¿Para qué sirve un médico? ¡Qué pregunta extraña! La utilidad social de los médicos es evidente: gracias a ellos viven personas que de otro modo no vivirían. Lo mismo pasa con los maestros de escuela: sin su trabajo, los niños no sabrían leer ni contar. Sin plomeros las cañerías no funcionarían, sin cocineros no tendríamos comida sabrosa. Del otro lado, están los ladrones: su trabajo tiene una utilidad social negativa, hacen dinero empeorando la vida de las personas. En algún lugar entre estos dos extremos están ciertas profesiones cuya utilidad social no es del todo evidente, pues no queda muy claro cómo mejoran la vida de las personas: los administradores de EPS, los operadores de televentas, los corredores de bolsa.
Claro, los corredores de bolsa producen riqueza para sí mismos, ¿pero producen salud, como los médicos? ¿producen saber, como los maestros?, ¿cañerías funcionales, como los plomeros? Para entender la utilidad social de los corredores de bolsa, hay que hablar de la mano invisible del mercado. En el siglo XVIII, el economista Adam Smith se dio cuenta de que el tire y afloje masivo entre compradores y vendedores, entre oferta y demanda, producía, a manera de equilibrio, un precio adecuado para las mercancías y, por lo tanto, un nivel de producción adecuado, pues la gente buscará producir aquellas mercancías que den un buen margen de ganancia. Como veremos, los corredores de bolsa tendrían por función afinar este mecanismo de autorregulación del mercado.
Como insistía mucho Friedrich Hayek, este mecanismo del mercado “sabe” más que cualquier individuo, porque es la suma de las intenciones económicas de todos los individuos que participan en el mercado. Para él y los economistas de su escuela, hay que respetar los designios de la Mano Invisible aunque nos parezcan extraños: puede chocarnos que los médicos y los maestros ganen tan poquito, y los youtubers tanto, pero aquí la mano invisible está reflejando cuánto está dispuesta a pagar la gente por una y otra cosa; y a la larga es la forma más eficiente de asignar los recursos.
No podemos saber exactamente cómo funciona el mecanismo de regulación de la Mano Invisible, pero podemos saber que funciona bien, dicen economistas como Friedrich Hayek y Milton Friedman y los políticos que los siguen; lo que debemos hacer es ayudar a que este mecanismo de mercado sea máximamente preciso. Aquí entran los corredores de bolsa: al comerciar masivamente con acciones de compañías que se venden en la bolsa, ayudan a que el mercado decida cuáles compañías merecen ser financiadas y cuáles no. Mientras más libertad tengan para hacerlo, dicen los corredores y los economistas que los apoyan, más eficiente será el mercado. Es así que abogan por la desregulación de los mercados financieros, que se les permita prestar dinero que no tienen, vender paquetes de deudas peligrosas como si fuesen de pagadores sólidos, usar los ahorros de pensiones y cuentas bancarias de individuos para realizar apuestas riesgosas en el gran casino de la especulación financiera.
Una de las jugadas que se realizan en este laboratorio de creatividad financiera es la llamada “posición corta”: básicamente, es una apuesta a que las acciones de una cierta compañía van a bajar de valor. Para ganar dinero en esta operación, el inversionista que realiza la posición corta debe comprometerse a entregar un cierto número de acciones de la compañía en cuestión en una fecha determinada: si las acciones han bajado, resulta ganando. Esto fue lo que quisieron hacer fondos de inversión como Point72 y Melvin Capital. De hecho, resultaron perdiendo, ya veremos cómo.
En teoría, el precio de las acciones de una compañía refleja, en general y a la larga, el valor real de la compañía, esto es, la capacidad que tiene de crecer, de hacer dinero, de generar dividendos para sus accionistas (los economistas de la corriente neoclásica lo llaman la Hipótesis del Mercado Eficiente). Pero muchas veces la Mano Invisible no resulta tan impersonal y racional como dice la teoría. El mercado de acciones no está compuesto de muchos individuos tomando decisiones por su cuenta: hay “peces grandes”, grandes fondos de cobertura que marcan la pauta en el mercado con sus decisiones, que son copiadas por otros. También hay gurús (en contra de la idea de Hayek de que es el mercado el que sabe, no los individuos), personajes reputados cuyos consejos de inversión se siguen masivamente; a Warren Buffet se le conoce como “el oráculo de Omaha”, por ejemplo.
Sin importar el estado de salud real de una compañía, los peces grandes tienen efectos muy reales sobre el precio de las acciones. Si todos los que participan de un mercado de valores piensan que las acciones de cierta compañía son valiosas, lo son, en efecto (J.M Keynes lo comparaba con un concurso de belleza en el que la más linda es, simplemente, la más popular). Cuando Point72 y Melvin Capital decidieron tomar una posición corta frente a GameStop, parecía que habían decretado la muerte de la compañía, pues el resto del mercado dejaría de creer en ella.
Aquí fue donde apareció el grupo /wallstreetbets, una comunidad de la red social Reddit. No se trata de grandes inversionistas de Wall Street, sino de jóvenes del común, quienes decidieron inflar el precio de GameStop comprando masivamente (haciendo uso de sus números, que no de su riqueza). Efectivamente, muchos ganaron mucho dinero, sobre todo a costa de Point72 y Melvin Capital quienes, recordemos, están comprometidos a entregar acciones de GameStop.
Los peces grandes de Wall Street, en su mayoría, se han pronunciado en contra de la irresponsabilidad de los jóvenes de Reddit, y han pedido que se regule este tipo de jugadas; Robinhood, la plataforma en la que los chicos hacían sus transacciones, detuvo momentáneamente la compra de acciones de GameStop. ¡Un momento! ¿Acaso no hay que dejar todo a la Mano Invisible del mercado? ¿Acaso el mercado no es capaz de corregirse solo, acaso no hay que confiar en las decisiones que emita en su inescrutable sabiduría? Al parecer no, cuando quienes actúan como peces grandes son un montón de peces pequeños. Los peces grandes de Wall Street son acérrimos defensores del mercado libre y la no intervención estatal excepto cuando no les conviene: en 2008, recibieron gustosos un rescate gubernamental después de que hicieran pésimas apuestas en el mercado inmobiliario.
A todas estas, ¿para qué sirven los corredores de bolsa? En realidad no parece que ayuden al mecanismo de la mano invisible: Wall Street se parece más a un loco casino que a un laboratorio de fijación racional de precios. Tampoco parece que la desregulación financiera ayude a que el mercado sea más racional, antes ha estimulado a que se hagan apuestas temerarias y costosas, y a que los grandes firmas de Wall Street manipulen el mercado a su favor. Por mi parte, sueño con un futuro en el que haya más cargas de impuestos para este casino, que nada aporta a la sociedad; un futuro en el que ganen más dinero los médicos y los maestros, y ganen menos los especuladores.