En Colombia estamos ad portas de elegir el primer gobierno “de ruptura” desde que surgió este país a la vida como una supuesta república independiente en 1819. Las fuerzas sociales y políticas, y los dirigentes comprometidos con el denominado “Pacto Histórico” (PH) -encabezados por Gustavo Petro- tienen la oportunidad de empezar a cambiar realmente esa historia.
Ese proceso se está concretando en una múltiple y variada confluencia de fuerzas políticas y sociales. Esa es la particularidad y el acontecimiento que se destaca en la actualidad. En ese espacio se están encontrando sectores políticos de izquierda, progresistas y liberales independientes con diversas expresiones del movimiento social que participaron en el reciente “estallido social”.
Se debe resaltar que la mayoría de candidatos que participarán en la consulta popular del Pacto Histórico en marzo de 2022 son dirigentes formados en el movimiento social y en la lucha política que confrontó durante los últimos 40 años la política de neoliberal que impuso la oligarquía con ocasión de la Constitución de 1991. Han luchado contra la privatización de las empresas estatales y de los servicios públicos, el despojo de tierras a los campesinos, los megaproyectos depredadores de la naturaleza, el paramilitarismo criminal, y por paz y democracia.
En los primeros ejercicios públicos que se realizan para posicionar ese esfuerzo de “juntanza” (como dice Francia Márquez), entre los que se destacan las concentraciones masivas de Cali, Barranquilla, Popayán, Pasto y Bogotá, se nota el esfuerzo por mantener el espíritu del estallido social, en donde los jóvenes han sido los principales protagonistas. Igualmente, se hace un importante trabajo pedagógico por divulgar las principales propuestas del Pacto Histórico.
Así mismo, se vienen realizando una serie de encuentros (unos más visibles y amplios, otros menos publicitados y sectoriales) con importantes sectores de la sociedad como los pueblos indígenas (nasas, wayuu, misak), sindicalistas, comunidades negras, empresarios de diferente tipo y otros, lo que implica un esfuerzo importante que más adelante dará sus frutos.
Es indudable que ese encuentro entre “lo social” y “lo político” genera una serie de tensiones entre los participantes en el Pacto Histórico. Lo interesante del asunto es que dentro de esas mismas concentraciones y encuentros se empiezan a construir “otras formas de democracia” que serán decisivas para tratar de “gobernar” este conflictivo e ingobernable país, en la medida en que se logre llegar a la Presidencia y se consiga una importante representación en el Congreso.
Con ocasión de que se empiezan a hacer visibles esas “otras democracias” en el proceso de construcción del Pacto Histórico (directa, ilustrada, representativa-designada, deliberativa, plebiscitaria, consultiva, etc.) que son formas de democracia desdibujadas y casi anuladas por la “democracia-liberal” (que es de carácter “eleccionario”, en donde el pueblo delega su poder y entrega una serie de privilegios a los elegidos), planteo las siguientes ideas (en forma sintética) para intentar alimentar el debate dentro de ese proceso y encuentro político-social.
Otras democracias y sus orígenes históricos
Antes de avanzar es importante presentar una breve idea de lo que son cada una de estas “otras democracias” y su vigencia actual.
La “directa” no es solo la asamblea popular (“ágora”) sino la misma movilización social (el paro, la huelga, la minga, la protesta, el plantón o mitin, el bloqueo, etc.). La “ilustrada” va desde el consejo de sabios o ancianos hasta los centros de pensamiento, núcleos de expertos y demás formas de producción colectiva de conocimiento (¿partido?). La “deliberativa”, “plebiscitaria” y “consultiva” son formas de participación comunitaria con diversa connotación según su aplicación.
Es importante recordar cómo la revolución francesa (1789) fue una verdadera revuelta popular y proletaria pero dirigida por la burguesía. Esa clase dominante que reemplazaba a los señores feudales reinventó la democracia griega y la “puso de cabeza” porque necesitaba presentar el “poder monárquico” de los nuevos reyes capitalistas (y sus representantes políticos) con cierto aire de igualdad, fraternidad y solidaridad.
Inventaron la “democracia liberal” que es fuertemente representativa y eleccionaria. Así, relegaron y anularon la democracia directa y otras formas de democracia. Descartaron las formas de gobierno que mantenían el espíritu de participación popular como era la “representatividad designada”, en donde los funcionarios (“magistrados”, funcionarios, burócratas) eran controlados por el pueblo, sus cargos eran revocables, no tenían privilegios, y así, crearon una “falsa democracia” en donde el pueblo (ahora, ciudadanos individuales) entrega su poder a los “elegidos” y “electos”.
La revolución rusa también fue un alzamiento proletario y campesino (1917). Fue dirigido por la pequeña-burguesía que fue cooptada por el poder autocrático-burocrático “heredado” del zarismo. Ese sector de clase desde su ejercicio de poder acabó con lo poco de democracia directa, ilustrada y representativa que estaba surgiendo en los “soviets” (comités de obreros, campesinos y soldados). De esa manera impusieron “desde arriba” la disciplina taylorista del trabajo fabril creyendo ingenuamente que estaban construyendo el “socialismo”.
En realidad, mediante ese “sistema socialista” impulsaron una especie de acumulación forzada de Capital, que cuando agotó todas sus posibilidades, cuando se desintegró la URSS a partir de 1989, fue expropiado y apropiado (robado) por la nueva burguesía burocrática gran-rusa que surgió en ese sistema llamado “socialismo real” o “capitalismo de Estado”. En esa experiencia de “construcción de socialismo” todas las “democracias” fueron desconocidas y anuladas.
Hoy en el mundo la democracia representativa-eleccionaria ha quedado reducida a sostener una burocracia parasitaria totalmente subordinada al gran capital financiero y especulativo. En América Latina y recientemente en Grecia y España, los pueblos y los trabajadores han intentado utilizar esa “falsa democracia” para realizar transformaciones importantes en sus sociedades y países.
No obstante, lo han hecho sin desarrollar esa esas “otras democracias”, e incluso, en medio de su inexperta gestión del Estado “heredado” (capitalista, colonial, burocrático, etc.), lo que han logrado es debilitar (cooptar, burocratizar) los procesos de organización y lucha popular que sirvieron para encumbrar a algunos dirigentes en posiciones de gobierno (se debe recordar siempre que el “gobierno” sólo es un “subsistema” dentro del aparato de poder del Gran Capital).
Esperemos que la experiencia de Pacto Histórico en Colombia continúe avanzando con los procesos de organización popular que se manifestaron en el “estallido social” y con los esfuerzos por desarrollar esas “otras democracias” (directa, ilustrada, deliberativa, etc.) que están apareciendo en forma creativa en medio de la construcción de esa juntanza político-social.
Seguramente la tensión entre quienes privilegian la “democracia representativa” y quienes aspiran a empoderar las “otras democracias”, va a seguir apareciendo al interior de las fuerzas participantes. Lo importante es que se avanza por un terreno nuevo, en donde se puede aprender mucho, siempre y cuando, el debate fraternal y la paciencia sirvan para unificar las fuerzas y aclarar el camino.
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