Para el presidente Iván Duque hay vidas que valen más que otras. Él no puede parar de hacer política y con tal de subir en las encuestas está dispuesto a lo que sea. Para ello, después de la bomba de la General Santander, dejó su máscara de niño bueno de la Sergio Arboleda para transformarse en lo que siempre ha sido, un clon de Uribe. De un momento nos sorprendimos ante la determinación absoluta de querer acabar al ELN a como diera lugar. Ojalá esa misma disposición la tuviera para investigar y desarticular los grupos que están decidiendo exterminar a los líderes sociales. Ojalá pudiera tener el tesón de culpar a los que están acabando con el río Cauca. Ojalá lamentara las pérdidas que están teniendo pescadores y pobladores del bajo Cauca antioqueño por culpa del tesón paisa, del hacha paisa que abre trochas y parte montañas.
No, Duque manda para la Colombia frívola, la misma que sabía quien era el reguetonero Fabio Legarda. Está muy bien presidente Duque que a usted le guste mucho el reguetón —y eso que se decía rockero— y que lamente la pérdida de un joven bueno como era Legarda, pero le pedimos más coherencia. Lamente también en redes sociales a las decenas de campesinos que se asesinan impunemente, lamente el ecocidio en el Río Cauca. No gobierne para unos pocos señor Presidente Duque y ojalá que esta muerte que a usted le duele tanto pues empiece por no volver legal el porte de armas. Sabemos que sus electores quieren mano dura pero acuérdese de la otra mitad, de los que no votamos por usted porque estamos mamados de la violencia que ha traído a este país la seguridad democrática de su mentor.