Aulas vacías, canillas goteando, el silencio se apodera de las instituciones educativas; edificaciones sombrías que a diario profesores y estudiantes le dan color con sus palabras, con sus sonrisas, con sus desaforados gritos y con su inmensa capacidad de asombro.
Me levanto y titulares como “Profesores salen a paro, paro docente afectaría a ocho millones de estudiantes” inundan las redes sociales y son la primicia del día en algunos noticieros. Camino lentamente por las calles, veo a esos docentes que de una u otra forma han contribuido a mi formación alzando pancartas, profiriendo consignas que son la viva constatación de la precariedad del sistema educativo colombiano y de las pocas garantías laborales de esas personas que usan su voz, no solo para protestar; también la usan para contribuir a la formación de cientos de jóvenes que mañana serán los próximos médicos, policías, ingenieros, PROFESORES, gobernantes, etc.
Los que un día me enseñaron que los derechos deben respetarse, están exigiendo que sus derechos se respeten, que se promulguen garantías y políticas que dignifiquen su labor y den prioridad a ese campo olvidado. A ese campo que les asegura el puesto a esas personas que llegan la política con promesas que llegan al corazón del ciudadano, con el compromiso de trabajar incansablemente implantando estrategias que conlleven a una mejora significativa de ese campo llamado educación. A esa palabra que me ha enamorado, que me ha tramado letra por letra, que ha sido mi sueño y hoy es mi realidad.
Año tras año los profesores salen a paro, ¿qué se ha logrado? Poco, por no decir nada. Como futuro docente me he empapado de esa cotidianidad educativa de la que tanto se habla en mis cursos de pedagogía. Gracias a una profe que desde el bachillerato fue una guía fundamental en la construcción de la persona que hoy soy, me impulsó a entrar como su auxiliar en el aula de clase y acompañante en el fortalecimiento de procesos académicos y pedagógicos en su área de formación.
Por esa maravillosa educadora, hoy puedo dar cuenta de que esta profesión es un trabajo que se hace con las uñas, es una labor que requiere de máxima vitalidad, aun cuando nos estemos muriendo por dentro. La docencia es entregarlo todo por el todo, despojarse de prejuicios y formar en valores, es un acto que trasciende de lo estipulado en parámetros de enseñanza-aprendizaje y dar amor en ingentes cantidades a esas personitas que son un aliciente para levantarse, a quien vale la pena educar, por quien vale hacerlo todo a cambio de una sonrisa, de un gracias, de un te quiero.
Señores gobernantes: no olviden que la educación es un acto de corresponsabilidad donde ustedes también tienen su parte. Si no le apostamos a una educación de calidad, a curar las heridas generadas por la evidente desigualdad que permea en las instituciones educativas y a los mismos docentes, ¿qué podremos esperar?
“Nosotros somos militantes políticos porque somos maestros y maestras. Nuestra tarea no se agota en la enseñanza de la matemática, de la geografía, de la sintaxis o de la historia. Además de la seriedad y la competencia con que debemos enseñar esos contenidos, nuestra tarea exige nuestro compromiso y nuestra actitud en favor de la superación de las injusticias sociales” —Paulo Freire.