Sentado en un cómodo mueble, que sin necesidad de ser de terciopelo francés cumple con las medidas y calidades óptimas para sobrellevar días eternos, reflexiono acerca de los comportamientos sociales según su entorno. Siempre considerando que los juicios frente a la vida y las situaciones diarias son propensos a mutar según la silla en la que estemos sentados.
Hoy día, el número de cuestionamientos acerca de las practicas correctas o no para preservar la existencia humana sobrepasan el número de seguidores que en cualquier red social un famoso podría tener. Todas las opiniones son válidas desde cierto punto de vista y enfoque, en ocasiones con cierto egoísmo que la misma supervivencia humana nos otorga como naturaleza.
En Colombia, un país tercermundista así para los Estados Unidos no lo seamos, como si una deidad fuese, el devenir diario está enmarcado en una serie de situaciones que para ciertos extranjeros podría resultar heroica. Muchos de nuestros compatriotas, por no decir la mayoría, luchan el día a día en un entorno complicado, marcado por la informalidad y la falta de oportunidades para obtener así sea en precarias condiciones, necesidades vitales. Estas, que en un país lleno de riquezas, deberían estar disponibles para sus pobladores mejorando sus condiciones de vida.
Todo esto patrocinado por el Estado como mayor contratante bajo una modalidad creada para fines distintos a los que la práctica conlleva, las famosas OPS (Órdenes de Prestación de Servicios). Práctica que, al igual que el trabajo informal, no permite que la persona logre cierta estabilidad, derivando en el día a día como su única oportunidad de subsistir.
Todas esas situaciones y muchas más que en estas líneas no se encuentran presentes nos abrazan hoy a un momento preocupante para nuestra población, donde distintas verdades se exponen, donde cada quien intenta contribuir al bienestar individual y colectivo hasta que el “hambre” ataca. Es ahí donde todas las teorías y pensamientos académicos, conspirativos y ortodoxos se rompen logrando opiniones peyorativas de quienes de cierto modo gozamos de ciertos privilegios.
Ahora, cuando más necesitamos del Estado, lo más seguro es que este tal y como ha sucedido a lo largo de los años solo aparezca para aparentar figuraciones políticas que nada contribuyen al verdadero deseo de ayudar. Esas “ayudas” como siempre fétidas, impregnadas con el cáncer de nuestra nación, la corrupción, la cual llegó a ser catalogada por el otrora celebre Miguel Nule como “una condición inherente al ser humano”, nunca llegarán.
Una vez más en nuestra historia nos tocará vestirnos de héroes y lograr entre todos salir adelante, teniendo en cuenta las opiniones de todos los individuos, de todos los sectores y de todo aquel que cierto juicio quiera colocar en pro de la situación. Con júbilo recordemos que juntos venceremos, sin emitir juicios y compaginando distintas medidas y conductas según nuestra situación sea siempre teniendo en cuenta que para vivir primero hay que sobrevivir.