté: ¿este parque "público" fue creado con dineros públicos?
Llama la atención que en un momento en el que las universidades públicas están en protesta por falta de recursos y a muchos barrios humildes les falta recreación, le podríamos haber regalado un parque "publico" exclusivo a la universidad más rica del país.
Hace unas semanas escribí al Externado a través de su sitio web preguntándoles si el parque fue financiado con dineros públicos, pero no me han contestado.
En su sitio web, el Externado se jacta de sus nuevos edificios y el espacio "público" que los rodea. La misma página menciona también un libro publicado por la universidad condenando la corrupción, “este mal endémico, flagelo grotesco, antidemocrático y tristemente actual”.
Para algunos vecinos del Externado este episodio muestra cómo una institución con mucha influencia y muy bien conectada podría utilizar esas ventajas para manipular el sistema y conseguir aún más recursos públicos.
Seguramente, en este momento, en algún barrio de Bogotá niños pobres están jugando sobre cemento o en un parqueadero de carros, sin árboles ni nada verde. Ellos no se imaginan que el dinero que les hubiera financiado un verdadero parque se pudo haber gastado en un parque exclusivo para los estudiantes de la universidad más adinerada de Colombia.
