En las últimas semanas, como en la mayor parte de la historia de este país, estamos viviendo un derramamiento de sangre injustificado. Con el asesinato de líderes sociales, líderes indígenas, jóvenes y mujeres seguimos escribiendo en la historia de Colombia episodios de sangre y lágrimas.
¿Acaso no somos capaces de dejar atrás la violencia? Parece que no. ¿Le seguiremos enviando un mensaje de muerte a la gente de este país, especialmente a los jóvenes? Parece que sí, más con un gobierno que está más preocupado por defender a alguien que ha asediado a Colombia, en el que prima la guerra por encima de la educación, que bombardea niños y al que le han destapado escándalos relacionados con narcotráfico, entre otras cosas.
Sin embargo, aunque estemos viviendo uno de los gobiernos más violentos de los últimos años, esto convoca a toda la sociedad a manifestarse contra la desidia y el régimen de violencia y fascismo impulsado por Álvaro Uribe. Por eso los jóvenes, víctimas en los últimos días de dos masacres que han tomado la vida de trece personas, no podemos seguir quietos ante tal nivel de violencia.
En consecuencia, la invitación es a que como sociedad que quiere la paz salgamos a las calles el próximo 21 de agosto, atendiendo al llamado de los jóvenes que ya no quieren ver en nuestro país vientos de guerra, que quieren cambiar los fusiles por los libros y que luchan todos los días para que vivir en Colombia no sea tan traumático.
¡Nunca más jóvenes para la guerra!
