El alcalde Peñalosa cada vez da más pena ajena. A un año de la muerte de Yuliana se despachó en una rueda de prensa dirigida a los habitantes del humilde barrio donde vivía la niña, el Bosque Calderón. Allí, donde vive gente de estrato 1 y 2, que escasamente tiene para conseguir los tres golpes diarios, él les aconsejó a comprar cámaras baratas, entre millón y 500 mil pesos para combatir la delincuencia y no se vuelva a repetir una tragedia como la que sucedió un año.
Peñalosa no tiene lógica y cada rato atropella a la razón. Lo que tiene que prometer es más trabajo, mas estudio para esta gente que es revictimizada con este tipo de declaraciones. La seguridad –ojalá le aprendiera a Petro— se obtiene a punta de educación, no de reconvenciones ni de estrategias tipo gran hermano a los que está acostumbrado el burgomaestre.
A Yuliana no la mataron porque no había cámaras, incluso hay una en donde se ve a Uribe Noguera tratando de convencerla para llevársela. A Yuliana la mataron por las políticas excluyentes de un sistema perverso, en donde los ricos se creen tan poderosos que pueden ir a buscar a las niñas más pobres y llevárselas para despedazarlas. Necesitamos una Bogotá más humana, en donde no haya un alcalde que parece que viviera en una historia tipo Orwell. Por ahí dicen que no hay nada más peligroso que pedirle a Peñalosa que haga algo y esto lo comprueba. Callado se ve mejor. Su declaración de hoy es una afrenta a la gente del Bosque Izquierdo y a Yuliana.