Así fue como se organizó un foro en Cali, donde se invitó a los candidatos presidenciales, pero que resultó en una tomadura de pelo por parte de los mismos. En consecuencia, los organizadores no tuvieron más remedio que invitar a dos remedos de la política tradicional.
Clara López y Marta Lucía Ramírez fueron las invitadas al evento… Y francamente, despertaron más bostezos a la audiencia que simpatía por las necesidades. Además, dicho foro se volvió a medida que avanzaba en una vulgar propaganda política. Ya veremos porqué.
Hace días, en redes sociales dio a conocer el foro que pretendía reunir a los aspirantes a la Casa de Nariño con el objetivo de conocer sus propuestas en cuanto a la población con discapacidad. Esto con el fin de saber qué harían para solucionar los problemas que tanto nos aquejan como: educación, salud, vivienda digna, trabajo, movilidad y accesibilidad.
No obstante, después de lo ocurrido surgió la siguiente pregunta: ¿es prioridad la inclusión social de nosotros como individuos dentro de las agendas de los aspirantes que pretenden gobernar este cuatrienio que está a punto de comenzar para cambiar el destino de Colombia, para estar a la altura de países internacionales en cuanto al cumplimiento de la convención de la ONU, así como las normas nacionales e internacionales que nos reconocen como sujetos de derechos?
La respuesta es no. Para los candidatos, somos una población de tercera, sin ninguna clase de importancia, porque representamos a una minoría que es equivalente a la basura que no se pretende tratar, pues la discapacidad es sinónimo de desechos humanos sin importancia alguna.
Un foro aburrido, plano, predecible, flojo, sin fuelle, lleno de improvisación al granel y candidatos desubicados como Marta Lucía Ramírez, quien dijo “lenguaje de manos" en vez de lenguaje de señas.
De otro lado, las propuestas parecían dignas de unos profesores de primaria para enviar a la papelera de reciclaje, porque no aportaban nada nuevo aparte de parlotear y repetir como chulos “inclusión”, sin saber el significado de esa palabra.
Eso sí, hubo tiempo para una cantata de gallinas con algunos adornos de agua sal por casi 4 horas, donde una gallinita le echaba pullitas a la otra, resaltando qué hicieron y qué no hicieron ambas cabezas de ganado en sus respectivos cargos. La una, amaestrada por el papagayo mayor, quien la catapultó al Ministerio de Defensa, quedó bien afinada para tener su pico de oro, hasta que lo consiguió, porque lleva en el Congreso de la granja republicana dando cháchara desde 1991, según reza su biografía.
La otra, un poquito más modesta, escalonó su andar durante casi 30 años. Le tocó muy duro, pero logró ser concejal, fue alcaldesa de la manada demócrata que se vio trastabillar tras un escándalo de unos tales carruseles que por ahí conocemos… En todo caso, la gallina de plata llegó a ocupar un Ministerio del Trabajo, en el cual duró poco tiempo.
Hoy la gallina de oro y la gallina de plata quieren subir escaleras a la vicepresidencia, para ver quién sabe cacarear mejor. Una sí que es maestra del coro del cacareo. La otra sabe armonizar un poco mejor y modera los movimientos del pico con suavidad y cadencia.
Ambas hablaron de leyes, de dignidad de inclusión, pero digamos que se marearon, se vieron perdidas en sus discursos, no sabían coordinar con sincronía sus plumas y aunque hicieron un esfuerzo, diferencias de comunicación obligaron a ambas criaturas a estar desconectadas y cada una andar con una pata en donde enfocar su caminar. La una de derecha, la otra de izquierda, pero ambas sabían cantar al unísono “¡Inclusión!”, aunque sin saber por qué lo pregonan. Supongo que han sabido echarle el ojo a muchos escritos que hablan de la temática, pero como decía una canción de un maestro de la música: ojos que no miran más allá de lo que ven.
Así culminó el foro. Cantos aburridos, discursos perdidos. Audiencia espantada, sala desocupada. Los que no pudieron asistir al edén se disculparon por Twitter. Los gallos quisieron hacer un video, pero el tiempo se hizo eterno.
¡Aprendamos un lenguaje de manos, sin recurrir a los puñetazos!
Decretemos unas manos mamagallísticos, acudiendo a los mellizos.
¡Lenguaje incluyente!