Las ideas acerca del desarrollo se han venido transformando, habida cuenta del fracaso del socialismo marcado por la reunificación de Alemania entre 1989 y 1990, junto con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1991); sin embargo, se puede considerar que el modelo capitalista, especialmente el neoliberal, tampoco ha sido exitoso, al generar condiciones de exclusión, pobreza y miseria en grandes proporciones de la población de diversos países, junto con el agotamiento de recursos naturales no renovables y el deterioro del medio ambiente.
Por otra parte, el desarrollo orientado exclusivamente al ámbito económico no permite diseñar políticas que ofrezcan alternativas de solución que atiendan los demás aspectos del contexto de vida de las personas, siendo así reduccionista.
Ello ha estado unido a una visión homogeneizadora de los territorios de la periferia, —las regiones, provincias y localidades— que desconoce sus posibilidades o las ignora, en aras de una planificación centralizada a cargo del gobierno de la nación, que se supone ejerce una acción redistributiva, pero que está minada por la politiquería, la burocracia, la corrupción y en general por el ejercicio deficiente de los poderes públicos, consecuencia del diseño institucional y de la baja credibilidad en los clásicos mecanismos de la democracia.
La normatividad para el ordenamiento territorial tampoco suele responder a las dinámicas regionales, subregionales y locales, sino a la conservación de las cuotas de representación de las entidades territoriales establecidas, con lo cual no se logra fortalecer efectivamente el equilibrio entre los poderes centrales y los de la periferia.
La internacionalización de la economía y por extensión la globalización, también han generado corrientes de pensamiento que buscan otros enfoques del desarrollo con lógicas económicas alternativas, reconociendo la necesidad del cambio de paradigmas, de la mano de las nuevas generaciones y de las nuevas tecnologías.
El desarrollo regional, referido a los países en vías de desarrollo, surge en la década de 1950 con el propósito de disminuir el desequilibrio en el comercio internacional, mediante políticas de industrialización para eliminar la total dependencia de las importaciones y a su vez abrir nuevos mercados; no obstante, tanto el concepto de región al interior de los países, como las políticas públicas, se vienen aplicando a espacios territoriales caracterizados por otras dinámicas, con mayor pertinencia.
Las nuevas generaciones de políticas de desarrollo regional y local con enfoque territorial, ponen de manifiesto la importancia de aspectos tales como la infraestructura, gobernabilidad, innovación y asociatividad, que contribuyen a la competitividad incluso en contextos internacionales, como base para viabilizar el desarrollo integral.
La competitividad regional con enfoque territorial es un aspecto decisivo tanto en el desarrollo económico local, como en el mejoramiento de la calidad de vida de la población, lo que supone tener claridad acerca del concepto de región, sus recursos, necesidades, visión estratégica y prospectiva táctica, así como del entorno empresarial e institucional, junto con otras formas de capital que se deben tener en cuenta como factores de producción y generadores de bienestar.
Las economías regionales y subregionales deben tener la capacidad para insertarse en el ámbito internacional, a la vez que generar empleos productivos, con el propósito de acceder a nuevos mercados con ofertas de productos y servicios alternativos e innovadores. La comprensión de las dinámicas de la competitividad regional facilita el aprovechamiento de las oportunidades que generan los mercados nacionales e internacionales, con beneficios para los diversos sectores económicos y sociales, en los ámbitos local y regional.
Los modelos de desarrollo basados en competitividad regional y local, permiten generar estrategias de justicia social y paz, incrementando el capital humano, el social y el relacional, lo que contribuye a enfrentar las fallas de los mercados, la desmedida apertura económica nacional, las desventajas de los tratados de libre comercio y la renuencia a discutir los modelos económicos clásicos, ideológicamente agotados.
En época electoral cabe preguntar, ¿Cuáles son las propuestas concretas y los compromisos que plantean los candidatos y candidatas, junto con los colectivos formados por alianzas, grupos y partidos políticos, para que los territorios específicos de la periferia alcancen su desarrollo integral? ¿Cómo van a contribuir con los aspectos de infraestructura, gobernabilidad, innovación, asociatividad y emprendimiento, en la periferia de la nación? ¿Cuáles lógicas económicas alternativas están dispuestos a intentar y acompañar, al menos como laboratorio en determinados territorios, según lo indican los expertos en estudios del desarrollo?
Estos y otros temas son los que deben llamar la atención de los ciudadanos y los medios de comunicación; empecemos por cambiar el paradigma de las encuestas tradicionales, y hagámoslas sobre las propuestas de los candidatos y candidatas respecto a los territorios de la periferia, lo que llaman la Colombia profunda.