El país necesita un capitalismo científico. El capitalismo salvaje que nos rige, producto de una clase dirigente que se enquistó, corrompió y se robó la democracia, acabó con todas las prebendas que brinda una democracia científica impoluta.
El pueblo no marcha pidiendo socialismo, menos comunismo. El pueblo clama por el cambio de su clase dirigente corrupta, la misma que se sostiene comprando la votación con los dineros que luego tiene que pagar a los poderosos dueños del 90% del país que terminan dictando las leyes que empobrecen más y más a un pueblo que se ve agobiado a pesar de vivir en un país inmensamente rico en tierras, agua y minerales.
El pueblo marcha movido por la impotencia para parar semejante injusticia: acabar con lo público como en el caso la Flota Mercante Grancolombiana, de los Ferrocarriles Nacionales, la Navegación Fluvial. Abrazar el neoliberalismo que llevó a privatizar lo público acabando con el mejor empleador enriqueciendo a unos pocos y empobreciendo toda una nación. Ignorar los campesinos, dejando el campo en poder de los grandes terratenientes. Abandonar la infraestructura de las vías en el campo tomando como prioridad las dobles calzadas para aliviar la congestión de las miles de tracto mulas que reemplazaron a los ferrocarriles. La pobreza del crecimiento de Colombia crispa nuestros sentimientos cuando recorremos las carreteras del país y a lado y lado solo vemos remedos de casas por miles donde desapareció el bahareque y solo tablas y algunas láminas de zinc, construidas a orillas de los ríos y con la montaña a sus espaldas, esperan silenciosamente el desbordamiento de los primeros y la caída de las segundas. El panorama lo completan los grupos de muchachos y muchachas que a pie caminan capoteando los carros rumbo a sus escuelitas, a kilómetros la mayoría, de donde saldrán más hastiados que aprendidos.
El pueblo siente “pasos de animal grande” ante semejante exabrupto: la reforma tributaria en donde desmejoran aún más al pueblo y favorecen excesivamente a los grandes capitales. Todo apunta a que esta clase dirigente está dispuesta a una revolución antes que cambiar su dosis de avasallamiento. Es natural que con tanta descomposición a estas alturas ya no podemos esperar un capitalismo científico, el que hacen los políticos con espíritu cívico antes que con la extravagante ambición de hacer dinero, civismo que los avergüenza cobrar desmedidamente por su labor distinguiéndose por su humildad y vergüenza. Lo que tenemos en Colombia es la antítesis: compran los votos y luego con la mayor desfachatez aprueban leyes que les exigen los que les financiaron la compra de los mismos y Colombia sigue cuesta abajo como en el tango. El capitalismo científico, ese que hace socialismo en las bases, que invierte en los pobres y ante todo elimina la miseria, lo veo a años luz de nuestra patria. Sigamos caminando.