Si hay una ciudad en el mundo con la que por décadas han soñado millones de latinoamericanos, es precisamente París. Es tal su encanto que no basta con visitarla una vez sino que cada viaje de los afortunados que logran realizar ese sueño, deja en los espíritus la clara necesidad de volver. De explorarla un poco más porque parecen interminables las experiencias apasionantes que le ofrece a sus visitantes, a sus residentes. Una bella ciudad, una historia que conmueve el alma de cualquier demócrata; una actividad cultural envidiable, en fin, todo lo que un estudiante, un profesional, un amante de la música, de la pintura, de las letras puede desear. Por todo esto y mucho más, hoy el mundo entero está conmovido, con dolor porque ya el terrorismo llegó a extremos impensables en la llamada Ciudad Luz. Inocentes, gente que nada tenía que ver con lo que motiva al Isis a desatar esta guerra; especialmente jóvenes, que terminaron siendo las víctimas sin saber por qué.
Francia está en guerra contra este sector de Siria donde están estos terroristas. Lo acaba de anunciar la prensa internacional. El pánico de los parisinos, de los europeos se extiende claramente al mundo. Es un momento en el cual todo ser humano que habita este planeta se siente absolutamente vulnerable. Como lo alcanzó a mencionar el papa Francisco ¿será este momento el comienzo de una Tercera Guerra Mundial, cuando con el desarrollo actual de la tecnología, sus consecuencias pueden ser absolutamente devastadoras? ¿O de hecho, por la frecuencia cada vez mayor de ataques terroristas ya estamos en la mitad de una confrontación muy diferente a las guerras mundiales anteriores pero mucho más destructiva e impredecible
¿Estamos en la mitad de una confrontación
muy diferente a las guerras mundiales anteriores
pero mucho más destructiva e impredecible?
Aun si estos pensamientos negativos surgen cada vez que nos enfrentamos como seres humanos a estas tragedias, la dimensión de lo que ha sucedido sumado a los cada vez más frecuentes atentados contra seres inocentes, exigen una mayor reflexión. La reacción de Francia frente al grupo terrorista Isis que se ha declarado autor de los atentados del viernes 13, era de esperarse. Y como toda Europa y el mundo industrializado que creía haber logrado el nivel de seguridad y bienestar posible para sus habitantes viven momentos de terror, es posible que Europa se una a esta reacción francesa.
Solo resta esperar y confiar en la sensatez de los líderes mundiales pero debemos ser realistas Es imposible tener una fórmula para enfrentar la dimensión de este terrorismo suicida, fundamentalista, impredecible, que para desgracia de la humanidad ha demostrado una inmensa capacidad de organización. Que ha logrado destruir el sentimiento de seguridad que especialmente los países industrializados habían logrado construir pero que desde el 11 de septiembre de 2001 se viene debilitando apresuradamente. Por ello, el dolor que sentimos por París en el fondo es un gran temor por el futuro de todos y cada uno de los habitantes de este planeta.
Solidaridad con todos aquellos que han perdido a sus familiares, a sus amigos, a sus conocidos, en esta insensata masacre en la ciudad que el mundo valora. Lo más doloroso es que sabemos que a menos que algo inusitado suceda, es muy difícil creer que no se repetirán hechos similares o peores. No es posible sustraerse de ese pensamiento cuando vemos la incapacidad de sociedades mucho más organizadas que las nuestras, para evitar ser sorprendidas de manera tan cruel con costos en vidas humanas tan altos, como lo que acaba de vivir la soñada ciudad de París.
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