Están sucediendo, señor Presidente, demasiados hechos que lo están aislando, fuera y dentro del país, en menos de un año de gobierno. No solo usted resulta damnificado; en esta pugna, el saldo es la derrota para el país en su conjunto, un verdadero pierde – pierde.
El arrinconamiento suyo no es el resultado de la pugna entre dos conceptos de futuro, como si se enfrentaran neoliberales contra keynesianos, socialdemócratas o comunistas. O del hecho que usted quisiera impulsar un determinado modelo de desarrollo y que, supongamos, por razones de relaciones de fuerza políticas, no pudo sacarlo triunfante en el Congreso.
Usted tiene una gran oportunidad de incidir en el futuro de Colombia, vale decir, de la gran mayoría, que consta de quienes hoy son niños y jóvenes, que deberían tener el derecho de crecer en un país de ciudadanos respetuosos y pacíficos, en el que el cuento de la violencia fuera historia de sus padres y abuelos.
Quien ocupa el cargo de presidente en Colombia tiene un amplio espacio para trazar pautas de futuro. No nos ocurre, como a griegos o italianos o, como en monarquías parlamentarias, España o el Reino Unido, donde lo que se vote en las elecciones para congreso determina quién es el jefe de estado y, por tanto, la viabildad de sus propósitos de políticas públicas. Usted es el jefe de estado de una república presidencialista, con el cargo asegurado por cuatro años, a diferencia de la señora May, por ejemplo, que no alcanzó a durar tres años de primera ministra por cuenta de los desacuerdos acerca del Brexit en su propio partido. O de los jefes de gobierno italianos, cuarenta y pico desde el fin de la segunda guerra mundial (y cerca de setenta gobiernos distintos).
No puede depender usted de índices de favorabilidad fijados por el terrorismo de ELN o de cualquiera que quisiera pescar en río revuelto.
La narrativa sobre Venezuela que usted y su canciller impulsaron y que, al lado de su razonable reacción frente al atentado que segó la vida de jóvenes cadetes en la General Santander, le otorgaron un empujón temporal en las encuestas, simplemente ha sido desvirtuada por los hechos. Como ya lo sabemos, con mediación del gobierno noruego, representantes de Guaidó y Maduro adelantarán conversaciones que quizás conduzcan a una salida negociada , un gobierno de transición, elecciones y las necesarias reformas. Se afirma que las potencias apoyan la mediación noruega.
¿Con qué objeto persiste su gobierno, tanto en la forma como en el contenido, en una hipótesis fallida? Es probable, con el pragmatismo que caracteriza a la política exterior de los Estados Unidos, que quienes fueron sus aliados aquel 23 de febrero en Cúcuta, se suban al nuevo tren. Marco Rubio, el senador republicano de Florida, se ha bajado ya del tono belicista y mira a Oslo…
De paso, usted no puede dejarse desautorizar por su embajador ante la OEA ni permitir que subalternos suyos lo hagan. Los migrantes venezolanos no son reproductores del castrochavismo sino víctimas de un modelo fallido con fuertes dosis de corrupción.
Por otra parte, aunque el tema es complejo, hay otra narrativa que está caduca hace rato, la del regreso al conflicto. En el 2002 tuvo total vigencia la lucha contra las Farc. Había fracasado el proceso iniciado a fines del 98, las Farc consideraban que la toma del poder por las armas era posible. El primer gobierno de Uribe fue determinante en hacerles cambiar de opinión. Los dos de Santos, para realizar el acuerdo de paz. A usted le corresponde ponerlo en práctica, conseguir que la reconciliación sea un hecho en Colombia.
¿Volver al pasado? Con todo el odio que algunos líderes de su partido promueven, esa no puede ser su agenda como presidente. Leí en algún trino que sería absurdo que un presidente de 42 años destruyera un acuerdo que pretendía poner fin a un conflicto de mas de 50.
Usted no puede pasar a la historia con la reedición, bajo su mandato, de los asesinatos de líderes y personas desmovilizadas, de Tumaco al Catatumbo, de Arauca al Valle del Cauca. Los nuevos paras están asesinando a diario, incluyendo jóvenes ambientalistas. Mas de cien desmovilizados han perdido la vida. Y una alerta terrible: ¿Dimar Torres es un caso aislado?
Y, por supuesto, presidente, imposible hacerle el quite al New Yory Times, al Washington Post, a la prensa europea, que ya empezó a replicar la alarma temprana, a los mas de 70 senadores demócratas de los EEUU. No puede usted permitir que los falsos positivos regresen, crímenes sin nombre, de una infamia que la historia aún no ha calibrado como corresponde. No puede usted tolerar que se persiga a los militares que, en desacuerdo con las macabras orientaciones de la productividad operacional, han suministrado información veraz que puede salvar vidas.
No puede, no debería, guardar silencio frente a las amenazas que han recibido oficiales, en retiro y activos, que acuden a la JEP. Y, de paso, tema grueso, debe usted promover que la JEP realice su trabajo. Sus objeciones, en franca lid, fueron derrotadas por el congreso de Colombia.
La paz no solo nos hermana. Es el requisito para la confianza inversionista y el desarrollo empresarial que Colombia requiere y que un proyecto de guerra, alentado por algunos copartidarios suyos, está echando al trasto.