Paro nacional, un estallido social contra el uribismo

Paro nacional, un estallido social contra el uribismo

"Este pueblo adolorido no se quedará quieto hasta sacar a la vieja clase política del poder, tampoco descansará hasta encontrar justicia por tantos crímenes de Estado"

Por: Diego Balvino Chavez Chaves
junio 16, 2021
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Paro nacional, un estallido social contra el uribismo
Foto: Las2orillas / Leonel Cordero

El estallido social que vive Colombia actualmente ha sacudido hasta los cimientos más profundos de nuestra construcción como nación. Cuyas raíces y reivindicaciones múltiples y complejas tienen en común el hastío de millones de personas principalmente jóvenes, frente al gobierno uribista y su proyecto político de muerte y desigualdad.

Desde el 28 de abril se ha producido tal vez el paro nacional más intenso y prolongado en toda su historia como república. El mayor referente de movilización social había sido el paro cívico del 14 de septiembre de 1977, sin embargo, el actual paro nacional que vivimos, por sus dimensiones y duración no tiene comparación con ninguno precedente. Convocado inicialmente por el comité del Paro, el 28 de abril de 2021 representó la hora cero de una oleada de protestas que completan ya un 49 días de manera ininterrumpida. Fue la reforma tributaria anunciada por el ministro Alberto Carrasquilla la chispa que detonó el estallido social.

Colombia desde la firma del acuerdo de paz ha venido transitando profundas transformaciones de la cultura política de la población tanto urbana como rural, generándose una mayor sensibilidad social frente a la violencia y una pérdida de miedo y estigmatización frente al uso de la protesta social como recurso legítimo para realizar sus derechos.  La sociedad colombiana, especialmente las generaciones más jóvenes son significativamente más conscientes de las problemáticas sociales, los temas políticos han dejado de ser tabú y se discuten intensamente en muchos espacios.

Hay que recordar que este paro nacional, viene siendo la tercera parte del paro nacional del 21 de noviembre del 2019, que fue interrumpido fundamentalmente por la pandemia del COVID-19 durante buena parte del 2020, con una breve segunda parte en el estallido violento y reprimido de manera sanguinaria por la Policía Nacional en Bogotá durante el 9 y 10 de septiembre causado por el asesinato del estudiante de derecho Javier Ordoñez.

La jornada de protestas masivas que vivimos actualmente ha superado en magnitud, escala, odio y sevicia por parte de la fuerza pública, así como el número de violaciones de derechos humanos a las anteriores. Pero también, durante estas semanas el mundo ha observado una explosión de creatividad en las expresiones de inconformismo de los movimientos sociales, identidades y reivindicaciones de los feminismos, los movimientos ambientalistas, juveniles, las luchas de los pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos, los movimientos sindicales, entre otras muchas expresiones de eso que han llamado algunos las nuevas ciudadanías.

Muchos se preguntan por las causas, factores y reivindicaciones que han motivado a millones de personas a movilizarse y a miles de jóvenes a arriesgar sus vidas durante tanto tiempo ante la brutalidad con la que la fuerza pública ha reprimido las manifestaciones. De igual manera, muchos analistas tanto al interior del país como en el exterior se preguntan por los objetivos y exigencias que tienen los promotores de las movilizaciones y puntos de resistencia.

Las respuestas a estos interrogantes no son únicas, ni sencillas. Sin embargo, si están relacionadas. Como causas de este paro podemos encontrar algunas estructurales y otras coyunturales. Dentro de las causas estructurales podemos encontrar: la desigualdad social, el modelo económico neoliberal, la violencia en el ejercicio de la política, la corrupción, debilidad y cooptación criminal de los organismos del Estado, democracia restringida o deficitaria, degradación de las fuerzas militares y policiales, impunidad en los crímenes cometidos por agentes estatales, el tratamiento de guerra a la protesta social y el paramilitarismo, etc.

Dentro de las causas coyunturales podemos encontrar las consecuencias que ha traído la pandemia del COVID-19, el aumento alarmante de la pobreza y de las necesidades insatisfechas en la población colombiana, el mal manejo de la pandemia por parte del gobierno nacional, la política fiscal y tributaria del gobierno de Iván Duque que desde la reforma tributaria de 2019 aumentó el desequilibrio presupuestal reduciendo los impuestos a los grandes capitales y aumentando la base gravable para las clases bajas y medias, el agravamiento de la situación de derechos humanos en todo el país, el asesinato sistemático de líderes, lideresas sociales y personas defensoras de derechos humanos, así como el exterminio de excombatientes de las Farc-Ep, entre otras.

Si bien dichas causas son diversas y complejas, hay algo que une a buena parte de las reivindicaciones expresadas en el paro y es el rechazo a uribismo como gobierno y como proyecto político.

Desde el proceso electoral del 2018, Álvaro Uribe Vélez y el Centro Democrático hicieron una campaña cargada de mentiras sobre el castrochavismo y de amenazas con destruir el proceso de paz. Desde su llegada al poder a través del fraude y del pacto con narcotraficantes y paramilitares, el gobierno de Iván Duque tenía como plan consolidar un régimen autoritario que capturara todos los poderes del Estado en sus manos, desde entonces no ha escatimado ningún esfuerzo para consolidar un régimen político antidemocrático y el establecimiento de una dictadura como fin último.

Todas las acciones del gobierno nacional, todas las jugaditas del Centro Democrático en el Congreso y sus aliados han tenido como objetivo capturar el poder de todo el Estado. No hay que olvidar que uno de los primeros proyecto del uribismo en este congreso fue acabar con el poder judicial eliminando primero la JEP y sustituyendo las altas cortes por una única supercorte. No hay que negar que han sido eficientes en este propósito, pues han logrado controlar buena parte del Estado, asegurándose los tres órganos de control, avanzando significativamente en la restricción de los derechos civiles y políticos, base fundamental de cualquier democracia liberal.

Es precisamente frente a dicha tiranía uribista, frente a aquel embrujo autoritario que se han acumulado tantos descontentos que ha estallado el pueblo colombiano en una especie de revolución. Recientemente causó revuelo, un video donde se ve a Nelson Alarcón, presidente de Fecode donde se le escucha diciéndole a un grupo de jóvenes: “tenemos que robustecer el movimiento, esto es de largo aliento, es para llegar con miras al 2022 y seguir mucho más allá, para derrotar al Centro Democrático, para derrotar a la ultraderecha y llegar al poder”.

Dicha sorpresa y polémica malintencionada atizada por los grandes medios de comunicación carece de sentido, pues es más que obvio que el objetivo de miles de personas que han salido a manifestarse es que caiga el uribismo tan fuerte como han caído decenas de estatuas de colonizadores en muchas ciudades del país. Y como este es un país donde las instituciones son demasiado conservadores no es posible pensar en que el gobierno caiga por el momento, surge la esperanza de que sea por medios electorales que el uribismo salga del poder por fin después de casi 20 años secuestrando al Estado colombiano.

El gobierno de Iván Duque, obligado por Uribe y el ala más extremista de su partido, ha creído que a sangre y fuego van a callar al pueblo colombiano y sus reivindicaciones por justicia e igualdad, así como querían acabar a las Farc-Ep. Se les olvida que no pudieron acabar a las Farc que no eran más de 20.000, mucho menos van a poder callar al pueblo colombiano indignado que suma al menos 40 millones de personas.

Los partidos políticos del establecimiento que sostienen al uribismo, al mejor estilo del viejo frente nacional no lo podrán sostener eternamente, pues la mermelada que los alimenta se agota rápidamente. El régimen tampoco podrá engañar con sus sucias maniobras de desgaste y simulación del diálogo y la negociación, no podrán comprar el paro por parte de los viejos mercachifles que siempre los han vendido, porque no representan a todo el conjunto de expresiones que lo han mantenido vivo. Este pueblo adolorido no se quedará quieto hasta sacar al uribismo y a la vieja clase política del poder, tampoco descansará hasta encontrar justicia por tantos crímenes de Estado que hasta el momento se mantienen en la impunidad, por ahora.

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