Colombia requiere de dirigentes políticos que unan, que promuevan el respeto por la vida y por la democracia y sus instituciones. Candidatos que no pretendan aniquilar moralmente a sus adversarios. Que puedan movilizar lo mejor de los colombianos, reconocer el inmenso valor de trabajadores y empresarios, que le apuesten a la reconciliación y a la construcción de una sociedad del conocimiento en el marco del respeto por el medio ambiente. Que tengan un plan para salir del desastre económico que deja el COVID y superar viejas inequidades sociales y económicas.
El resultado de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, el 3 de noviembre, nos afecta. El cuento para el mundo, está entre democracia y autoritarismo, sea de derecha o izquierda.
La semana pasada, cuando fue elegido en la convención demócrata, Joe Biden dijo que era el candidato del Partido Demócrata, pero que sería el presidente, también, de los que no votaran por él. Difícil empresa en un país dividido por el racismo, la xenofobia, y el asentamiento de una cultura del “todo vale” en las prácticas presidenciales, que goza de amplia indulgencia en las huestes republicanas.
Biden y su fórmula vicepresidencial, Kamala Harris, reflejan la maravilla y la riqueza de la diversidad social en los EEUU. Se comprometen al profundo respeto por la democracia, y a unir al pueblo norteamericano para salir del presente caos.
Ninguna oportunidad tan propicia y tan desperdiciada por Trump como la de la pandemia para convocar y unir al país. Una campaña de salud pública, por encima de los partidos, dando ejemplo el presidente, simplemente siguiendo las orientaciones de su propio equipo encabezado por el Dr. Faucci, plantándose un tapabocas, le hubiera ahorrado a los Estados Unidos la pérdida de decenas de miles de vidas. Es probable que esa sea una de las razones para que, por ahora, las encuestas favorezcan a Biden, aunque la ventaja se ha venido reduciendo de dos dígitos a uno.
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Haga lo que haga Trump, diga las mentiras que quiera, esté en colusión con Putin, riegue racismo a diario, tiene, al menos, un 42 % de favorabilidad
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Haga lo que haga Trump, diga las mentiras que quiera, esté en colusión con Putin, estén presos varios personajes de su círculo íntimo, riegue racismo a diario, Trump tiene, al menos, un 42 % de favorabilidad. A pesar de los muertos del Covid, pese a las revelaciones de su sobrina, sicóloga, que publicó hace mes y medio un libro (Cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo) que confirma su amoralidad (¿inmoralidad?), que, a su vez, grabó a su tía, la hermana mayor del presidente (Trump falsificó el examen de ingreso a la universidad, carece de principios, etc.); pese al libro de Bolton, su exasesor de seguridad nacional, que afirma que aquel merecía la destitución por varios pecados, Trump no ha perdido la pelea aún.
Se verá en esta semana de convención republicana, qué tanto puede despegar su campaña, a tan solo dos meses largos del día electoral.
Por la situación que vive Colombia, el triunfo de Biden, ojalá holgado, marcaría una diferencia importante, por lo menos en lo relativo al oxígeno que algunos sectores tienen bajo el manto de Trump y &.
La última perla de aire político fueron los trinos del vicepresidente Pence, en tándem con la descalificación a la Corte Suprema de Justicia colombiana y que algunos medios titularon “EEUU exige que...”. Algo parroquial, porque, por fortuna, EE. UU. es más complejo que Pence.
Para el gobierno nacional sería bochornoso que Trump no repitiera dada su abyección en asuntos como la elección del presidente del BID y otras obsecuencias mal retribuidas (se aconseja no visitar a Colombia por peligrosa).
Ayer se completó la masacre número 44 en el 2020, en Venecia, Antioquia; las cuentas de Indepaz sobre el número de líderes sociales y defensores de derechos humanos asesinados durante este año son atroces: a 18 de agosto ya eran 194. No hay que olvidar que 94 congresistas, a comienzos de julio, le dirigieron una carta a Pompeo, el secretario de Estado, para que presionara al gobierno colombiano a que se comprometiera al cumplimiento de los acuerdos y a la protección de los líderes sociales.
Con las elecciones presidenciales en los EE. UU. está en juego, en realidad, la democracia liberal a escala planetaria. No es un asunto de partidos, ni entre comunismo y libertad, como algunos, afanosos de ganar réditos en la polarización, lo pretenden; la señora Merkel, canciller alemana, es conservadora y es una demócrata.
El cuento es en realidad, entre democracia y autoritarismo, sea de derecha o izquierda.