Lo que nadie se ha preguntado es por qué los sindicatos dejaron pasar el tiempo de manera que el paro y la crisis de las basuras terminaron siendo completamente inútiles para los intereses de los trabajadores.
Un proceso de licitación suele ser muy largo y además es público: es fácil consultar pliegos de condiciones, cronogramas, actas y demás que dan cuenta de cómo va un proceso. Hasta los más desinteresados en el tema ya habíamos escuchado algo sobre la licitación de las basuras en Bogotá.
A finales de 2017 se supo que la empresa pública Aguas de Bogotá, por razones que ahora no vienen al caso, no podía ni siquiera participar en la licitación: para ese momento se hizo más que claro que los empleados de esa empresa entrarían en un purgatorio laboral si no hacían algo.
Sin importar si el paro es un mecanismo legítimo o no, aunque lo del saboteo sí que fue ilegitimo, hay que puntualizar que el paro sucedió cuando ya no había absolutamente nada que hacer: desde el 21 de diciembre había culminado la licitación firmando el acta de defunción de Aguas Bogotá.
Pensar que el arrepentimiento de Peñalosa en febrero de 2018 iba a resultar en una victoria de los trabajadores era una ilusión: el distrito ya había firmado contratos y los concesionarios ya deberían tener listas para esas fechas gran parte de la maquinaria y el personal para entrar en operación. Otro hubiera podido ser el resultado de haber hecho el paro en diciembre antes de cerrar la licitación.
Es evidente que el objetivo real de los que organizaron el paro no era ayudar a los empleados de Aguas Bogotá: primaron los intereses políticos dada la cercanía de las elecciones al Congreso y de presidente. Es claro que se retrasó hasta el límite de lo posible el paro porque a los políticos les servía generar una crisis de las basuras en unas fechas donde el recuerdo aun estuviera fresco en la memoria de los electores, a ellos de nada les hubiese servido un escándalo antes de vacaciones de final de año.
Cuál puede ser la excusa para retardar la acción hasta cuando ya es imposible defender los derechos de alguien: las segundas intenciones. La gente se comió el cuento que el paro era para los trabajadores y no faltará que muchos de ellos vean con gratitud a los que los hicieron perder la última oportunidad de salvar sus empleos.
Así usaron a los trabajadores como peones de un ajedrez y después se preguntan por qué los trabajadores colombianos desconfiamos tanto de los sindicatos.