Indudablemente el tema del año no puede ser otro que el monumental paro nacional del jueves 21 de noviembre pasado, organizado por el Comando Nacional Unitario, integrado por las centrales obreras, pensionados y organizaciones sociales y políticas alternativas, contra el llamado paquetazo neoliberal de Duque y del Centro Democrático. Millones de colombianos salieron a la calle para marchar pacíficamente por todo el territorio nacional como no lo habían hecho nunca antes en tal magnitud. Algo tiene que estar pasando en Colombia para que se produjera este fenómeno de masas que ha llevado a muchos analistas a concluir que de aquí para adelante las cosas no van seguir siendo iguales.
No se trata de fenómenos espontáneos sin razón, sino que llegan momentos en la historia en los que se condensan años y solo basta una correcta orientación en el momento oportuno para que se convierta en el toque a somatén. Han sido treinta años de apertura económica y de libre comercio a favor de intereses extranjeros que han ocasionado estancamiento y quiebra de la base económica agraria e industrial, de reemplazar la producción y el trabajo nacionales por foráneos, oleadas de privatizaciones del patrimonio público, endeudamiento crónico del Estado, con las secuelas de desempleo, informalidad laboral, aumento de la desigualdad social, descomposición social, inseguridad ciudadana y asesinatos de líderes sociales y de excombatientes reinsertados a la vida civil… Y en vez de corregir el rumbo torcido de la Nación, Duque, sus ministros, congresistas oficialistas y burócratas de profesión anunciaron una runfla de nuevas medidas para golpear mucho más a amplios sectores sociales de la clase media, población en general y pequeños y medianos empresarios. Ahí están a la vista las reformas laboral, pensional y tributaria y el holding financiero, todo aunado al incumplimiento de acuerdos con el movimiento estudiantil, Fecode y Dignidades Agropecuarias, entre otros. Y ahí fue Troya.
Pero después de la ofensiva de masas, que continuó con formas creativas de movilización como multitudinarios cacelorazos, velatones y, en la Costa, ruedas de cumbia, el presidente Duque parece que no hubiera entendido el mensaje del 21N pues convocó a palacio a todos, menos al comité nacional de paro, el que planeó la protesta y le dio contenido programático. Peor aún, el ministro de Minas, Alberto Carrasquilla, firmó este lunes 25 de noviembre el Decreto 2111 que establece el holding financiero y crea el Grupo Bicentenario, que engloba a las entidades estatales financieras del orden nacional con entes privados, de carácter mixto, con una junta directiva de siete, de los cuales mínimo dos tienen que ser privados. Es una patada a la mesa. Además, el gobierno continúa campante con la reforma tributaria, que le va a regalar diez billones de pesos a los grandes empresarios nacionales y extranjeros, dinero que tendrá que salir del pueblo colombiano.
¿Qué sigue? Es la pregunta del millón. Duque despreció el aviso de millones de colombianos, no ha llamado a negociar al comando nacional de paro y siguió implementando su paquetazo neoliberal. Amplios sectores del país, en abigarrada unidad, ya dieron el primer paso de una gran marcha que no es posible detener por su ímpetu y solidez programática. Saludémosla y preservemos sus cauces democráticos y pacíficos. Colombia ha llegado a un punto de inflexión histórico que la va a llevar a enderezar el rumbo hacia una nueva democracia con soberanía, producción nacional y bienestar para las mayorías laboriosas productoras de la riqueza social.
