Hace ya muchos años arrancó una disputa por la hegemonía económica mundial entre los Estados Unidos y China. A simple vista podríamos pensar, en la idea de la gente mayor, que, sea quien sea el que finalmente se imponga, a nosotros nos dará lo mismo. Tendremos que trabajar para sostenernos. Ni de Washington ni Beijing nos vendrá una mano, tendremos que luchar solos, como siempre. Para qué preocuparse.
Sin embargo, vale sopesar las contradicciones crecientes entre esos dos poderes, que, como quedó claro con la visita de Xi Jinping a San Francisco, pueden estrecharse sonrientes la mano, sin impedir que una vez se dan la espalda, el presidente Biden vuelve a tachar de dictador a su homólogo. Expertos internacionales aseguran que hay variantes del PIB que comprueban que el gigante asiático ya superó la economía estadounidense.
Se asegura que China, en los últimos 20 años, ha conseguido sacar de la pobreza a 800 millones de sus nacionales, mientras que en los Estados Unidos crece, por el contrario, el porcentaje de gente que desciende a ese estado. En Occidente se propagandiza con una enorme crisis inmobiliaria en China, lo cual no parece afectar mucho a esta, que se sigue convirtiendo en el principal socio comercial de la mayoría de los países del mundo.
En la visita de Xi Jinping a San Francisco quedó claro que los dos poderes pueden estrecharse sonrientes la mano, sin impedir que una vez se dan la espalda, el presidente Biden vuelve a tachar de dictador a su homólogo
Taiwan es presentado con frecuencia como territorio de disputa, que puede ser invadido en cualquier momento por China, a lo que Estados Unidos asegura respondería con todo su poder militar. De hecho, en Occidente se intimida con la idea de que China procederá igual que Rusia con Ucrania, lo cual podría generar una tercera guerra mundial. Lo que se esconde tras esa prevención es la guerra por los microprocesadores
Taiwán es de lejos el primer productor mundial de esos adminículos esenciales para la tecnología de hoy. Estados Unidos y China anhelan ser autosuficientes en ese campo e invierten decenas de miles de millones de dólares en proyectos de esa naturaleza. En la imaginación norteamericana cunde el pánico de que China tome el control de Taiwan, convirtiendo al resto del mundo en sus dependientes. Por eso hay que cercar y doblegar a China, omitiendo las temibles consecuencias.
Por su parte, la guerra en Ucrania tiene también al mundo en ascuas. Putin acaba de repetir que sus aspiraciones iniciales siguen firmes, una Ucrania desmilitarizada, desnazificada y neutral. Los territorios del Donbás, prorrusos y hostigados por el gobierno ucraniano tras el golpe de 2014, serán en definitiva rusos. Según él, Rusia no tiene interés alguno en una guerra con Europa, solo quiere su seguridad y tener buenas relaciones con todos.
Occidente son los Estados Unidos y Europa agrupados en la OTAN, obsesionados desde los tiempos de la URSS, en la idea del sueño ruso de apoderarse de toda Europa, lo cual se proponen evitar. No existe la menor evidencia histórica de que Rusia haya agredido con un fin parecido a Europa. En cambio, sí la hay de que balcanizar y destruir a Rusia hace parte de la estrategia de seguridad norteamericana.
Lo concebía el estratega y almirante Alfred Mahan a fines del siglo XIX. Y lo repitió Paul Wolfowitz en los años 90, como la Corporación Rand en 2019. Lo alarmante es que ni toda la OTAN junta, enviando armamentos y miles de millones de dólares a Ucrania, haya derrotado a Rusia. Más bien muchos expertos aseguran que sucedió lo contrario. Lo que hace aparecer la amenaza de un ataque directo y frontal de la OTAN. Otra vez una guerra mundial.
Que sería nuclear, la devastación para todos, el fin de la especie. No habría que esperar a que el cambio climático lo consiga. Por otro lado, la irresistible situación de Palestina, sometida al genocidio impune por parte de Israel, con el apoyo declarado de Estados Unidos y Europa, hace pensar que la única solución sería la intervención militar de Rusia o China. Otra puerta abierta al holocausto final. La paranoia israelí contra Irán puede iniciar el incendio.
Habría que ser ingenuo para no ver quien está detrás de los golpes en Perú y Guatemala, así como del aplaudido ascenso mediático de Bukele y Milei, todos personajes ultramontanos al servicio de la élite de la globalización mundial en decadencia. Una clase dispuesta a todo por no dejarse arrebatar su primacía. Algo que nos hace pensar en Colombia y Petro, asediados de todos los flancos para impedir alguna transformación positiva.
La bandera necesaria es la paz. Resulta indispensable descifrar quiénes son los que están contra ella. Hablamos de paz porque hay guerra y porque sus peligros son hoy más que inminentes para todos. La situación es tan grave, que Petro habló de las enormes dificultades que tiene aplicar el tratado de paz de 2016, una paz firmada con todo el respaldo internacional. ¿Qué podemos esperar entonces para el resto del orbe en 2024?