La política del desprestigio es básicamente una táctica altamente conocida en los escenarios políticos y de poder, que consiste en criticar de manera exacerbada y descalificativa a otros actores, instituciones y colectivos; muchas veces de manera poco fundamentada, pero con altas dosis de intencionalidad para generar opinión y llamar atención en la ciudadanía.
En Colombia tal práctica es bastante común, y algunos sujetos que ostentan cargos públicos, la practican de manera excesiva, caso de la actual senadora del Partido Alianza Verde, Claudia López. Tal senadora, que se destacó hace unos años como una gran investigadora y académica, parece haber perdido su rumbo objetivo y crítico, debido a que hoy por hoy parece estar obsesionada y dedicada exclusivamente a destruir determinados colectivos y otras figuras políticas, con base en juicios altamente subjetivos, que en muchas ocasiones terminan siendo calumnias
Uno de los episodios más recientes de difamaciones fue contra el exministro de Vivienda, Luis Felipe Henao, donde lo llamó corrupto en un programa radial, sin pruebas ni argumentos tangibles. Por este hecho, la Corte Suprema de Justicia obligo a la señora Claudia a retractarse públicamente. Cabe precisar que esta congresista ha sido denunciada penalmente en el pasado por otros casos similares.
Tal tendencia hacia la inquebrantable política del desprestigio de esta militante del Partido Alianza Verde, es bastante reprochable no solo contra otras figuras públicas, sino contra otras colectividades y gremios de índole político, social y económico.
Por ejemplo, es reprochable que mientras se jacta de hablar de corrupción hacia otros partidos, se le olvida que es bastante ilegitimo el compartir la coexistencia laboral con su copartidaria y pareja sentimental, debido a los múltiples conflictos de intereses que se pueden dar al ser las dos congresistas.
Así mismo, es ampliamente cuestionable que se afane de hacer impacto con su discurso antisistema y anticorrupción, cuando se conoce, entre otras situaciones, fotos en compañía de la concejal cartagenera Angélica Hodeg del Partido Alianza Verde-acusada de corrupción- o su actual silencio contra algunas investigaciones hechas en el pasado —cuando pasó por la alcaldía de Santiago de Cali— a su copartidario y actual senador Jorge Iván Ospina. Y ni mencionar sus airadas reacciones por el accionar de la Fiscalía General de la Nación contra amigos y copartidarios suyos, caso de Camilo Romero, actual gobernador de Nariño.
Con base en lo anterior, se puede establecer que la senadora le da más luz mediática e insistencia de juicio a los sectores no afines a sus intereses ideológicos. Claro peor es el caso, de ser capaz de señalar y acusar de manera infundamentada a los entes de control por investigar a personas de su cercanía.
Por otro lado, también es justo señalar la oportunista actitud de la parlamentaria, que en busca de consolidar plataformas electorales —caso la Presidencia de la República o una futura alcaldía de Bogotá—, instrumentalice el peor flagelo de nosotros los colombianos, la corrupción. Esto lo menciono porque más allá de hacer un verdadero ataque a dicha práctica sucia y dañina, claramente lo que hizo la señora congresista con su consulta anticorrupción fue un acto populista y una movida electoral, porque es obvio que tal consulta no tiene elementos técnicos y herramientas innovadoras para prevenir el cáncer de la corrupción.
En este orden, y para no entrar en su juego de críticas exacerbadas, solo queda hacerle la invitación a Claudia López para que reflexione sobre sus acciones y conjeturas apresuradas y selectivas, porque en ocasiones pueden hacer mucho daño de manera innecesaria a cientos de colombianos. Más bien, es fundamental que proponga verdaderas ideas para un mejor país, haga controles políticos más objetivos y veraces—como lo hizo en el pasado— y tenga posiciones realmente sensatas, no sujetas a la generación de opinión y al beneficio propio que pueden dar algunas coyunturas políticas.