Ninguna sorpresa produjeron las conclusiones de la 49 Asamblea General de la OEA y, más bien, sí confirmaron lo que se suponía iría a suceder en este evento: una reafirmación de la comunidad de intereses que hay entre el imperio y las oligarquías y una agresión más al proceso revolucionario venezolano, y de contera, a los que se están dando en otros países hermanos.
Lo de Venezuela ya había sido advertido expresamente por Luis Almagro, secretario general del organismo, y Carlos Holmes Trujillo, nuestro apreciado canciller, quien fue premiado con la presidencia de la Asamblea por sus brillantes ejecutorias antivenezolanas, lo cual hace innecesario cualquier comentario, como tampoco lo necesitaría la aludida comunidad de intereses oligárquico imperialistas.
Sin embargo, para borrar cualquier duda, Elliott Abrams, encargado de las políticas del imperio contra Venezuela, las aclaró todas en una intervención pronunciada y aplaudida en el Congreso norteamericano, de cuyo contenido el periodista Iván Oliver Rugeles resulta algunos fragmentos, de los cuales hacemos reproducción parcial a continuación:
Dijo el señor Abrams: “Nosotros, que somos los campeones de la democracia en el mundo, siempre hemos probado que el socialismo ha sido un fracaso en todos los lugares en donde ha tratado de imponerse, y por lo tanto no podemos permitir que en Venezuela eso sea la excepción. ¿Entonces vamos acaso a permitir que en Venezuela sea exitoso el socialismo, señores Representantes? ¿Pueden ustedes creer lo que eso provocaría en toda la región de América Latina?
“¿Ustedes pueden imaginarse lo que representa construir tres millones de viviendas sin la participación de la empresa privada? ¿Cuál sería el destino de nuestro modelo si no intervenimos allí en los proyecto de salud o educación, en la formación de sus militares y en la adquisición de los elementos para su defensa?”
“Por lo tanto, el que no esté con nosotros debe pasar por las más dolorosas privaciones, las más terribles inseguridades, las más penosas necesidades de todo aquello que durante tanto tiempo disfrutó teniéndonos por aliados y por el sostén de sus costumbres, de sus hábitos y entretenimientos más preciados…”.
¿Alguna duda? En este discurso, el señor Abrams no pronunció una sola palabra en defensa de los derechos de los pueblos al buen vivir. Simplemente rechazó cualquier intención de resolver los problemas sociales “sin la participación de la empresa privada”; cualquier propósito de impartir formación militar y de adquirir elementos para la defensa sin la intervención de ellos; cualquier intento de los pueblos de optar por el socialismo; es decir, cualquier posibilidad de ejercer soberanamente el gobierno de la cosa pública.
Bajo tales argumentos, ¿para qué más asambleas?, ¿para qué más OEA?