La atención médica es todo un drama, la batalla por conseguir una cita es titánica, y cuando por fin logramos que nos atiendan muchas veces hay que volver porque el diagnóstico no fue acertado y el drama vuelve a empezar.
Pienso en esto a las 4:30 de la mañana, mientras me alisto con algo de nerviosismo porque el día ha llegado, es miércoles 27 de septiembre e inicia el paro del sur. Me tomo un tinto y después veré que me como por ahí, porque el tiempo apremia y si salgo muy tarde no podré salir del barrio. Ya a esa hora las busetas pasan repletas y las filas en TransMilenio son infernales, el "pogo" en las estaciones es agresivo, pues está mezclado con la rabia de no poder dormir otro ratico con la angustia de las deudas que no cubre un mal salario y con el susto de ser despedido.
Me trepo como puedo a un articulado y detrás de mí un hombre empuja para hacer un espacio, las puertas se cierran y el tipo queda románticamente apretujado sobre mi cuerpo. Me muevo con incomodidad y a la fuerza me sacudo de este pretendiente inesperado, me logro acomodar y alcanzo una burbuja de aire con vista a la ventana. Meto la mano en el bolsillo del pantalón para evitar que me saquen un par de billetes que tendrán que garantizar el almuerzo de ese día y el pasaje de regreso.
Llega a mi mente la indignación, recuerdo que por eso es que vamos a marchar. Desde que Peñalosa se convirtió en alcalde el pasaje de TransMilenio ha subido dos veces, así como los atracos, los árboles talados y los sueldos de los H.P. (Honorables Parlamentarios) que calientan silla en el Congreso.
Voy por la autopista sur y al mirar por la ventana veo pasar las montañas del sur de la ciudad, montañas cada vez más amarillas por culpa de las mineras. Nuestro aire cada día está más contaminado, respiramos la tierra que vuela de las canteras y las gripas cada vez son más frecuentes, esa es otra razón de nuestra manifestación. También observo la respuesta de la administración distrital, fuertes dispositivos policiales a lo largo de la autosur, unos en motos, otros con armaduras, gases y explosivos. Con la plata que se gastan en semejante dispositivo contratarían más profes para los chicos de los colegios, pienso mientras el articulado avanza.
Olores pútridos llegan a mi olfato y me percato de que he llegado al "matadero", lugar de sacrificio de los animales que devoramos los capitalinos. Lugar que durante décadas ha contaminado el río Tunjuelo. Con razón los vecinos de doña Juana están verracos, recuerdo en ese momento que ellos vienen soportando durante años las inmundicias de Bogotá.
Me bajo en Venecia porque tengo cita con otros compañeros para elaborar los volantes que le vamos a entregar a los transeúntes, también hay pancartas y stickers para informar a la comunidad. El reto es complejo. Tenemos los argumentos, hay mucho que decir, pero ¿cómo lo hacemos caber en un papel?, ¿cómo convencer?, ¿cómo competir con las mentiras de RCN y Caracol con tan pocos recursos? Qué difícil es contar la verdad. Hacemos lo que podemos. El reloj continúa con su marcha y ya son las 6:30 de la mañana. Empacamos todo en la maleta y con prisa volvemos a salir, pues hay que estar en el punto de concentración a las 7:30 a.m. Volvemos a hacer el recorrido y la policía muestra el nerviosismo de la alcaldía. Patrullas, motos y ESMAD abundan en las calles. Ojalá vigilaran de esa forma a los que se roban la plata del país, pienso mientras nos acercamos al punto de encuentro.
A lo lejos aparecen banderas, los sonidos del redoblante y las arengas nos señalan que hemos llegado. Nos aproximamos a la multitud y los rostros conocidos empiezan a aparecer. Rostros sonrientes nos saludan, unos son jóvenes, otros ya exhiben algún asomo de madurez. Se siente la emoción de ver allí tanta gente que está dispuesta a luchar por otro país. Tienen algo de ojeras porque llevan días trabajando en la preparación de la movilización. También hay rostros ajenos, los infiltrados de la policía que nunca faltan y a los que tanto tememos, pues cuando el alcalde da la orden estos son los saboteadores que arman la escaramuza que utilizan como pretexto para que el ESMAD entre a golpear.
Nuestros compañeros de derechos humanos hablan con los gestores de convivencia, con el mando de la policía nacional y en medio del intercambio veo a un par de funcionarios del ICBF. ¡Ahí está pintado Peñalosa! le digo a una compañera, mientras señalo a los funcionarios que enviaron para dar credibilidad a los absurdos señalamientos que hizo el alcalde en conjunto con el heredero al trono de la dinastía Turbay el día anterior. "Están reclutando niños para cometer actos vandálicos" dijo el alcalde para criminalizar la protesta. Doy un rápido vistazo a mí alrededor y lo único que veo son mayores de edad exigiendo vida digna para los barrios de los trabajadores de Bogotá.
Nos salimos a la carretera, la autopista sur para y la manifestación se acomoda en la vía porque va a iniciar su marcha. Ha empezado la gente a caminar y no se detendrá hasta el momento en el que vivir en un barrio popular deje de ser sinónimo de pobreza, contaminación e inseguridad.
¡A parar para avanzar!
¡Viva el paro popular!
