Es bien sabido que los realities, concursos, telenovelas y otros formatos similares en el mundo del entretenimiento en Colombia han incluido la polémica, los escándalos y conflictos como fórmulas no solamente atractivas sino metálicas de rating. Podría afirmarse con seguridad que lamentablemente dichas fórmulas sí han funcionado, empero, para destruir con desdén la imagen de un país, por la tan equivocada premisa de crear contenidos de disentimiento que hagan acelerar la aguja.
Sin embargo, después de tantas producciones que ya poseen estos componentes como réplica, últimamente, el apetecido enganche a las pantallas pasa a convertirse en un fastidio al interior de las masas. Los actos violentos, sean como sean y provengan de dónde provengan, impulsan urgentemente a una redefinición ciudadana que marque diferencia óptima y que purifique transversalmente a la industria del entretenimiento.
No obstante, vemos hoy que insistentemente la creatividad de los productores de la industria de la televisión siguen disponibles para seguir devorándose a la sensatez de buenos contenidos, y no vender una mirada cambiante de un país como el nuestro que tiene hastío por tanto desvarío social diario. Entonces, con todo ese lastre a cuestas, la condena a padecer un rol de Atlas se encrudece cuando la familia colombiana se reúne frente al televisor los fines de semana para escapar a tanta toxicidad.
En ese sentido, se desconoce cuál sea la justificación para que en el nuevo formato de MasterChef Celebrity Colombia 2021 empiecen a aflorar esos escenarios de insana convivencia, olvidando lo hermoso de aprender las artes culinarias en colectivo. La cizaña, la envidia, la hostilidad y la discordia, que se elevan a medida que avanza esta nueva emisión, no son más que una superposición de malogrados egos que en vez de encantarnos con el aprendizaje de una nueva receta, nos invitan a cambiar de canal a fin de nutrirnos con mejores ingredientes de solidaridad, compañerismo y gastronomía de conducta íntegra.
Ojalá los próximos capítulos se enfoquen en el verdadero disfrute dirigido a los televidentes nacionales e internacionales; que el encanto del programa no quede en una caja misteriosa y que los retos de eliminación sean equivalentes a estratégicas competencias (no en tragiconovelones), porque para saber cocinar con maestría también se requiere aprender a convivir. Como resultado, si los integrantes de un formato culinario no comprenden el verdadero significado de una competencia de tal índole, cuyo ingrediente primo es saber relacionarse con otros, francamente es muy escaso lo que de ahí pueda rescatarse.