La violencia contra la mujer es una problemática social que está instaurada culturalmente. Además, actualmente, es un fenómeno bastante nombrado en los medios, pero minimizado y ocultado en la mayoría de los casos.
Así pues, es difícil hablar de la violencia que viven las mujeres porque estas acciones se convirtieron en un delito que no es delito. De hecho, se han creado leyes que, aunque tienen por objeto la adopción de normas que garanticen a todas las mujeres una vida libre de violencia, se quedan en el papel y no trascienden en la sociedad.
Para el 2015, 500.000 mujeres fueron violadas en el marco del conflicto armado presente en Colombia; es decir, el cuerpo de la mujer se ha convertido en un arma durante décadas y un objeto material del que se puede abusar. Y si bien cada vez es más difícil abrir debates sobre este tema y de lo que viven diariamente las mujeres, hay que hacerlo.
Así mismo, a pesar de que en este momento este tema se ha convertido en un sermón más y en un discurso apático y burlón, y de que es complejo comprender que aún existe una sociedad que busca minimizar este tipo de acciones, excusando al victimario mientras que se culpa a la víctima por cómo se vistió o donde estuvo (colocando al hombre como un ser irracional que no puede controlar los impulsos y que por ende es capaz de hacer cualquier cosa sin ser juzgado ni moralmente, ni judicialmente), hay que hacer algo.
Una de las reflexiones más importantes que Jineth Bedoya, una activista en estos temas, hace es sobre el ámbito legal y las leyes que protegen los derechos de las mujeres. En este sentido, creo que tener una ley no significa que se haga valer y menos cuando aún no se tiene claro cuál es el significado de la violencia, es decir, ¿qué es la violencia contra la mujer? Y me refiero a esto por la manera en que todavía se han considerado las diferentes acciones y casos de muchas mujeres que denuncian y no han encontrado justicia, sino todo lo contrario.
Incluso, una de las batallas a las que se enfrentan las víctimas cuando denuncian es que su caso no sea tomado en cuenta, que no le den garantías y mucho menos le brinden seguridad frente a la amenaza de ser nuevamente abusadas; pero, entonces, ¿para qué sirve la ley si aún se juzga a la víctima, si aún no existe una educación de género y al final todo termina en más violencia, en exponer a una mujer victimizada y en la ilegitimidad del Estado?
En conclusión, es necesario entender esta problemática, dimensionar la fuerte situación de violencia que ha enfrentado el país por años y el motivo por el cual muchas de las leyes no funcionan, además de los diferentes casos que se presentan día a día, que lamentablemente muchas veces no pueden ser resueltos.