Para que el Pacto sea Histórico debe hacer historia
Opinión

Para que el Pacto sea Histórico debe hacer historia

Petro podría intentar darle la vuelta al desencanto y el Pacto Histórico dejar de ser el simple fenómeno de una coyuntura y empezar a tejer partido

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noviembre 12, 2023
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Una parte considerable de la ciudadanía está desencantada. Los estudios de opinión marcan un pesimismo generalizado; las tertulias digitales registran frustraciones que los petristas purasangre no alcanzan a neutralizar. Si se lee de manera literal el resultado del 29 de octubre, el mensaje es contundente. El triunfo de alcaldes y gobernadores del centro hacia la derecha y del clientelismo regional encogió el apoyo al gobierno y el espacio para las reformas. Los entusiastas electores del 2022 se deslizan por el barranco del desencanto. Al gobierno del PH le corresponde evitar que los sueños se derrumben. Al menos debería intentarlo.

Si se consolida la frustración, la rabia y la indignación, el retorno de los brujos en 2026 será imparable. De las cavernas uribistas se preparan para restaurar el pasado. El gobierno de cambio se eligió para ser una alternativa a ese modelo. Es cierto que no había experiencia de gobierno, que el aprendizaje es doloroso, que no hay partido. Pero el gobierno puede reconstituir equipos, convocar expertos que quieren colaborar y saben gestionar; puede contar con gente de experiencia en manejo de equipos, en mover la burocracia. Enconchado, ensimismado, aislado, el equipo de gobierno profundiza el desencanto que nutre a la oposición.

Liderar una sociedad fragmentada implica convocar la diversidad de intereses para buscar como conciliarlos en acciones de gobierno. Las expectativas de decenas de tribus deben canalizarse en programas concretos, en asignación de presupuestos y en sistemas de estímulo y control de ejecuciones. El encargado de lograr que confluyan en una partitura funcional de las muchas partes que votaron por el cambio es el PH y el gobierno. Excluir, expulsar y desconocer a los que discrepan en aspectos concretos, o en los que señalan las debilidades para corregirlas, es un método de los regímenes autoritarios que funcionan cuando hay una verdadera concentración del poder.

En un país donde el Congreso actúa con mayorías adversas al gobierno; donde las cortes sentencian con autonomía para tumbar decretos de emergencias y curules claves del gobierno; donde las órdenes civiles no le llegan a la fuerza pública, el autoritarismo no funciona. Para mover la maquinaria del estado se necesita encontrar el apoyo de las fuerzas que le dan legitimidad a las acciones. Sumar las fuerzas para navegar hacia el mismo rumbo es indispensable. Es una tarea inevitable si el PH quiere liderar las transformaciones que el medio país que lo eligió espera. Las reformas son para satisfacer las necesidades de una sociedad, no el ego de un gobernante. Y de nada sirve justificar por qué no se pudo.


Las reformas son para satisfacer las necesidades de una sociedad, no el ego de un gobernante. Y de nada sirve justificar por qué no se pudo


La coalición reformista del PH representa más que el petrismo. Movimientos como Somos Porque Soy de la vicepresidenta Francia Márquez, o Fuerza Ciudadana de Carlos Caicedo, al igual que el PST y muchos otros que conformaron el PH se sumaron al líder mejor posicionado, más conocido, con una larga trayectoria de lucha. Pero no era jefe de esas fuerzas sino su punto de confluencia. Millones de electores lo prefirieron ante la alternativa. El PH está en mora de identificarlos, de interpretarlos de gobernar con ellos. 

Una parte del problema del ejercicio del poder en estas democracias débiles es la facilidad con que se aislan los gobernantes. Los círculos se estrechan tanto que los estrangulan. Se imponen la tarea de controlar al presidente para lograr una cuota de poder o para protegerlo. Aquí y en Cafarnaúm. Lograr una organización en la cúpula que permita el flujo y el diálogo social es fundamental. Cerrar el círculo con leales o incondicionales es uno de los errores más comunes que lleva al ocaso a tantos gobernantes, cuando lo que necesitan es que les digan hasta la más incómoda de las verdades para actuar con lucidez.

Los incondicionales suelen ser los menos dispuestos a comunicar verdades, cierran el flujo de información; confunden proteger con aislar y por eso lo entran y sacan por las puertas de atrás sin permitir que tenga contacto con la gente; son los que adulan creyendo que compensan la ingratitud de gobernar; los que acolitan el saboteo de la agenda sin considerar el daño que hacen al irrespetar el tiempo de los demás; son los que en vez de verificar y sugerir correcciones a los tuits creen que siempre el mandatario escribe la respuesta adecuada para cerrar un diálogo o abrir una controversia sin percatarlo de su impertinencia. Son los que creen que es mejor ocultar los recreos del mandatario sin entender que el secreto facilita las especulaciones como la supuesta adicción que María Jimena Duzán le invita a confesar.

Desde afuera son evidentes las fallas del gobierno. Como es evidente la falta de intención de corregirlas. Tal vez por eso surgió el esfuerzo por desdibujar la persona de Petro, de presentarlo como un ser sin empatía (autista le dijeron), con tendencia a refugiarse en los excesos para tolerar los sinsabores del gobierno. Los que circulan esas versiones quieren explicar los desaciertos oficiales en supuestas dolencias síquicas del gobernante. Prefieren promover estas teorías antes que impulsarlo a corregir para lograr un buen gobierno, o estimularlo a convocar a las fuerzas de cambio capaces que necesita para gobernar con sentido.

La lógica indica que le corresponde al Pacto Histórico organizar un movimiento con estructura nacional y regional, con cuadros, con centro de pensamiento, con escuelas de gobierno, con militantes y procesos democráticos internos. Un partido que se inscriba en la socialdemocracia internacional que representa la opción frente al auge del populismo de derecha que amenaza a las democracias occidentales. Para que el Pacto sea Histórico, debe hacer historia, dejar de ser un simple fenómeno de una coyuntura de la que el país se arrepienta como ocurrió con Duque.

El gobierno puede recuperar los sectores que ha perdido, puede frenar el drenaje y reconectar con sus electores. El resultado del 29 de octubre refleja la necesidad de organizar esas fuerzas diversas y dispersas que formaron el PH. Los egos, las ambiciones, los personalismos, el miedo a dejar de ser cabeza de ratón deben quedar atrás. La necesidad de organizar poder local, de elaborar propuestas específicas, de presentar listas únicas o de coalición con candidatos surgidos de consultas democráticas, debe ser atendida. El PH aún puede aprender de la derrota, puede empezar a tejer partido.

Algunos del entorno presidencial creen que la salvación está en un gran acuerdo nacional con las viejas élites. Quieren acordar un marco tolerable para las reformas en lo que resta del gobierno. Pero los resultados de octubre envalentonaron a la derecha. Lograr acuerdos con adversarios crecidos es difícil. Recuperar gobernabilidad gracias a quienes se oponen al cambio tiene el riesgo de provocar más desencanto dentro del sector de cambio. Lo que parece coherente es iniciar la tarea de construir el movimiento socialdemócrata. Sin partido solo hay sentimientos que expresan el hartazgo popular. Hace falta la estructura que permita que el PH tenga contenidos elaborados y cuadros capaces. A ver si ahora que se cumplió el sueño de ganar el gobierno, se cumple el sueño de transformar a Colombia. Esto sería lo histórico del Pacto.

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