Paro la guerra
Opinión

Paro la guerra

Si cualquier día, en La Habana, se logró en cuarenta y ocho horas parar una guerra de cincuenta años con las Farc, ¿cómo no va a ser posible intentar la repetición de esa hazaña?

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julio 23, 2020
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A mediados del mes de diciembre de 2014 viajé a Cuba para proseguir mi labor de paz que adelanté durante todo el proceso de La Habana a título personal. Esto, como continuación de mi empeño de buscarle salidas al conflicto interno, tarea que inicié siendo presidente del Directorio Nacional Conservador en atención a que el jefe de Estado de la época, el conservador Belisario Betancur, se había comprometido durante su campaña a entregar un país reconciliado. Pero ese es un cuento aparte. Lo refiero exclusivamente para que el lector tenga en mente desde cuándo trajino estos temas. Lo que de alguna manera hace la diferencia; por lo que, en tales quehaceres, no improviso.

Siempre tuve confianza en que era posible hablar con los alzados en armas y que el diálogo era el mejor vehículo de entendimiento. Y lo sostuve y lo sostengo; para demostrarlo, solo basta poner como ejemplo el hecho de que hoy, la compañera de Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, la señora Griselda Lobo Silva, con nombre de batalla Sandra Ramírez, no solo es congresista, sino que hace apenas dos días fue elegida como Segunda Vicepresidente del Senado de la República de Colombia. ¡Quién lo creyera!

Pero continuemos. En aquel diciembre, al llegar a la casa De Piedra (así se identifica), ubicada en la zona de El Laguito de la capital cubana, en donde habitaban Iván Márquez, Jesús Santrich, Pablo Catatumbo, Ricardo Téllez, Miguel Pascuas y otros comandantes de las Farc, los encontré a los tres primeros comentando sobre una posible declaración de cese unilateral de fuegos de parte de la organización guerrillera con motivo de la Navidad que estaba ya muy próxima. Escuchaba yo en silencio. Nos encontrábamos en en balcón de la enorme residencia de la que había sido dueño uno de los hijos del dictador Fulgencio Batista. Márquez resolvió pedir mi opinión. Le dije que en mi concepto esos ceses navideños carecían de contenido político y alcance. Le puse de presente que los diálogos eran de la mayor importancia para el país, y que sobre ellos estaban puestos los ojos de la comunidad internacional. Que si se trataba de impactar y beneficiar a todos los ciudadanos, se debía pensar en grande. A Márquez y a los presentes les propuse entonces que estudiaran la posibilidad de comunicarle al país, no un cese navideño, sino, a propósito de aquella Navidad y del proceso, la decisión del Secretariado de iniciar un cese unilateral e indefinido de fuegos y hostilidades. Sorprendería a todo el mundo, aduje. Y agregué: hasta el propio gobierno se vería forzado a entrar en un período de reflexión. Simplemente habría que buscar quiénes hicieran las veces de veedores creíbles que acogieran la propuesta. Sin duda, señalé, hay amigos de la  paz que estarían dispuestos a hacer las veces. Y se dieron argumentos a favor y en contra.

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En ese momento se me vino a la cabeza aquel lema de campaña que pocos años antes me había costado tantos sinsabores y maltratos: “Paro la guerra en seis meses”

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“Lo pensamos doctor”, dijo Márquez. “Lo consultamos”. Y así se hizo. Cuál sería mi sorpresa cuando dos días después, de nuevo reunidos, se me informó que el mismísimo Secretariado había acogido mi propuesta. En ese momento se me vino a la cabeza aquel lema de campaña que pocos años antes me había costado tantos sinsabores y maltratos: “Paro la guerra en seis meses”. Me retiré unos minutos de la reunión que se adelantaba en el balcón. Quise estar solo para asimilar sin compañía la emoción que me sobrecogía. Y como siempre he tenido derecho a pensar pensamientos, pensé: de haber sido presidente, Colombia sería territorio de paz.

El 17 de diciembre de ese año -2014-, sobre el tema del cese, se manifestaron las Farc. “(…) hemos resuelto declarar un cese unilateral al fuego y a las hostilidades por tiempo indefinido (…). Para el logro de su pleno éxito, aspiramos contar con la veeduría de UNASUR, CELAC, el CICR, y el Frente Amplio por la Paz”. (…). …manifestamos que el mencionado cese de fuegos y hostilidades entrará en vigor a las 00:01 horas del 20 de diciembre de 2014, si para la fecha se cuenta con la disposición de verificación, de al menos una de las organizaciones mencionadas.

“La presente decisión está siendo comunicada formalmente al gobierno de Colombia. A embajadas y sedes diplomáticas a nuestro alcance. Al Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, ONU; a la Unión Europea; al Comité Internacional de la Cruz Roja, CICR; a la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR; a la CELAC; al Papa Francisco;  a otras cabezas de credos reconocidos universalmente; al Centro Carter, y a ONG’s de reconocimiento mundial”.

“Estamos dispuestos a convocar en La Habana a todas las organizaciones colombianas sin ánimo de lucro, amigas del proceso de paz, para rendirles un informe sobre la iniciativa acá presentada y con el propósito de invitarlas a que respalden esta iniciativa por la paz de Colombia. Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP”.

Al día siguiente, el presidente Juan Manuel Santos, desde la ciudad de Quibdó, comentó:  "Nos acaban de enviar un regalo de Navidad: un cese al fuego unilateral e indefinido que recibimos como un buen regalo, es como una flor que recibimos, pero cuando abrimos el regalo hay un tallo lleno de espinas". Y agregó: "Vamos a quitarle las espinas a ese tallo y nos vamos a quedar con esa rosa que nos acaban de enviar".

Santos, hombre de Estado, mostró sorpresa sí, pero no dijo tonterías, ni se rasgó las vestiduras. Interpretó el momento y el compromiso de las Farc, templó los nervios y continuó. Sobre la decisión del grupo alzado en armas construyó y finalmente logró la meta trazada.

El tema del ELN. ¡Qué barbaridad! El papa Francisco impulsa los diálogos y el cese bilateral pero el presidente Duque y Ceballos, su asesor, dicen no. Naciones Unidas, su Secretario General, el Consejo de Seguridad deja entrever su complacencia, la organización toda pide conversaciones y cese de hostilidades, pero Duque y Ceballos dicen no. Como han dicho no a cualquier iniciativa de paz con cualquiera otra organización, llámese como se llame: Clan del Golfo o Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC; EPL; Caparrapos y otras más.

Sin coronavirus y en paz el país se dispara. “No más muertos por la violencia” es el mejor título para un programa de gobierno. Duque y Ceballos ya no lo lograron. Un gobierno de transición, o el nuevo cuatrienio, debe “parar la guerra en seis meses”. Todas la guerras. Es el paso previo a la paz definitiva. Si cualquier día, en La Habana, Cuba, se logró en cuarenta y ocho horas parar una guerra de cincuenta años con las FARC, ¿cómo no va a ser posible intentar la repetición de esa hazaña?

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