Son muchos los mensajes que el electo presidente Iván Duque ha estado lanzando en las últimas semanas. Especialmente en el tema de los nombramientos, se han despertado muchos descontentos entre el uribismo radical, e incluso algunos han llegado a sugerir que los elegidos no representan al uribismo sino más bien a la corriente política de su padre. No es para menos, entre lo que me consta, escuche de tres miembros muy destacados del partido que andaban anunciándose al frente de carteras para las que ni siquiera fueron tenidos en cuenta. Otros ven con malos ojos que esté enviando a algunos de los voceros más conservadores del Centro Democrático a servir en embajadas en el extranjero.
En efecto, el presidente electo ha estado esforzándose por enviar mensajes de corrección política: ha estado nombrando a un número muy importante de mujeres en su gabinete, en el que se destacan personas muy jóvenes con carreras muy notables. Se declaró en favor de la erradicación de la fiesta brava en Colombia, en contravía de la posición oficial de su partido, y ha buscado acercamientos con múltiples sectores para limar asperezas. Cortó relaciones diplomáticas con Venezuela pero no anunció medidas que respalden una oposición más activa. Ha estado renovando lazos de amistad con países amigos, enviando saludos, etc. ¿Pero es eso suficiente para afirmar que va a traicionar a Uribe o que optará por un gobierno de centro?
Yo creo que no. Descontentos siempre hay, y las posiciones que se le han conocido siguen siendo marginales comparadas con la agenda de país que le espera. Duque ha hecho muchos pronunciamientos estrambóticos de titular de prensa sobre lo que piensa de la paz, de la JEP o de los cultivos ilícitos, pero a este punto y hora no sabemos qué va a hacer, o cómo. ¿Va a asumir el costo político de desmontar los acuerdos de paz?, ¿va a acabar con la JEP?, ¿va a extraditar a la cúpula de las Farc?, ¿va a respaldar la apertura de procesos penales contra Juan Manuel Santos y su gobierno?, ¿va a reiniciar la política de fumigaciones?, ¿va a ponerle fin a la mesa de negociaciones con el ELN? ¿Convertirá en oficial la posición del Mindefensa, quien se declaraba en favor de suprimir el derecho a la protesta?, ¿exigirá obediencia y lealtad de la prensa?
Duque no podrá eludir por mucho tiempo tomar decisiones
frente a la implementación de los acuerdos de paz,
especialmente si va a permitir que la JEP siga adelante
Lo que sí se sabe, es que por más que Uribe y Gaviria estén ahora de aliados tratando de formar mayorías en el Congreso, será imposible mantener las propuestas de campaña, y al mismo tiempo, establecer un gobierno de centro que haga feliz a todo el mundo. Es muy probable incluso, que la oposición le recorte la luna de miel y empiece a hacerle control político poco después de la posesión.
Y es que Duque no podrá eludir por mucho tiempo el tomar decisiones frente a la implementación de los acuerdos de paz, especialmente si va a permitir que la JEP siga adelante. Santos le deja aprobado el paquete de medidas necesarias para convertir los acuerdos en política pública oficial: la reforma política, los medios para facilitar la reintegración de combatientes, la reforma de tierras y la puesta en marcha de los instrumentos previstos para hacer justicia. Eso significa que Duque tendrá que desmontar eso, o continuarlo. Si lo desmonta, va a desmontar la seguridad jurídica no solo de los guerrilleros, sino especialmente de los militares que desde hace mucho estaban buscando una salida para su situación. Si lo continua, tendrá que convencer a Uribe de acompañarlo, o darle la espalda.
Tiene uno la impresión de que el electo presidente se esforzará por evitar una radicalización que podría limitar severamente su margen de maniobra política. Pero, si nos atenemos a sus pronunciamientos de campaña, es imposible mantener las promesas hechas sin despertar una oposición muy amplia, que no se quedará cruzada de brazos y que sabe cómo ponerlo en aprietos. Por más mayorías que tenga en el Congreso, no existe manera de volver a la guerra y mantener la popularidad.
Mucho se ha dicho que el nuevo presidente no es más que un títere del jefe de su partido, pero solo las realidades políticas que tendrá que enfrentar en los próximos meses nos dirán exactamente quién es Iván Duque, y a quién le sirve.