Schopenhauer expresó qué hay épocas en la historia en las que el progreso es reaccionario y la reacción, progresista. Seguramente seré anónimo como millones de hombres en la historia, silenciado por no pertenecer al círculo pequeño que decide sobre todos, tal vez, por suerte divina o por desigualdad social, quién sabe, misterioso y místico es como la muerte, más allá de ello, creo seguir sustentando entre líneas lo que pienso, por qué todo aquél que busca desahogar sus pasiones y razón atrapada, tiene por lo menos la responsabilidad subjetiva, libre e inalienable de hacerlo.
El silencio abominable de aquellos que son incapaces de expresar mediante hechos o ideas lo insatisfecho que están con la realidad presente, es nocivo para el desarrollo efectivo de la expresión humana en todo el sentido de la palabra. Es decir, reafirman la tesis del status quo, dejando las cosas como están. Momento terrible para todos.
La mitificación de la ciencia, la técnica y la idea de progreso surtida por las mismas, llevó al hombre a una crisis tremenda, creyendo dominar el mundo del conocimiento y el mundo físico, terminó pagando un precio muy alto y arrojando al hombre a un precipicio. El mismo hombre se volvió una cosa más, un simple objeto, en pleno siglo XXI matan por robar un teléfono celular, el hombre, la vida humana, adquirió el mismo valor que una cosa, un ente. El mercado sé apropió de la vida humana y la técnica no dice nada, le importan otros temas.
Mi intención es dejar sobre el tapete la idea de que el hombre además de ciencia es misticismo, es filosofía primera, no sólo se debe pensar mediante el método científico que en cierta medida facilitó a las civilizaciones a interpretar la realidad fuera de los cánones, sino que también se debe pensar las grandes “verdades” que nos siguen desde tiempos memorables y que aún no respondemos: la idea de Dios, el amor, la muerte, la conciencia, los sentimientos y al Ser.
Diría qué la reflexión sobre el Ser justamente es el estadio que puede contribuir a dimensionar la realidad presente desde otro lado, cambiando el paradigma de análisis solamente científico a un análisis aunado ciencia - ser, pero no el ser visto como metafísica sino como conciencia de sí mismo. Al ser conciente de sí mismo, originariamente el hombre es conciente de su finitud, no es eterno y se da cuenta que el único problema importante es la muerte, al fin todos vamos a morir. Pero en esa comprensión surge la tesis de que al estar hechos para la muerte con nuestra existencia se debe hacer algo, debe existir un compromiso con la vida misma y con los otros. Los grandes relatos como diría Lyotard, nacen de hombres comprometidos con la existencia, sin importar que pensaron, pero lograron pensar y defender su posición.
La naturaleza del mundo de hoy necesita un viraje para salir de la crisis que afronta el siglo actual, es tiempo de deconstruir todo aquello que habla en nombre de la verdad e integrar al hombre en su totalidad. No es la ciencia quien resolverá algo en lo que no piensa, ni mucho menos las pasiones o el Ser resolverá lo que no está en su plano: es la integridad del hombre expuesta en estas dos líneas.