Paro nacional, una oportunidad para la reestructuración democrática

Paro nacional, una oportunidad para la reestructuración democrática

Con la posible profundización de la crisis nacional se debe ir pensando en la consigna de una asamblea nacional constituyente popular

Por: Tiberio Gutiérrez Echeverri
enero 07, 2020
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Paro nacional, una oportunidad para la reestructuración democrática
Foto: Nelson Cárdenas

Es indiscutible que las grandes movilizaciones de masas ciudadanas asumieron el protagonismo político durante el 2019, especialmente con el paro nacional que arrancó el 21 de noviembre y que aún no termina, sobre el cual se puede hacer un balance provisional como si fuera un cierre de cuentas de las luchas populares y de la actitud del gobierno del presidente Uribe-Duque.

Son muchos los artículos que se han escrito en la prensa del establecimiento y en los medios alternativos, refiriéndose al análisis del contenido social, económico y político de la protesta popular, pero vale la pena reiterar algunos elementos que nos parecen importantes para los futuros desarrollos políticos del movimiento democrático y popular.

“La conclusión es que la Nueva América Latina está en la camanchaca, que es una palabra aymara. Es el nombre de una niebla en los valles andinos, muy espesa, que aparece sólo de vez en cuando. No es blanca, es negra. Eso quiere decir camanchaca en aymara: oscuridad. Además es absolutamente densa, penetra los pulmones y te asfixia. Entonces, en la camanchaca pierdes el sentido de la orientación. No ves, no sabes dónde estás, no puedes respirar. Usted menciona a Octavio Paz y me recuerda un poema suyo que define muy bien el continente: 'No fue lo que debía ser, fue lo que fue. Y lo que fue está muerto'”.

Me parece oportuno traer a cuento esta cita de una entrevista con el sociólogo y economista Manuel Castells (El Tiempo, 30 de noviembre de 2019) que en cierta medida refleja la situación que están atravesando los países latinoamericanos, y por supuesto Colombia, que no es la excepción a este volcán de los pueblos latinoamericanos.

Desde luego, en el caso colombiano, refiriéndonos al 21N, la táctica del gobierno es conversar con todo el mundo, la famosa “conversación nacional” para tratar de concertar sobre lo que puede hacer el Estado desde el punto de vista financiero, jurídico e institucional, mediante el gobierno de los grandes empresarios y de las multinacionales que, como ya se vio con la aprobación de la reforma tributaria, con la firma del decreto sobre la creación del holding financiero y con la aprobación por decreto del salario mínimo, después de tantas manifestaciones multitudinarias, se puede ver hacia dónde van las verdaderas intenciones del establecimiento político, económico y mediático.

Por eso hay que evitar falsas expectativas sobre los buenos deseos del gobierno de conciliar con los protestantes, y más bien tener muy presente que la táctica de la clase dominante es someter al movimiento al desgaste y a la división hasta el 15 de marzo, “negociando” con cada uno de los sectores por separado, aprovechando los posibles errores de vanguardismo, de sectarismo, y de aislacionismo político del movimiento popular, frente a las capas medias golpeadas por el modelo económico del capitalismo neoliberal.

En este sentido es definitivo la unidad de acción de los sectores democráticos y progresistas en el Congreso de la República y en la movilización de masas en las calles de las grandes ciudades, atrayendo mediante formas de lucha novedosas y atractivas a vastos sectores del comercio, de los servicios, de los transportadores, de los trabajadores informales y de los desempleados, para conquistarlos con la simpatía y la justicia del movimiento en torno a las reformas democráticas que está necesitando urgentemente el país.

Si bien es cierto que cada sector social afectado que participa en la protesta tiene sus propias reivindicaciones gremiales, legítimas y democráticas, es necesario ponerse de acuerdo en los ejes temáticos centrales, teniendo en cuenta la necesidad de ir elevando la conciencia política y de organización del movimiento democrático, para la construcción de un programa de reivindicaciones fundamentales que se constituya en la bandera de agitación y propaganda de las mayorías populares.

Obviamente hay que tener en cuenta que la agitación y la propaganda son necesarias pero insuficientes en la creación de una conciencia política de masas, de tal manera que esta solo es posible adquirirla con la propia experiencia del pueblo, para ir construyendo el sujeto político de los cambios democráticos.

No basta con un programa de muchos puntos que no definen el problema central y que por el contrario, en vez de dar claridad política confunden a la gente, como en efecto lo están asegurando los gacetilleros de la prensa del establecimiento, cuando afirman con segunda intención que de los 13 puntos que presentó el comité de paro en un principio se ha pasado a 104, y que ahora ya van en 5.000 peticiones, haciendo un uso malintencionado de las propuestas registradas por la gente en la plataforma digital creada por el gobierno para la “conversación nacional”.

De lo que verdaderamente se trata por parte del movimiento popular es de ir elevando la conciencia política democrática de la ciudadanía con un programa de lucha de carne y hueso, que se haga sangre de su sangre, que lo vayan construyendo y decantando paso a paso con la experiencia de su propia lucha en el fragor de las confrontaciones de clase.

En la táctica del movimiento hay que tener en cuenta los elementos que participan en el análisis del momento, como son la coyuntura económica, el estado de ánimo de las masas, los grados de organización, la conciencia política, los intereses de clase, las contradicciones de clase, la actitud de la clase dominante, el grado de unidad del movimiento popular, la experiencia política y organizativa de los diferentes sectores de clase, en fin… la caracterización del imperialismo moderno y el grado de unidad, de avance y retroceso de los sectores progresistas y democráticos en América Latina.

Hay que partir del principio de que en el actual estado del movimiento popular, el paro por las reformas democráticas con la participación masiva de los sectores populares y de la clase media, se constituye en toda una escuela política de masas que abre espacios para la lucha contra el poder violento, corrupto y antidemocrático de la clase dominante, y puede ir creando las condiciones para la construcción de un movimiento independiente hacia un poder local popular y democrático y de un modelo de economía y de Estado diferentes al modelo de acumulación del capitalismo neoliberal.

En este sentido la creación de los comandos de paro local y regional, en los municipios, en los barrios y comunas populares, es una necesidad para ir fomentando la posibilidad de escenarios de poder que se vayan constituyendo en una alternativa real y en un movimiento programático alternativo a la clase dominante, con la perspectiva de ir construyendo un poder local de masas que le apunte a la conformación de un gobierno nacional para la solución democrática y popular de la crisis nacional.

Se trata de ir ganando posiciones y acumulando fuerzas para las conquistas fundamentales de la lucha democrática que, en este momento, tienen que ver con el desarrollo e implementación de los acuerdos de paz; la reforma rural integral, el modelo de educación, el sistema de Justicia, la reforma al régimen de la salud, el sistema electoral, la reforma laboral y pensional; la lucha contra la corrupción, el contrabando, la evasión, y la contaminación; contra el desempleo y la informalidad; por un ordenamiento territorial democrático; por una reforma tributaria democrática y progresiva; contra la discriminación, la desigualdad y la pobreza; por la defensa de la vida de los luchadores populares, acabando con los grupos paramilitares y de narcotraficantes; por un nuevo modelo de desarrollo económico y político autónomo e independiente.

Así las cosas, se debe ir pensando en la posible profundización de la crisis nacional y en la consigna de una asamblea nacional constituyente de carácter popular como una salida democrática a la crisis nacional. De cualquier manera todo va a depender del desarrollo y la profundidad de la lucha de masas, de la unidad del movimiento popular y de la capacidad de negociación que tenga la dirección del movimiento.

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