Definitivamente, la vida en pareja ha evolucionado radicalmente durante los últimos veinte años. Y es que llegaron las parejas LAT (Living Apart Together, por sus siglas en inglés, o “viviendo aparte juntos”). Ahora los medios internacionales (estadounidenses y europeos), registran su existencia como una tendencia que surge de la preferencia a estar solo (a), eso sí con esposo (a) e hijos — pero aparte—, y que cada vez se populariza más por cuenta de la apertura mental y moral, la economía y el trabajo, y el estilo de vida que cada quien quiere llevar. El asunto va desde dormir en camas separadas, o vivir en apartamentos separados, o vivir en ciudades diferentes, según la situación.
En el contexto colombiano no es una práctica que todavía tenga auge en las parejas jóvenes, porque sigue siendo un ideal la convivencia del matrimonio o de la pareja en unión libre. Sin embargo, sí se está viendo en parejas maduras cuyos miembros son viudos o separados, con una situación económica independiente y definida, que prefieren compartir a ratos, pero no permanentemente. En una muy pequeña encuesta que adelantamos en nuestro programa En Blu Jeans, de Blu Radio, así se manifestó y —quién lo creyera— más en los hombres.
Camas separadas
A los más conservadores que una pareja — sobre todo joven— decida dormir en camas separadas, en la misma o distinta habitación, les despierta sospechas. Claro que vale recordar que en épocas de nuestros abuelos así se acostumbraba, pero tenía otro contexto. Las pobres señoras no solamente se privaban del arrunche en cucharita, para no ahondar en más, sino que sus relaciones sexuales no tenían antesala ni cortejo. Eran “directo al grano” y con una sábana o piyama con un hueco en la mitad, sin siquiera darse cuenta si el señor torcía los ojos de placer o se había afeitado el cuerpo como demandan hoy las mujeres de las nuevas generaciones. Pero, retomando el tema, los expertos aseguran que la cama no solo debe asociarse con sexo sino con descanso. Algunas personas no aguantan la cama compartida, el sueño compartido, hay intolerancia a que otro cuerpo esté permanentemente al lado y por eso se va cada uno para su camita.
Apartamentos separados
Nuestro querido colega Poncho Rentería es la más clara representación de este estilo de vida. Sin embargo, en nuestro país esta es una práctica todavía casi impensable para los matrimonios o la convivencia en pareja, no sólo por lo conservadora que sigue siendo nuestra sociedad, sino porque la realidad muestra que cuando más se comparte es entre semana, en las noches; este espacio sigue siendo visto como un ideal para la consolidación de los hogares: Permite vivir el día a día de la crianza de los hijos, resolver adversidades, compartir el manejo de los límites y la distribución de los roles como padres. No obstante, no son los únicos aspectos —dicen los expertos—, para que un hogar sea feliz y tranquilo.
Ciudades separadas
Esta opción se circunscribe casi específicamente a ofertas laborales y económicas, y a la independencia que en este sentido cada miembro de la pareja quiere conservar. Es decir, uno de los dos encuentra un mejor trabajo y el otro no quiere dejar lo que ha conseguido o no puede trasladarse. En este caso es imperativo buscar estrategias para mantener el vínculo o el calor de hogar. El contacto permanente, consideran los que saben, es uno de ellos. Como decimos con nuestra malicia indígena: Será que, ¿“felices los cuatro”?
En términos generales, aseguran los sicólogos, vivir aparte en cualquiera de los dos últimos contextos significa para los niños inestabilidad, además de una carga para quien está más tiempo con ellos entre semana (tareas, médico, colegio, etc.) —que es lo aconsejable—;y estupendo para quien solo los ve en momentos de recreación los fines de semana. Los padres LAT deben también unificar normas y límites.
Pero esta es la tendencia; a eso nos está llevando la apertura mental que con todo derecho podemos elegir o no, y la globalización. Pareciera que ser pareja LAT, por lo menos en nuestro país, resulta ser una alternativa válida solo para los adultos maduros, con hijos grandes y su vida prácticamente organizada en soledad parcial. O para personas jóvenes que aportan a la pareja hijos pequeños de su anterior relación y que prefieren llevar una unión estable pero separados, y así evitar los conflictos que trae la convivencia en su día a día.
Mejor dicho, como la canción del español Emilio José:
Ni contigo, ni sin ti,
tienen mis males remedios.
Contigo porque me matas,
sin ti porque yo me muero.
Ni contigo, ni sin ti.