Para poner a funcionar a Cartagena en movilidad, seguridad y desarrollo hay que entender que es diferente a todas las demás, porque ella es como una tierna damisela con su cuello angosto en Santa Lucía, sus delicadas muñecas, una en la terminal de transportes y la otra frente a la antigua clínica del seguro social, mientras su delicado rostro mira hacia el altiplano esperando la relevancia que merece. Luego su cuerpo se vuelve a estrechar en su sensual cintura a la altura de la fábrica de hielo imperial mientras su trasero y espalda se pronuncia a todo lo largo de la ciénaga de la virgen, sus finos tobillos, uno en la entrada de Bocagrande y el otro en Cielo Mar. Muestran una vez más el conjunto de curvas amplias en algunas partes y muy angostas en otras, mantenida su vulnerabilidad hacia la mar para que de fuera vengan y abusen de ella una y otra vez. Ella con sus brazos abiertos quiere mostrarse amable al visitante, que llega, la usa y se marcha llevándose todo para el lugar de donde vino.
Las otras ciudades son grandes lienzos tejidos, cuyos hilos se entrecruzan de sur a norte y de este a oeste en toda la amplitud del telar, ofreciendo muchas opciones de descongestión en la paralelidad.
Cartagena por ser única necesita soluciones únicas, si tratáramos de colocar sobre ella el lienzo, este la deformaría y eso es lo que sucede cuando traemos modelos (de otras latitudes nacionales o internacionales) para ponerlos a funcionar, simplemente se deforman y no sirven.